SOCIEDAD
Men ejecutivo era el de antes

¿Cuánto cuesta almorzar en el microcentro?

Empleados le contaron a Perfil.com cómo afectó la inflación a la hora de comer durante la jornada laboral. El testimonio de un famoso periodista.

default
default | Cedoc

Vianda en la plaza. Menú fijo con postre. Pancho en la calle. Los trabajadores del microcentro porteño eligen dónde y qué comer guiados por el tiempo y el bolsillo.

Perfil.com salió a la calle para averiguar qué y a qué precio almuerzan los oficinistas al mediodía. La mayoría coincidió en que gasta un 50% más que el año pasado en llenar el estómago.

Los que se sientan al aire libre comen por lo general  lo que traen de su casa en tuppers: "tartas, empanadas, sándwiches, o lo que haya sobrado de ayer", aseguran. Hay otros que también eligen el pasto pero que no están dispuestos a transportar la vianda. "Yo por ejemplo vivo lejos y el tupper en el bolso es un bajón. Prefiero comprarme algo por la calle y sentarme tranquilo acá en la plaza", dice uno de los comensales que gasta entre 10 y 15 pesos por almorzar al sol.

Pero no todos disfrutan de la naturaleza. Para otros, la opción son los bares que ofrecen un menú fijo con café y postre. Puede ser una milanesa con guarnición, un plato de pastas o una ensalada completa. Los precios oscilan entre los 20 y 26 pesos, según se agregue un flan de postre o un café para alargar la sobremesa.

En la recorrida apareció un curioso comensal: Víctor Hugo Morales, periodista y relator de fútbol, también se animó a dar su testimonio. Sentado en una mesa sobre la vereda de la calle Rivadavia al 800, contó a Perfil.com que suele comer liviano y al paso. Dice que, aunque su situación económica es holgada, le preocupa el aumento de los precios a la hora de comer.

Pero el costo no es la única variable que entra en juego a la hora del almuerzo. Muchos ni siquiera tienen tiempo de parar para comer. Entonces prefieren un pancho o un paty al paso, en la calle, "de parado" y gastan alrededor de $5,50.

Según puedo observar Perfil.com, la inflación, como no podía ser de otra manera, también modificó la rutina alimentaria de quienes trabajan en el microcentro y no pueden volver a almorzar a sus casas.