SOCIEDAD
Sonre, Dios te ama (y te estamos filmando)

El Woodstock evangélico copó la 9 de Julio

Gorros, banderas y vinchas. Caos de tránsito y un mega-evento religioso-musical. El marketing hizo explotar de fe al Obelisco. Galería de fotos. Galería de fotos

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| Cedoc

La avenida 9 de Julio deja esta noche de ser la más ancha del mundo –según nos dicta nuestro nacionalismo asfáltico respaldado por el libro Guinness de los récords– para convertirse en la más ancha y creyente del planeta, cuando el gran aparato propagandístico del pastor evangélico Luis Palau entre en acción.

Poco y nada (17:00). Los fieles comenzaron a agolparse en la avenida "más larga y creyente del mundo". Con pecheras verdes los de seguridad; de naranja, los "amigos del festival", grandes colaboradores anónimos para que todo salga bien. Mientras se reparten los folletos del festival "Si a la vida", los móviles de la televisión empiezan a desplegar sus antenas para la transmisión y las pruebas de sonido llegan a su fin.

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Aunque todavía faltan cuatro horas para que Palau hable, ir cerca del escenario, ubicado al pie del Obelisco porteño, es imposible. Varios clubs de fans de Vico C, un rapero cristiano autodenominado "el filósofo del rap", coparon esa zona y es impenetrable.    

Del otro lado de la avenida, los vendedores ambulantes organizaban su stock de gorras con la leyenda "Yo amo a Jesús", vinchas de "Sonríe, Jesús Te amo", camisetas argentinas de "Jesús, el Nº1", pines y cuanto objeto evangélico tuvieran. El marketing es como Dios (para los creyentes) y el sol, aunque no lo veamos siempre está.

La gente va llegando al baile (18:30). Ya cortaron las calles, la policía trazó un cerco de cintas blancas y rojas, las ambulancias están posicionadas y los chorizos empiezan a quemar su grasa en las cada vez más calientes e improvisadas parrillas.

Al merchandising Jesús-marca-registrada ya se le sumaron ex adictos a la droga que reparten caramelos a cambio de donaciones, hombres que ofrecen banquitos de plástico sin ninguna inscripción religiosa a 12 pesos (10, si uno regatea), y los infaltables heladeros y pancheros Hasta unos payasos y el mismísimo dinosaurio Barney están expectantes por la venta de globos y la inminente llegada de Palau.

Los fieles viven este día como una verdadera fiesta de música, comunión, oración y agradecimiento al todopoderoso y su hijo Jesucristo. El número de personas se cuadruplicó en esta hora y media. Las familias arreglan dónde encontrarse después del show, cuyo programa promete y mucho. El marco es imponente y a medida que cae el sol, el grueso de gente se incrementa. Todos llegan con una sonrisa dibujada en su rostro. Todo es buena onda, todo es calma, amor y paz.

Empieza a sonar el gospel y los rezagados corren para encontrar un buen lugar. Sino, tendrán que verlo por alguna de las pantallas gigantes o, por unos pesos, comprar unos binoculares; los venden por todas lados. La fiesta comenzó, hay baile, gritos y algunos desafinados de antología que cantan su amor a Jesús, pero aún falta el protagonista.

Arrancó, agárrese quién pueda (21:15) Salió Palau al escenario y la expectativa crece, pero no explotó la multitud. Con preguntarle a un puñado al azar alcanza para saber que no todos conocen a ese viejito de pantalones caquis y camisa azul con sonrisa de abuelo que hablar por el micrófono. La razón que los convoca a todos, transciende al polémico personaje de Palau y es una sola: Jesucristo.

El Woodstock evangelista recién empieza. Cientos de miles de personas, desde acá abajo es un mar de gente cuyo horizonte es incalculable, oran y gritan "aleluya" cuando el pastor argentino de acento centroamericano lo pide. La mayoría disfruta, se nota en el calor humano que sube.

Que la fiesta termine en paz o que sea lo que Dios quiera. ¡Amén!

(*) Redactor de Perfil.com