En la esquina de Callao y Rivadavia se emplaza el edificio de la Confitería Del Molino, que se se eleva imponente frente al Congreso, aunque esto no siempre fue así. El edificio de exclusiva pastelería existía antes de que llegara el edificio público.
Creció desde el pie. Cayetano Brenna tenía una panadería cerca de un molino y de allí escogió el nombre, pero en 1905 compró un inmueble en el lugar donde se convirtió en un clásico. Allí, a medida que su economía se lo permitía, fue invirtiendo hasta adueñarse de toda la esquina y le pidió al arquitecto Francisco GIanotti que llevara adelante la construcción del edificio que uniría tres edificios En 1916 se inauguró el imponente sueño hecho realidad del empresario panadero: una propiedad que contaba con tres subsuelos y cinco pisos.
Sin embargo, tras muchísimos años de gloria, en 1997 la confitería se cerrò Recién en 2014 el lugar fue expropiado y declarado de utilidad pública para su restauración.
Retazos de sus años
La historia cuenta que Carlos Gardel era uno de los clientes más fieles y quería que la Confiterìa preparara algo especial para su amigo Irineo Leguisamo. En el lugar pusieron todos los conocimientos gastronómicos a disposición y crearon un postre con base de milhojas, dulce de leche, merengue, marrón glacé, crema de almendras, masa de bizcochuelo y fondant. Así nació el "Leguisamo", uno de los postres que se convertiría en emblema del lugar.
Otro de los manjares nacidos allí fue el Imperial ruso, convertido en un clásico, que se vendía con una advertencia a modo de tutorial: "Córtelo con un cuchillo caliente para que no se desmorone".
Aunque el nieto de Brenna, que fue uno de los dueños del lugar, negaba en entrevistas a los medios que Del Molino hubiera sufrido un ataque en 1930, la realidad es que, según el equipo que monta la recuperación del lugar, esto sucedió. “Durante la revolución del ’30, las tropas al mando de Uriburu entran a la confitería repeliendo un ataque desde sus pisos superiores y destruyen la planta baja”, asegura a PERFIL Mónica Capano, especialista en Patrimonio Cultural y asesora de la Comisión Bicameral Administradora del Edificio del Molino.
Roberto Arlt, asomado desde aquella emblemática esquina escribiría la crónica “¡Donde quemaban las papas!”: “Si el tiroteo hubiera durado unos minutos no hubiera visto nada porque tenía un susto bárbaro, pero como se prolongaba, levanté cautelosamente la cabeza y vi esas nubecitas de polvo que arrancan de los muros los proyectiles”, detallando en tiempo real el comienzo del golpe de estado. “De la confitería de la ópera salen corriendo personas y militares. Entran corriendo ¿Se rinden? ¿Atacan? No se sabe”, continúa describiendo desde el centro de la escena.
Después de ese ataque tardó un año en recuperar completamente el edificio mientras el reloj siguió funcionando con normalidad. En 1992 fue declarado Área de Protección Histórica (APH) de la Ciudad de Buenos Aires, pero en 1997 sus dueños dejaron el lugar abandonado, y ante el cierre de la confiteria la debacle fue inevitable.
Ese mismo año, cuando Del Molino era olvidada por sus dueños, por razones que aún no se llegan a esclarecer, la cantante Madonna se encontraba en Argentina filmando “Evita”. No pudo pasar por alto semejante edificio con unas insólitas aspas de molino en su frente y decidió que el lugar quede registrado en un video. Allí dentro grabó el clip de “Love don´t live here anymore”, en el que se puede ver la belleza imponente de su interior y la sensación gélida de su abandono.
Los inicios en la oscuridad y bajo el agua
El proceso de recuperación del lugar fue un desafío grandísimo por lo años de deterioro que había sufrido ese gigante. El equipo de restauración ingresó al lugara mediados de 2018 y descubrió que era un trabajo que implicaba riesgos y que en los subsuelos había una historia olvidada.
Mónica Capano cuenta lo que pudieron reconstruir de lo que sucedía en los sótanos donde trabajaban pasteleros y aprendices: “No había ningún tipo de iluminación, la ventilación era más que escasa en un lugar donde la temperatura debía ser muy alta porque había hornos que primero fueron a leña, después fueron a petróleo y luego a gas, y después se sumó un horno eléctrico, que ya no estaba cuando la Comisión tomó posesión del lugar”.
“En el tercer subsuelo era donde se lavaba la vajilla que se usaba para la producción. En ese lugar había una vertiente de agua y, con el tiempo, ese agua, absolutamente contaminada, llenó tercer subsuelo”, describe. “Para trabajar allí hubo que contratar a buzos tácticos para que determinaran en qué estado estaba la cuestión estructural, para saber si se podía sacar el agua”, explica.
Hoy ese sótano tuvo ser clausurado. Desde que se accedió hasta que se pudo avanzar sin riesgos pasó mucho tiempo, porque hubo que renovar completamente el sistema eléctrico y asegurar el techo y establecer zonas por donde no se podía transitar.
El aporte de la comunidad
“Se intervino la terraza, la cúpula había tenido unos vitrales maravillosos que no se podía reproducir porque casi no habia quedado nada y tampoco se sabía cómo reproducirlos porque no había fotos disponibles”, relata la especialista. “Ahí entra una pata del proyecto que es clave en esta historia que es el aporte de la comunidad y este caso es paradigmático, gracias a que se armó un equipo muy importante de comunicación , compuesto por jóvenes profesionales de primera como Lis Ali, Guadalupe Alonso, Verónica Heredia, se pudo entar en contacto con un público que tenía distintas fotos, no porque se las hubieran sacado cuando iban a la confitería, porque no existían ese tipo de fotos, pero sí de cuando había un cumpleaños de quince, una fiesta de casamiento, algún banquete. Entre esas fotos aparecieron imágenes de los vitrales con escenas de Don Quijote, lo que permitió reconstruir por completo la cúpula gracias a la maestría de Paula Farina y su equipo.
“En esta interveción, se ha dado lugar a una experiencia arquelógica urgana, a cargo de Sandara Guillermo, y a un abordaje desde la dimensión inmaterial del patrimonio, lo que ocurría en la planta baja y el primer piso de la confitería estaba basado en lo que se producía en esos subsuelos. Lo que nos lleva a destacar el trabajo de generaciones de pasteleros, que generalmente no ha sido visibilizado, y remontarnos a tiempos de grandes controversias en torno a derechos laborales. No olvidemos que el primer sindicato anarquista argentino, es el de los panaderos que data de 1887 y se destacó por ser muy combativo”, destaca Capano
La Restauración de la Confitería continúa avanzando y, a medida que esto sucede, se revelan nuevos misterios, secretos, mitos que se refutan como la celebración del centenario en 1950, cuando el lugar no había sido fundado en 1850 o la historia lugar del origen de sus dueños o el mármol que no era tal. Otras historias a destacar son las de quienes siguieron alquilando departamentos allí después del cierre de la Confitería -capítulo que está registrado en el documental Las aspas del molino de Daniel Espinoza.
Por último, valga destacar que una muy joven arquitecta, Nazarena Aparicio está a cargo de los jóvenes equipos de trabajo, bajo la atenta mirada patrimonialista del experimentado arquitect, Guillermo García.
Este viernes 12 de noviembre a las 17.30 h en el stand del Congreso de la Nación en Tecnópolis Mónica Capano será parte de un evento , , junto al Director General de Patrimonio de la Provincia de Buenos Aires, arq. Pedro Delheye,organizado por la Dirección de Cultura del Senado de la Nación en la que brindarán una charla denominada “Recuperando la Confitería del Molino, patrimonio de todos y todas”. Para quienes estén interesados la charla también podrá seguirse en vivo por el canal de Youtube del Senado de la Nación.
co