Enrique Shaw, un empresario argentino que promovió la evangelización del mundo empresarial e impulsó el crecimiento humano de los trabajadores, inspirándose en la doctrina social de la Iglesia católica, podría convertirse en el primer hombre de negocios del mundo en ser declarado santo, si prospera una causa que fue impulsada por el actual Papa Fancisco cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Días atrás, el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mario Poli, aprobó que el trámite sea remitido a la Santa Sede, al reconocer la ejemplaridad de vida de este laico, fallecido hace 51 años, fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), y de quien se asegura "humanizó la fábrica".
El papa Francisco abrió la causa canónica el 25 de agosto de 2005 cuando era arzobispo de Buenos Aires y el cardenal argentino Jorge Mejía fue quien el 11 de septiembre de 1996, durante un Foro de ACDE, propuso iniciarla.
Visto de los fieles. "Será un santo de traje y corbata, que andaba en motoneta, auto y avión, un hombre de nuestros tiempos y nuestra patria, que nos dice que la santidad es posible en el mundo de hoy", afirmó el postulador de la causa, Juan Navarro Floria. Su nombre podría sumarse pronto a la lista de beatos argentinos compuesta por el indio mapuche Ceferino Namuncurá, las monjas Crescencia Pérez, María Tránsito de Jesús Sacramentado y Nazaria Ignacia March Mesa, el salesiano Artémides Zatti y la laica Laura Vicuña, y por esto, en 2001 Shaw ya fue declarado "Siervo de Dios", el primer paso de cualquier candidato a los altares católicos.
En su libro "El Evangelio de los audaces", los españoles Gustavo Villapalos y Enrique San Miguel lo consideran uno de los laicos católicos más destacados por su compromiso religioso, político y social en el siglo XX y lo retratan junto a personajes como Konrad Adenauer, el rey Balduino de Bélgica, Robert Kennedy o Aldo Moro.
Hijo de argentinos -Sara Tornquist y Alejandro Shaw-, Enrique nació en París el 26 de febrero de 1921 y conoció Argentina cuando tenía dos años. Su madre falleció cuando él tenía apenas cuatro años de edad, pero le había hecho prometer a su esposo que sus dos niños serían educados bajo la fe católica. Y, a pesar de no ser un católico practicante, el padre cumplió con su promesa y puso a sus hijos bajo el cuidado de los Hermanos de la Salle.
Enrique Shaw ingresó a la Marina -donde llegó a ser teniente de fragata- y el 23 de octubre de 1943 se casó con Cecilia Bunge, hija del fundador de Pinamar-, con quien tuvo 9 hijos. Desempeñó distintas misiones en la Armada hasta ser designado para realizar un curso de meteorología en los Estados Unidos en 1945. Posteriormente, siendo militante de la Acción Católica, fue detenido durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
Con los años, se dedicó al mundo empresarial y llegó a ser director de "Cristalerías Regolleau", donde tenía a cargo a 3.400 obreros y desde donde impulsó -en plena presidencia de Perón- una caja previsional propia, además de una mutual para brindar servicios médicos, subsidios por enfermedad y préstamos para urgencias en casos de casamiento, nacimiento o fallecimiento. Una de sus consignas era: "Debemos crear trabajo… y cuanto más eficiente sea nuestra labor, más recursos tendrá la Providencia para repartir entre pobres y necesitados".
Relación con todos. Su vida privada era sencilla y devota. Llevaba asiduamente a sus hijos a la empresa donde trabajaba para enseñarles a relacionarse con los obreros, a quienes conocía por sus nombres y recordaba sus problemas. No tenía chofer, asistía a la Iglesia del Pilar (Recoleta) donde escuchaban la misa en familia y descansaban en una quinta familiar de San Miguel o en el balneario bonaerense de Pinamar.
Quienes lo conocieron aseguran que aportaba préstamos de su propio bolsillo para alguna urgencia que se presentara entre los obreros. "Es indispensable mejorar la convivencia social dentro de la empresa", decía. "Importa mucho que el dirigente de empresa sea accesible. Hay que humanizar la fábrica", consideraba Shaw.
Al convertirse en dirigente de empresa afirmó que deseaba trabajar para la paz social, para lo que necesitaba de una buena relación entre patrones y obreros. En 1952 -con el objetivo de que los empresarios “sean más cristianos”- fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) junto a colegas como Carlos Llorente, Hernando Campos, Miguel Nougués, Jorge Pérez Companc, Fernando Torquinst y muchos otros.
"Su pensamiento humanista cristiano, con un profundo sentido social aplicado a la conducta de los empresarios, ha sido un verdadero anticipo de los principios desarrollados más tarde en el Concilio Vaticano II", indica la Agencia Informativa Católica Argentina.
En 1961, cuando la empresa se vendió a capitales norteamericanos que querían despedir a 1.200 obreros, Shaw -ya enfermo de cáncer- se opuso terminantemente y viajó a Estados Unidos para proponer soluciones que evitaran los despidos, lo que finalmente logró. Volcado a la defensa de los derechos del obrero, participó en congresos, dictó conferencias, editó publicaciones, redactó su diario y varios manuscritos.
Mensaje. "No hay que olvidar que el obrero no es sólo un productor de riqueza", afirmaba. "Es un instrumento de la empresa, o un engranaje de la industria, sino un ser espiritual, cuya dignidad y valores humanos han de estar siempre en el pensamiento de aquellos que administran las riquezas de la tierra", sostenía el empresario.
Una de las mejores postales que lo muestran como "un dirigente distinto" fue cuando, muy deteriorado por su enfermedad, se pidieron dadores de sangre para sus frecuentes transfusiones: se presentaron unos 260 obreros de la fábrica. "Ahora sí puedo decirles que casi toda la sangre que corre por mis venas es sangre obrera", les dijo. "Estoy así más identificado que nunca con ustedes, a quienes tuve y consideré siempre no como simples ejecutores, sino también como ejecutivos", agradeció.
Consideración. Murió el 27 de agosto de 1962 a los 41 años. Su sepelio reunió a decenas de personas, mayoritariamente obreros, en el cementerio porteño de La Recoleta, donde monseñor Derisi manifestó: "Vivió para los suyos, para su hogar, para sus empresas, pero no en el sentido material sino para brindarse incluso a sus propios obreros, que lo querían no ya como a su patrón sino como a un amigo. Enrique Shaw puso todo su amor en las obras que emprendió, nunca supo decir 'no' para el bien, siempre encontró tiempo en su vida tan llena de trabajos, para prodigarse y darse a los otros sin medida".
"Shaw nos dejó un testimonio de vida intensa, de amor a Dios y al prójimo. Fue un empresario responsable, un laico comprometido, un padre amoroso, con una amplia cultura humanista e inspirado en la doctrina social de la Iglesia", aseveró monseñor Poli, actual arzobispo de Buenos Aires, al presentar los documentos que serán enviados a Roma.
El sucesor de Bergoglio definió al empresario como "un hijo de la Iglesia y testigo de la fe" con una "amplia cultura humanística" que vivió de manera intensa sus escasos años de vida.
(*) Especial para Perfil.com