Hace unos años me enteré -con la mezcla de perplejidad y fascinación que seguramente sentimos muchos-, del encuentro entre Mick Jagger y Borges en un hotel de Madrid. Que Mick Jagger hubiera leído a Borges me resultaba realmente curioso.
No por el hecho de que una estrella de rock se hubiera acercado a la obra del escritor argentino, sino por el camino necesariamente singular que el cantante de los Rolling Stones habría debido recorrer para llegar a Borges, y para disfrutar sus cuentos con suficiente intensidad como para éstos quedaran grabados en su mente.
Y es que una cosa es haber leído a un autor, y otra muy distinta es recordarlo y reconocerlo años más tarde al cruzarse con él por pura casualidad en un ámbito imprevisto. En ese rompecabezas me faltaba una pieza: un nexo anterior y preexistente. Nunca había dado con esa pieza faltante. Hasta hoy.
Un hallazgo inesperado. La cámara muestra una escena más o menos lánguida. Parece una película de tantas. El actor, cómodamente sentado en un sillón, sostiene un libro en sus manos y lee en voz alta. Nada resulta especialmente llamativo. Hasta que cobramos cabal dimensión de lo que está ocurriendo. El actor es Mick Jagger. Y el texto que muestran los subtítulos pertenece, increíblemente, a Jorge Luis Borges:
En ese punto algo imprevisible ocurrió. Desde un rincón el viejo gaucho estático le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Dahlmann se inclinó para recogerla y pensó dos cosas.
La cita es inconfundible, y muchos lectores la reconocerán inmediatamente: se trata del párrafo más significativo de uno de los cuentos más conocidos y emblemáticos del gran escritor argentino: “El Sur”.
La película está en inglés: en la pronunciación británica de Mick Jagger, la palabra “gaucho” suena acaso un poco forzada. Pero la versión inglesa que surge de los notorios labios de Jagger es correcta, nítida y precisa:
At that point something unforeseeable happened. From a corner of the room the old extatic gaucho threw him a naked dagger, which landed at his feet. Dahlmann bent over to pick it up. And he felt two things.
Apenas concebible, la escena no es un sueño ni un espejismo. Realmente ocurrió. Pertenece a un film rodado hace décadas y luego olvidado por muchos. Titulado Performance, fue dirigido por Nick Roeg y Donald Cammell; éste último fue el responsable del guión.
Cuando se estrenó, en 1970, la película desató un escándalo. La crítica fue lapidaria: “Extraña y alucinatoria”, “Sádica, Delirante, Enferma”, “Desagradable, Incomprensible.” Y es que Performance parece un compendio de toda la experimentación existencial de la década de los ´60; desde el mismo comienzo la película remite a escenas de sexo, psicodelia y rock´n roll. A pesar de eso o tal vez por eso, Performance terminó convirtiéndose en un film de culto.
El Aleph de los Rolling Stones. El mundo académico y literario no había reparado demasiado hasta ahora en la fuerte relación que existía en entre este film y el más célebre escritor argentino. Son pocos (poquísimos) los estudiosos de Borges que han mencionado esta película sus textos; los que han analizado en profundidad el vínculo entre Performance y Borges son aún más escasos.
Esto resulta todavía más curioso al tener en cuenta que las alusiones al escritor argentino son constantes y evidentes.. A ningún lector de “Ficciones” o “El Aleph” le costará identificar los elementos borgianos del film. La primera parte abunda en viñetas del submundo criminal inglés.
A partir de entonces, la película se enfoca en la relación entre los dos protagonistas. “Turner” (interpretado por Mick Jaggger) es un cantante que ha “perdido su demonio”. Su existencia transcurre en su residencia de Notting Hill. Vive en una suerte de sopor flotante, lleno de excesos, en un menage a trois con dos mujeres. “Chas”, es un delincuente vehemente y sádico interpretado por el actor James Fox.
Se trata de una suerte de “compadrito” londinense que se ha excedido en sus violencias y necesita esconderse por un tiempo. Por casualidad descubre que el cantante alquila una habitación y decide hospedarse allí. Para que lo acepten como inquilino, esconde su pasado criminal y sus verdaderas motivaciones; afirma ser un “malabarista” en busca de un techo.
Inicialmente Turner (Mick Jagger) se rehúsa a recibirlo. El mafioso protesta: “-¡Pero yo busco un ámbito bohemio! ¡Yo también soy un artista como usted!” Turner le replica con desconfianza: “-¿Así que un malabarista, eh? ¡Podría ser! ¡Es la tercera profesión más vieja del mundo!” Pone entonces música a todo volumen y prorrumpe en un monólogo.
Le dice a Chas:
Así que malabarista, ¿eh?
¡Sin duda es así!
¡Tus vibraciones te delatan!
¡Eres el hombre antigravedad!
¡El elegido del teatro Apollo!
¡Eres Keops y su maldita pirámide!
¡Ese sí que enterró a varios malabaristas! ¿eh?
Para cualquier lector de Borges, lo que sigue es una experiencia sobrecogedora. El vocalista de los Rolling Stones gira en la pantalla, una y otra vez, cada vez más rápido, como un místico sufí. Antes de que el espectador pueda recuperar su equilibrio y su aliento, Jagger espeta a los gritos:
¡Y los Tetrarcas de Sodoma y de Orbis Tertius! ¿Es así, no? ¿Es así?
Una vez más, parece increíble, pero es: Jagger acaba de hacer referencia a “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, otro famoso cuento de Borges, que relata la irrupción una ficción en la realidad cotidiana.
Al otro, a Jagger, es a quien le ocurren las cosas. A partir de entonces, un aura de psicodelia envuelve el film. La personalidad de estos dos hombres se desdibuja. El mafioso va perdiendo su ferocidad y su temple, a medida que se sumerge en ese ámbito decadente.
Mientras adopta peinados estrafalarios y se prueba batas de colores estridentes, el pobre Chas, antes rudo y firme, se va convirtiendo, poco a poco, en un ser disoluto, y opaco. Uno casi siente lástima por él. En contrapartida, el cantante va recobrando de a poco su vigor y su insolencia.
El rostro del poeta. Así cada personaje va asemejándose gradualmente al otro. En los últimos minutos del film, ya resulta difícil distinguirlos. Esto confiere a la película una atmósfera difusa y casi onírica. Y al igual que en “El Sur” y tantos otros cuentos de Borges, el final de Performance queda abierto.
Hay un disparo; la cámara sigue al proyectil en su trayecto mortal mientras atraviesa el cráneo de su víctima. En medio de ese extraño túnel aparece, repentinamente, un retrato de Borges. La bala choca contra el rostro del escritor, que termina astillándose en pedazos.
Simetrías.
“De ´El Sur´, que es acaso mi mejor cuento, básteme prevenir que es posible leerlo como directa narración de hechos novelescos y también de otro modo.”
-Jorge Luis Borges
Regresemos ahora a ese cuento. Juan Dahlmann cena en un almacén de provincia. Un grupo de pendencieros lo desafía a pelear. Dahlmann vacila, pero un viejo gaucho le lanza a sus pies una daga. En un acto casi reflejo, Dahlmann la levanta. Y siente entonces dos cosas:
La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, en su mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo mataran… Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor… Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
En 1996, deprimido por cuestiones personales, el guionista de Performance, Donald Camell, decidió quitarse la vida. Dicen que se pegó un tiro en la cabeza; pero al parecer sobrevivió durante unos minutos a esa herida mortal.
Mientras agonizaba recordó, al parecer, la última escena del film. Entonces le preguntó a su esposa, que llegó a presenciar su fin: “¿Puedes ver ya el rostro de Borges?”. Acto seguido, el cineasta murió, confirmando acaso el dictamen central de “El Sur”: “Al destino le agradan las simetrías y los leves anacronismos.”
(*) Martín Hadis es profesor, escritor e investigador universitario. Es autor de "Siete Guerreros Nortumbrios" (Emecé, 2011); "Literatos y excéntricos, los ancestros ingleses de Borges" (Sudamericana, 2006) y coautor de "Borges Profesor" (también publicado por Emecé Editores).