Una de las primeras preguntas que pido al alumnado al iniciar una clase con perspectiva de género, es pedirles que escriban en una hoja lo que creen que la palabra feminismo significa. A pesar de las marchas y los avances en la concientización mediática, es demasiado frecuente en las redes sociales -incluso en ámbitos universitarios- encontrar personas que malinterpretan ese significado. Aunque a muchos de los lectores les pueda resultar redundante, esta nota está destinada a un repaso reflexivo sobre su terminología, y por qué hay que estar atentos.
En primer lugar, “Ismo” es un sufijo que denota un sistema sobre la palabra a la que se agrega (en su uso popular, muchas veces se utiliza como exageración de lo que menciona, ejemplo: kirchnerista o macrista).
Cuando vamos al diccionario de la Real Academia Española y leemos la definición de machismo, encontramos: "Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón".
En razón del envión lingüístico, un sujeto desprevenido podría pensar que la definición de feminismo fuera: Actitud de prepotencia de las mujeres respecto de las hombres. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia de la mujer.
Sin embargo lo que se lee del diccionario es: "Feminismo: Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo".
Esta definición no es arbitraria ni posmoderna. El nacimiento del termino feminismo mencionado como tal empezó allá por el mil ochocientos...
Pero ahora se pone interesante el tema, porque feminismo no es el opuesto de machismo, sino que su opuesto es hembrismo (por más que dicho termino no figure en el diccionario todavía y muchos hoy lo reemplacen con el neologismo feminazi). Y el opuesto de feminismo, no es machismo sino masculinismo (por mas que dicho termino tampoco figure en el diccionario todavía y solo usemos el término feminismo por obvias razones sociales, políticas e históricas).
Entonces... pasando en limpio todo esto. Machismo y hembrismo serían lo mismo en cuanto a que describen a personas que dan un exceso de importancia a un sexo por sobre el otro. Y feminismo y masculinismo serían lo mismo: movimientos que bregan para la igualdad de derechos de los sexos.
Pero, ¿no sería algo chocante si señaláramos a las marchas feministas como masculinistas? Pues bien, eso “chocante” tiene que ver con que mas allá de lo que figure en el diccionario las palabras están encadenadas a otras palabras y nos remiten a sus significados. Por eso feminismo nos “suena” mas a un movimiento “a favor de la mujer” que una marcha por la “igualdad de genero”. Por lo tanto, si bien feminismo no es hembrismo (y es importante atravesar una etapa de antítesis para llegar a la síntesis), quizás más adelante, una vez instalada la idea con éxito, llegue el momento de diseñar un término neutro para denominar ese movimiento. ¿Humanismo?
La insondable injusticia del tratamiento sesgado que recibieron muchas mujeres por parte de la sociedad merece un tratamiento proporcionalmente delicado en lo discursivo.
Si una persona desprevenida de esta diferencia en el diccionario llegara a decir ¨no soy feminista¨ queriendo por ello -equivocadamente- indicar que no esta en favor de una fervor desmedido de un sexo en desmedro del otro, sería inmediatamente blanco de críticas que la tildarían de machista. Tal como hace poco sucedió con una reconocida actriz (Araceli González) que dijo lo mismo sin querer señalar que estaba en contra de la igualdad de los géneros.
Ser austeros en creatividad lingüística para tratar temas urgentes y delicados nos puede conducir a efectos colaterales indeseados. Si felizmente llegara el día en que hayamos superado esta etapa, podremos utilizar términos alternativos como vía para disponer de un terreno superador, pacífico y no ”reactivo” que como sociedad podamos responder para corregir siglos de injusticias en lugar de reaccionar es nuestro mayor desafío. Es sólo una reflexión.