SOCIEDAD
un hito histórico en el turismo urbano

Buenos Aires bajo tierra: abren para visitar un túnel jesuita del siglo XVIII en San Telmo

Está en la iglesia San Ignacio de Loyola, junto al Colegio Nacional, y se abre por primera vez al público en tres siglos. Además del pasaje, el único en su tipo que queda en la Ciudad, se puede subir hasta el campanario.

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Resguardo. El tramo “tenía un valor estratégico ante invasiones”, explican las guías Ana María Di Consoli y Soledad Saubidet (arr.). | SERGIO PIEMONTE

Tan solo una pequeña puerta de madera separa 300 años de historia argentina de la actualidad. Se trata del acceso al túnel que construyeron los jesuitas a principios del siglo XVIII. Una excavación en tosca viva que tiene unos 30 metros de extensión y casi un metro y medio de ancho, que corre debajo de la iglesia San Ignacio de Loyola y que por primera vez en más de tres siglos se abre al público. 

El acceso al túnel se hace a través del claustro, y tras bajar una moderna escalera de hierro y mármol se encuentra la entrada del pasaje subterráneo. Lo primero que aparece al cruzar el umbral es la escalera original del túnel. Una construcción de tosca y madera que se mantiene en perfecto estado. Tras los primeros pasos, la atmósfera del lugar envuelve al visitante y lo remite a la época del Virreinato del Río de la Plata, cuando fue construido. En el recorrido se pueden ver aún los vestigios de su construcción en las paredes y en el techo del túnel. También, dos hendiduras en los laterales del pasillo central. Una tiene casi cuatro metros de profundidad, mientras que la otra es más chica. Según explicaron Ana María Di Consoli y Soledad Saubidet, gestoras del proyecto histórico cultural y coordinadoras de las visitas guiadas, “son ‘chicotes’ (aberturas) que servían de conexión con otros túneles, o para resguardo de quienes vivían en las misiones, ante ataques externos”.

El tour se realiza los martes y sábados a las 15, y es con inscripción previa

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Este tramo del pasaje bajo tierra pertenecía a una red de túneles más extensa que se encontraban debajo de los principales edificios coloniales. Tenían un valor estratégico para la defensa del virreinato ante posibles invasiones de potencias extranjeras. Entre esos edificios figuraban la iglesia San Ignacio de Loyola y el Colegio Grande de San Ignacio, luego conocido como Real Colegio de San Carlos, que tras ser demolido dio lugar al Colegio Nacional de Buenos Aires. Tanto la iglesia como el nacional forman parte de la Manzana de la Luces, el predio delimitado por las calles Bolívar, Alsina, Perú y Moreno, en el barrio de Montserrat. 

Entre los trabajos de restauración y puesta en valor de la histórica iglesia, declarada Monumento Histórico Nacional desde 1942, también se reacondicionó el claustro del antiguo Colegio de San Carlos, en el cual se forjó buena parte de los próceres que formaron parte de los primeros gobiernos patrios.  

Cómo sigue la restauración de la Confitería Del Molino donde Gardel inventó un postre y Arlt ilustró el golpe de 1930
 

En este sentido, toma relevancia el hecho de que un tramo del túnel se desmoronó por la filtración de un caño de agua que causó graves daños estructurales a la iglesia, al punto de resquebrajarla. A raíz de este hecho tuvieron que apuntalarse las estructuras del templo. 

Con el máster plan de la restauración y puesta en valor de la iglesia no solo se consolidó la estructura del templo, sino que también se consolidó el túnel. 

Di Consoli y Saubidet, junto a Francisco Baigorria, párroco de la iglesia San Ignacio, impulsaron la apertura del túnel y del claustro del antiguo Colegio Real al público. 

“Estas aperturas representan un gran aporte a la cultura y el patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires. Estamos abriendo el claustro que estaba cerrado desde 1913, y el túnel que, si bien se sabía que existía, no se lo podía recorrer. Con estas obras se puede recorrer una parte importante de la historia argentina”, aseguró el cura párroco, en su charla con PERFIL. 

“Se recuperó y refuncionalizó el tramo más importante y significativo que quedaba de la traza original del túnel. Fue tal la repercusión que generaron estas aperturas, que muchos no dudaron en calificar el hecho como el evento cultural del año”, completó Baigorria, sin ocultar el orgullo y la alegría que le representó esta iniciativa.

Recorrido. Desde hace pocos días, tanto el túnel como el claustro forman parte de un nuevo circuito turístico del Casco Histórico porteño. El recorrido incluye la visita a la primera iglesia de Buenos Aires y a las torres del templo. 

La sur, que fue construida en 1680 y que todavía conserva las tres campanas originales, y la norte, en la que se encuentra el reloj del Cabildo de Buenos Aires, y que fuera erigida a mediados del siglo XIX por el ingeniero Felipe Senillosa. También se podrán visitar las “matroneras”, ubicadas en las naves laterales del templo a media altura. “Eran espacios donde las mujeres más grandes daban de amamantar durante la misa. También era un lugar utilizado por los alumnos cuando el colegio era un internado”, explicó Di Consoli en el recorrido.

Se visita los martes y sábados a partir de las 15, previa inscripción en [email protected].

El recorrido dura de una hora a una hora y media, y tiene un costo de 800 pesos por persona.

 

Confitería del Molino, con cartel 

Poco a poco y sin descuidar ningún detalle, avanza la restauración y puesta en valor de la Confitería del Molino. En este caso, se trató de la colocación del tradicional cartel de la emblemática confitería ubicada en la esquina de Callao y Rivadavia, frente al Congreso. Un trabajo que forma parte de la recuperación de la marquesina original del histórico edificio de estilo art nouveau. 

Según explicaron desde la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino (CAEM), el trabajo de recuperación fue posible mediante un convenio de colaboración entre el Congreso Nacional y el Astillero Río Santiago, de la provincia de Buenos Aires. 

Entre las tareas ejecutadas por el organismo bonaerense se destacaron “el relevamiento y posterior fichaje por tipologías de componentes y elementos, identificando características constructivas generales, patologías y degradaciones de los componentes de la marquesina, entre los que figuraban vigas y ménsulas, la trama para soporte de vitrales, la ornamentación y el sistema decorativo y de iluminación”.