Italiana de nacimiento, argentina por adopción desde los 14 años, Elisa Forti es una abuela fuera de serie: a los 81 años cruzó por tercera vez la Cordillera de los Andes corriendo y ahora, a los 83, tiene otra meta. La octogenaria abuela tiene por objetivo llegar a la cima del Aconcagua.
El desafío ya tiene fecha: el 15 de febrero buscará escalar el cerro Aconcagua, que con 6.962 metros es la cima más elevada de América. “Se vale de su pasión por la naturaleza, un disciplinado entrenamiento pero, sobre todo, su experiencia como maratonista”, escribe el periodista Ramiro Barreiro de ‘El País’. “Porque las joyas que se cuelga esta abuela no son collares, sino medallas”.
La última vez que hizo “El Cruce”, una competencia de running que dura tres días con etapas que oscilan entre 25 y 40 kilómetros cada una, recorrió en total 104 kilómetros en 72 horas. “El desafío surge porque adoro la naturaleza, me anoté porque lo hice hace dos años y ahora quería volver a repetirlo”, contó Elisa en esa ocasión.
Elena nació en un pueblo cerca de Como, Italia, y vivió cerca de Milán, pero la familia tuvo que venir a Argentina tras la Segunda Guerra Mundial. En Buenos Aires fundó una familia grande, con cinco hijos, once nietos y hasta ahora tres bisnietos, pero Elena no se conformaría con ser una ama de casa. Por eso, cuando le propusieron conquistar el Aconcagua, su respuesta fue asombrosa: “Yo nunca cierro la puerta a nada”.
Practicó deportes desde muy joven, escaló montañas, corrió en maratones, nadó en piscinas olímpicas. Hoy lamenta no haberse aficionado al ski y al buceo, pero se dedica a su gran pasión, que es correr. A los 73 años sorprendió al correr 25 kilómetros en Tandil y en 2013, 2015 y 2016 se enfrentó a su más grande desafío, cruzar la cordillera. La aventura no fue fácil: en 2015 hizo el cruce con una fisura en una costilla que, a pesar del dolor, no le provocó ningún otro tipo de contratiempo.
“Trepar, caminar y cruzar ríos es algo exigente, pero es muy hermoso hacerlo porque me gusta la naturaleza, yo nací en la montaña”, explicó Elena en una entrevista. “Pero lo que te da el running es la parte social, y eso te da ganas de ir”. “Con una vida tan ocupada pero tan saludable, Elisa no tiene tiempo para lamentarse, ni para enfermarse”, dice el cronista. “Todas las mañanas completa una hora de entrenamiento pero ahora también nada, juega al tenis y hace pruebas de resistencia”.