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cuenta su historia

La insólita vida privada y familiar de Milei, el economista más polémico

Jugó en las inferiores de Chacarita y fue rockero. Por qué cortó relación con los padres y ya no entran mujeres a su casa. Pelo, terapia y fan de su perro. Un Milei nunca visto. Galería de fotos

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Milei. "Ni me peino. Salgo de la ducha, me seco con la toalla, me subo al auto, bajo los vidrios y listo" | Milei

“Si no te llamo, llamame vos, porque estoy dinamitado”. Son las tres de la tarde del viernes y en un bar de Palermo Javier Milei corta la comunicación con un periodista. “Quieren hacer una tapa conmigo”, dice abriendo sus ojos celestes, con la mirada baja y pendiente de WhatsApp. Los pedidos de notas van apareciendo en tiempo real sobre la pantalla de su celular. “Me estoy volviendo loco, pero sólo voy a los lugares donde me divierto”, dice dejando el teléfono sobre la mesa.

“Dale, empecemos”, propone este economista famoso por un histrionismo que a su vez es criticado cuando su vocabulario se eleva. Así quedó expuesto la semana pasada cuando le dijo a los gritos “burra” a una periodista que lo interpeló en una conferencia. “No hay excusas que valgan para eso. Igual se lo he dicho a varias personas. Es mi forma. La realidad es que no está bien, no puedo seguir con esta boca de cloaca que tengo”, esgrime. Tiene fans que le hicieron canciones y caricaturas que subieron a las redes sociales. Pero Milei sigue su paso, ese que lo muestra despotricando de la misma forma a Keynes, Marcos Peña y al papa Francisco. Y hace unos días le dijo no al Bailando..., el reality de Tinelli porque no tiene tiempo.

Liberal libertario. Así se define, en defensa siempre de la economía de libre mercado. “Vos te podés meter en la cama con cualquiera”, suele graficar cuando le preguntan por su bandera que ve al Estado directamente como un enemigo. Por eso se define también como “minarquista” y, si fuera por él –siguiendo con la metáfora explosiva– habría que dinamitar el Banco Central para que las cosas anden sobre rieles en nuestro país. Semejante línea de pensamiento le ha traído miles de detractores. Sin embargo, asegura, dice no sentirse dolido. “Es tu opinión, tu propiedad y yo no la puedo invadir.  ¡Que digan lo que quieran!”, afirma.

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A los 18 años fue arquero en las inferiores de Chacarita.

—¿Es un personaje todo esto o es así en la vida real?

Milei elige no responder. Les manda entonces la pregunta por audio a dos de sus íntimos amigos, Rodolfo Renis y el economista Diego Giacomini. “Javier Milei es la persona más genuina y transparente que podés encontrar en la Tierra. Javier Milei hace las cosas para divertirse. Javier Milei hace solo lo que le da placer. Javier Milei en pijama en su casa es exactamente igual al que ves de traje oscuro a rayas en televisión”, dirá Giacomini en otro audio, culminada ya la entrevista. Hace unas semanas Milei lo hizo de nuevo: sorprendió a la opinión pública al afirmar que para él sus padres estaban muertos. Por ahí sigue la charla.

—¿Se arrepiente de esa frase?

—Para nada.

—¿Qué le hicieron puntualmente?

—Mi viejo me cagaba a trompadas. No me olvido más de una golpiza que me dio el 2 de abril de 1982, cuando tenía 11 años. Estábamos viendo en la tele todo lo de Malvinas y a mí se me ocurrió decir que eso era un delirio, que nos iban a romper el culo. A mi viejo le agarró un ataque de furia y empezó a pegarme trompadas y patadas. Me fue pateando a lo largo de toda la cocina. De grande dejó de pegarme para infligir violencia psicológica.

Música&balón. Javier Milei nació en Palermo, luego se fue a vivir a Saenz Peña, en Tres de Febrero. A los 18 años, entre 1988 y 1989, probó jugar en las inferiores de Chacarita, pero se dio cuenta –en plena hiperinflación– de que lo suyo era la economía. En esos años fue también cantante de rock. “Hacíamos covers de los Stones y componíamos temas propios”, rememora.

Fue en la universidad cuando sufrió esa violencia psicológica que menciona por parte de su padre. “No me pasaba guita. Me ponía nervioso cuando estudiaba, justo en el momento que más estrés tenía. Mi madre fue cómplice con su silencio.

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Cantando en Everest, su banda Stone.

—Tiene una hermana menor. ¿Con ella se lleva bien?

—La adoro. Tengo excelente relación, es un ser humano formidable. La tuvieron que internar en su momento cuando me peleé con mi padre. Mi mamá me llamó esa vez para decirme que por culpa mía se iba a morir.

—¿Hizo terapia alguna vez?

—Hago al día de hoy.

—Sus detractores ponen en foco el modo en que habla. ¿Llegó a alguna conclusión en relación con aquella violencia?

—¿Vos te imaginás la diferencia entre un nene de 11 años y un gigante de 1,90 y más de cien kilos? Lo que te puedo decir es que desde ese momento no le tuve miedo a nada más.

—En una nota dijo que hubo una época de su vida en la que estuvo literalmente en el piso.

—Sí, tendría 33 años y me había quedado sin laburo. En ese contexto llegué a pesar 120 kilos. Pero reviví. Me acuerdo de que me compraba una pizza grande y esa era mi comida de todo el día. En ese momento el único que estuvo conmigo, y por eso nadie puede disputarle un ápice, es Conan, mi perro.

—Ocupa un lugar importante por sobre... (interrumpe)

—¡Está a la misma altura que yo y es más importante que cualquier persona! Una vez se incendió mi casa. Yo estaba en un piso alto y tuve que decidir. Esa vez pensé: “O me muero acá con Connan o salimos juntos”. Le dije: “Mirá, Conan, es una situación complicada y necesito que ahora me des bola”.

—¿Le habla como a una persona?

 —Claro. Entonces, ¡se me pegó a una pierna! y salimos los dos. Pensá que es un mastín napolitano de 90 kilos. Hoy no entra nadie más a mi casa que no sea él.

—¿Cómo es eso?

—Nadie le disputa ese lugar a Conan. Una vez estaba saliendo con una chica que venía a casa y ella se puso mal porque el perro pasó por el cuarto. Me lo hizo sacar. Fue muy loco porque Conan meó toda la puerta de entrada al cuarto. La chica cuando salió se enchastró toda. Desde ese momento no entra ninguna mujer más a casa.

—¿Está en pareja en este momento?

—No, el programa de Andy (se refiere a PH, de Kustnezoff) se encargó de cargarse a mi novia (risas).

—¿Fue en relación con lo que contó de su práctica del sexo tántrico y su apodo de “vaca mala”?

—Esa fue otra ex que también me llamó, pero para pedirme los derechos de autor por la frase (risas). Era muy creativa, ¡también me decía gladiador monetarista!

—¿Le va bien con las mujeres?

—¿Y a vos qué te parece?

—Imagino que sí. ¿Qué le dicen?

—Se acercan mucho por las redes sociales. Me ha ido bien. Ahora subió la oferta pero lo que no tengo es tiempo. Bajó el radio de concreción.

—¿Se ve siendo padre?

—No, no. No es algo que quiera. Tengo una vida afectiva completa. Además, llevo una dinámica especial. Pensá que nadie puede entrar a mi casa y me interesan sólo mujeres divorciadas y con hijos. Uno ya viene de un par de fracasos y hacés el learning (sic, aprendizaje). Además cada uno tiene derecho a ser libre. Yo me junto en relaciones donde los dos buscamos pasar buenos momentos.

—¿Qué fijador usa para el pelo?

—Ni me peino. Salgo de la ducha, me seco con la toalla y me subo al auto. Bajo los vidrios y me peina la mano invisible.