El paisaje es apocalíptico. La desesperación crece entre los gritos de socorro que enfrentan los equipos de rescate marroquíes e internacionales para encontrar sobrevivientes y asistirlos, luego del sismo ocurrido el viernes pasado que devastó pueblos en el sudoeste de Marrakech. El temblor, de magnitud 7 causó por ahora, más de 2.500 muertos y varios miles de heridos.
En la pequeña ciudad Moulay Brahim, la destrucción es generalizada. La Cruz Roja Internacional advierte que la ayuda humanitaria podría ser larga. No obstante, ante la magnitud de la destrucción brotaba la solidaridad.
En Marrakech, los habitantes donaban sangre. Entre ellos el equipo en pleno de la selección de fútbol marroquí. Su capitán Romain Saiss, dijo: "Hay que dar el ejemplo y hacer lo necesario para ayudar a nuestro país, que está sufriendo".
Además de las pérdidas humanas y materiales, el sismo afectó parte del rico patrimonio arquitectónico de Marrakech, principal destino turístico de Marruecos.
Se trata del terremoto más mortífero en golpear Marruecos desde febrero de 1960, cuando en Agadir murieron casi 15.000 personas, un tercio de la población de esta ciudad en la costa oeste.
