Hablemos de lo que no se habla. Son muy pocos los cambios específicos que se están proponiendo para poner freno a la decadencia argentina.
Y hay uno que me parece muy importante, que ni siquiera figura actualmente en la agenda. Hablo de los ferrocarriles. A comienzos del siglo XX, Argentina se enorgullecía de tener la décima red ferroviaria más extensa del mundo. A lo largo de los años, esta red fue sufriendo mermas por disminución de las inversiones tanto inglesas como francesas. Hasta llegar a un momento culminante que se llamó Carlos Menem. Carlos Menem procedió a privatizar los ferrocarriles que había nacionalizado Perón, pero previamente liquidó dos tercios de las vías ferroviarias y dejó a 800 pueblos de la provincia de Buenos Aires incomunicados y luego abandonados. Quiero señalar algunos datos porque esta situación continúa hasta hoy.
Así se viajó en el ferrocarril San Martín en pleno distanciamiento social
Una locomotora tira vagones cuya carga equivale a la de 50 camiones. No solamente esto, sino que al hacerlo consume tres veces y media menos combustibles que un camión. A la vez, el costo es de la mitad y el 50 por ciento del costo que tiene un camión. Y la contaminación es 30 veces más baja. Claro que la figura que aquí se interpone en la figura de Hugo Moyano y el Sindicato de Camioneros, a quien el Presidente acaba de distinguir como dirigente ejemplar que lucha por los suyos y que no debe ceder.
No por casualidad Estados Unidos o Alemania transportan el 80 por ciento de sus cargas a través de los ferrocarriles. Nosotros apenas un 7 8 por ciento. No hablemos de los trenes de pasajeros, no tenemos vías rápidas de alta velocidad, ni siquiera para conectar Buenos Aires con Rosario o con Córdoba, y esto tiene un enorme costo además para las exportaciones. De este tema, vale la pena ocuparse.