"A los cinco años ya empecé mi historia de mujer trans. Pero no fue hasta que terminé el secundario que empecé con los cambios de a poquito. Mi madre ignoraba la situación, empecé Magisterio para tener un sustento, quería ser artista. Intenté hormonizarme sola, porque ningún médico accedía. Tuve años muy difíciles –prostitución, golpizas– y después de una fisura en el prefrontal y en mi pómulo, entendí que merecía respeto. A partir de ese ataque, intenté que me reconstruyeran la nariz de una forma que enmarcara mi femineidad y recurrí a la Ley de Identidad de Género para poder refeminizar mi rostro y sentir que mi cuerpo era tal como me sentía”, así resume su relato Claudia Puccini (42), y sigue: “La obra social (Unión Personal) se negó, y tras el patrocinio jurídico del Inadi se generó un amparo judicial que permitió que, en diciembre, el juez emitiera una sentencia total a mi favor. Aunque aún hay varias cuestiones más que necesito conseguir, esta operación es de importancia vital para mí”, agrega.
El caso de Claudia es paradigmático porque es el primero en el país que obliga a una obra social a no considerar “cirugía estética” a una operación de feminización de rostro y cubrirla a una mujer trans afiliada. Esto permite, además, que se cumpla el articulado de la Ley de Identidad de Género –pionera en el mundo y que el próximo 9 de mayo cumple 7 años–, que pone en el centro la autopercepción y la vivencia de las personas sobre su propio cuerpo. No establece, a diferencia de lo que ocurre en otros países, ningún tipo de tratamiento psicológico, protocolo o procedimiento médico (psiquiátrico, hormonal, quirúrgico) como requisito para el reconocimiento de la identidad, y garantiza el acceso a las modificaciones corporales a través de la hormonización y/o intervenciones quirúrgicas, siempre y cuando sean expresamente decididas y solicitadas por la persona mayor de edad, o el cambio registral.
“Estos casos testigo son necesarios porque lo que hacen es abrir camino: la víctima de discriminación es una persona que está siendo vulnerada en sus derechos, señalada por una sociedad que no le reconoce las cuestiones básicas y lo que genera es un espacio para que digan ‘éste es mi derecho, me asiste, y me pueden acompañar”, asegura Analía Miskowiec, directora de Asistencia a la Víctima de Inadi, que acompañó los casos.
“Estos casos testigo son necesarios porque lo que hacen es abrir camino: la víctima de discriminación es una persona que está siendo vulnerada en sus derechos
También el de Juan D., que pidió resguardar su identidad y vive ahora fuera de la Argentina, pero logró también a través del patrocinio de Inadi que su prepaga le cubra la mastectomía, la histerectomía total y la faloplastia, que debe realizarse en dos etapas. “En este caso, la negaban porque decían que no tenían médicos en cartilla que pudieran hacerla. En realidad, las posponen porque son muy costosas. Y las personas trans finalmente esperan, o las van haciendo en partes, o en forma particular”, agrega Miskowiec.
Florencia Feldman, referente de la agrupación 100% Diversidad, cuenta que reciben “al menos dos reclamos semanales porque las obras sociales y las prepagas no quieren hacerse cargo de los tratamientos”. Es por eso que junto a otras cincuenta organizaciones presentaron la semana pasada una nota a la Secretaría de Salud de la Nación para que “emita una resolución aclaratoria a las prestadoras de salud que deben hacerse cargo del costo total de los tratamientos, tal como dice la Ley de Identidad de Género”, amplía Feldman. “Las obras sociales y prepagas solo quieren pagar el 40% o 70%, mientras que hay otros casos en los que hay que pelearse para que reintegren el dinero”, sentencia.
Ser quien se es. En Tucumán, Fiorenzo Rubino –que aún no cumplió la mayoría de edad– logró no solo su cambio registral, sino también hacerse la mastectomía para ir logrando el cuerpo que lo identifica. Su papá, Omar Rubino, cuenta que “Me lo dijo primero a mí, a los 15 años, lo charló antes con su doctora, y todo comenzó a suceder muy rápido. En 6 meses, tenía el cambio de documento, y como nos ‘ninguneaban’, buscamos ayuda”, dice. La delegación local de Inadi lo asesoró y acompañó en el proceso de su cambio de identidad y registral. “Fiorenzo sabía todo. Todo. Era como una biblioteca y hacía tiempo que lo venía charlando con su doctora, que tiene otros pacientes trans. Nos estaba educando a nosotros; nos educa todavía”, asegura.
CP