En sus talleres de caligrafía, Silvia Cordero Vega, diseñadora gráfica y calígrafa, enseña a sus alumnos trazos básicos, minúsculas, góticas esenciales y mayúsculas trazadas con pincel. Son letras que ellos luego reinterpretarán hasta crear su propio alfabeto. “La clave está en disfrutar el acto de la escritura como un arte, bajo el conocimiento de lo histórico, encontrando la belleza a través de las letras”, explica Cordero Vega, una referente nacional en la materia.
Dibujar letras, aprender su composición, respetar el gesto artesanal de la mano y crear signos propios es parte del aprendizaje caligráfico, un “equilibrio entre diseño y arte”, según define la maestra, que hoy vuelve a cobrar impulso, en tiempos donde lo digital abarca casi todos los aspectos de la vida. “Volver a lo táctil tiene un valor agregado, agudiza los sentidos. Oler la tinta, oír el rasgueo de la pluma sobre el papel, jugar con las formas de las letras y tocar los materiales aporta una dosis de placer poco comparable a la de algo mecanizado y frío”, agrega. Y destaca el aporte que hoy hacen a la caligrafía las distintas manifestaciones urbanas, como el grafiti.
A esos cursos llegó hace dos años Carla Graciano, diseñadora gráfica y “nerd de las tipografías”, como ella misma se define. Hace más de una década que trabaja en el mundo del diseño editorial, y por eso pasa el día entero frente a una computadora. Eso fue, justamente, lo que la llevó a anotarse en el taller Letras Dibujadas, como les pasa a casi todos los que se acercan.
“Cuando trabajás de forma manual, el gesto de cada trazo deja una impronta de la tinta en el papel que siempre es diferente, porque nunca sale igual, y eso hace que tu trabajo sea único”, cuenta Graciano. Su pasión por la tipografía –el arte en el manejo y la selección de tipos para crear trabajos de impresión– la llevó también hasta el lettering, disciplina artesanal donde las letras se dibujan en forma personalizada y cobran impacto visual, para convertirse en palabras, logos o grupos de palabras, a través del uso de diversos instrumentos de dibujo.
Antidigitales. En contraste con el avance de la tecnología y la mecanización cada vez mayor de los procesos de escritura, la caligrafía y el lettering hoy ejercen una atracción especial entre los más jóvenes. Así lo observa la diseñadora Paula Rodríguez, socia del estudio Trineo y docente de tipografía en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA. “En la cátedra, usamos la caligrafía como una herramienta pedagógica. Y hay un montón de alumnos que deciden dedicarse a eso, como parte de este marco actual de regreso a los oficios, en oposición a la digitalización de la vida”, señala y, según agrega, si bien en la carrera de grado no está incluida como materia, es común que los alumnos tomen talleres con calígrafos y hagan “su camino personal”.
Según indica Guillermo Vizzari, tipógrafo, letrista e ilustrador, lo mismo ocurre con el lettering: “Parte de un gesto a mano alzada. Algunos lo definen como la madre de la escritura de la humanidad”, dice. Como mitad del dúo “Yani&Guille”, que conforma junto a Yanina Arabena, hoy realizan trabajos que van desde la cartelería para la feria gastronómica Masticar hasta campañas para empresas como Aerolíneas Argentinas, o vidrieras y pizarras de cafeterías. Es que hoy, pese a lo fácil y económico de imprimir letras en serie, las grandes firmas encuentran en el trazo artesanal la posibilidad de diferenciarse, ya sea con un logo o una tipografía creada especialmente para la ocasión (ver aparte). “Con tipografías podemos comunicar en mayor potencia, por eso fuimos introduciendo el dibujo de letras a través de diferentes disciplinas. Hay un diferencial en el hecho a mano, y las marcas nos piden que registremos ese proceso”, dicen.