Sergio Ríos es formoseño, tiene 47 años y vive en Rosario. Es comerciante y lo conocen como “Ricardo Fort” por su parecido con el millonario. Asegura que su actividad está relacionada con el servicio técnico de celulares, pero en la foto que ilustra esta nota aparece como uno más entre efectivos de la Policía Federal tras un exitoso operativo de la delegación de Drogas Peligrosas de Rosario. La imagen, que fue capturada en 2009 en Misiones, tomó estado público cuando la casa de Ríos, alias “Ale”, fue allanada por orden del juez Juan Carlos Vienna en el marco de la investigación que intenta desbaratar a la banda Los Monos, liderada por el clan Cantero.
Esas fotos fueron halladas en la computadora personal de Ríos, hoy preso por ser considerado parte de la banda narco rosarina. El técnico fue procesado por “asociación ilícita y encubrimiento agravado”. Dotaba a la banda de la “renovación y provisión de chips de líneas de telefonía celular” para que los integrantes de la organización “pudieran eludir” el monitoreo de las comunicaciones por parte de la Justicia. En la vivienda encontraron, además, una gorra y una placa de metal de la Policía Federal. Las imágenes les costaron a los federales declarar ante la Justicia. Coincidieron que había sido llevado por el jefe policial que dirigió el operativo pero no pudieron explicar qué hacía en el allanamiento un miembro de “Los Monos”.
“En cada baldosa que levantás te encontrás con un policía vinculado al narcotráfico. Está todo contaminado. Es terrible. Incluso, a través de escuchas, sabemos que los que están presos todavía se comunican con los miembros de las bandas por celular”. La frase de una alta fuente a PERFIL de la Federal ilustra el problema que representa el fenómeno de los narcopolicías en Rosario. Pese a que varios de sus miembros están en prisión, la banda continúa activa. La fuente precisó que siguen las escuchas a policías de Santa Fe y que “son numerosos” los efectivos vinculados al narcotráfico. Para los responsables de la megacausa, los funcionarios públicos no fueron meros “informantes” sino que consideran a algunos de ellos como parte de la banda.
“Ale” no es el único presunto integrante de la banda rosarina que mantiene aceitados vínculos con las fuerzas de seguridad provinciales y federales. Desde temprano, los líderes entendieron qué elementos eran necesarios para mantener el control y extender su poder sobre el territorio de la zona sur. Uno de ellos, y quizás el más vital, fue garantizar la cercanía con aquellos que debían vigilarlos.
Dentro del organigrama narco, los encargados de mantener la relación con los agentes eran Ramón “Monchi” Machuca –hermanastro de Claudio “Pájaro” Cantero y Ariel “Guille” Cantero”– y Mariano Ruiz, mano derecha del Pájaro. “A Guille no le gustan los policías”, por lo que no tenía contacto con ellos, mencionó un informante.
En la causa, los testigos manifiestan que el policía más allegado a Monchi era Juan “el Chavo” Maciel. También aparecen como cercanos al núcleo de la banda Cristian Floiger, jefe a cargo de la Dirección General de Control y Prevención de Adicciones Zona Sur; el comisario Gustavo “Gula” Pereyra (investigado pero liberado por falta de mérito), y Waldemar Gómez, agente de la Brigada Operativa de la Federal.
La función de los efectivos quedó clara gracias a las escuchas que constan en la causa. Así, se desprende que aseguraron la impunidad de la banda al brindar protección, entrega de municiones e información sobre operativos y el estado de salud de personas heridas en enfrentamientos, entre otros. Todo a cambio de dinero.