Las personas que deciden vivir en comunidades cerradas se manejan en círculos sociales muchísimo más estrechos de los que pueden darse en la ciudad. Esto hace que quienes buscan relaciones transgresivas las jueguen con personas conocidas, forzados por la falta de interlocutores.
Pero tal como dice el dicho “pueblo chico, infierno grande”. Los ojos de los otros siempre están encima de la vida de uno. Así como en la gran ciudad nadie se atrevería a cuestionar directamente a su vecino porque tiene amantes mientras su familia está de vacaciones, ni tampoco se plantearía vender su departamento porque en el piso de abajo sucedió un crimen, esto sí ocurre en los núcleos endogámicos.
Freud decía que es bien sabido que en la vida matrimonial la tentación por la infidelidad es moneda corriente. Un ejemplo concreto de cómo el entorno puede condicionar estas relaciones son los casos de infidelidad que se dan en un ámbito reducido. Una mujer o un hombre que descubre que su pareja tiene un amante que no conoce cuenta con mejores posibilidades de elaborar la infidelidad. Distinto es cuando el otro es una persona conocida, o del círculo íntimo. En esas situaciones el engañado debe afrontar la ruptura de dos relaciones afectivas: la de su pareja y la de su amistad.
En las comunidades cerradas estos conflictos son más costosos y traumáticos que en ambientes exogámicos y generalmente salen a la luz a partir de una cuestión dramática o trágica. La respuesta más habitual es una ruptura abrupta de las relaciones afectivas, y en los casos en que se impone el mecanismo negador, éste se da de una manera mucho más marcada. A lo mejor la persona racionalmente conoce éste engaño, pero no puede aceptarlo conscientemente y convive con eso como si no pasara.
* Psiquiatra y psicoanalista.
Los perímetros de la infidelidad
En los núcleos endogámicos las relaciones extramatrimoniales se dan con personas del círculo íntimo. Cuando el conflicto estalla todo se vuelve traumático.
