En la galería hay una larga fila de rostros con una breve reseña de su corta y dramática historia. Son cincuenta fotos que representan las vidas que quedaron truncas, a causa de la inseguridad y la violencia extrema. “No quería esperar a que me maten a un hijo para generar conciencia”, explica la fotógrafa Patricia Terán, autora de la muestra Ausencia perpetua, jóvenes víctimas de la violencia en democracia, que se exhibe en el Centro Cultural Recoleta.
La muestra está inspirada en el libro de la filósofa Diana Cohen, Ausencia perpetua, sobre el asesinato de su hijo Ezequiel Agrest en 2011. “Me llamó la atención que en la mayoría de los casos existía la figura del reincidente: el asesino de Ezequiel tenía nueve condenas previas. Otro caso preocupante es el de una mamá que se cruza con el asesino de su hija en el súper. Aquí lo que es evidente es que lo único perpetuo son las ausencias y no las condenas”, explicó a PERFIL.
Por su parte, la mamá de Agrest destaca: “Parte de la muestra se consagra a retazos de la vida de Eze: el rostro cristalizado en un tiempo y un espacio, confrontado a los rostros de sus amigos, quienes prosiguieron sus vidas. Pero también expresa el fracaso de una política penal que propicia que de muchos de esos rostros se desconozca quién los arrancó de la vida”.