La basura plástica crece a ritmos agigantados. Según datos recopilados por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), cada 365 días se vuelcan en los océanos alrededor de 11 millones de toneladas de residuos de todo tipo, pero especialmente plásticos. Y de todos los residuos sólidos posibles, los plásticos son los más abundantes en el mar y las costas, ya que representan casi el 80% del total. Justamente, para tratar de lidiar en forma prematura con ese problema, un equipo de científicos argentinos acaba de completar la primera prueba para ver si es posible detectar, localizar y monitorear la presencia de trozos de plástico flotando en el mar, a partir de imágenes satelitales.
Que el plástico es algo ubicuo no es noticia. Según datos publicados por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, en las dos primeras décadas de nuestro siglo ya se produjo el 50% del plástico que se fabricó en toda la historia. Y de los dos millones de toneladas anuales que se producían hacia 1950, hemos pasado en la actualidad a más de 450 millones. Las previsiones señalan que, de continuar a este ritmo, dicha cantidad se duplicará para 2050.
Por supuesto, no están en duda sus estropicios. De acuerdo con la 6ª edición del Censo de Basura Costera Marina hecho por Mundo Marino en la provincia de Buenos Aires, el plástico resultó ser el contaminante más común (73,7%) de las playas. Y en un artículo reciente publicado por Verónica García, especialista en Ecosistemas Marinos de la ONG Fundación Vida Silvestre Argentina, puede leerse “en nuestro país los residuos plásticos afectan al menos a 32 especies marinas que se ven dañados por su ingestión y los enmallamientos”.
Los seres humanos no estamos exentos de los daños. Debido a la degradación del sol, el mar y los microorganismos, los plásticos se van rompiendo en fragmentos y llegan a ser microplásticos (menores a 5 mm) y nanoplásticos (menores de 1 um). Estos pueden ser consumidos por organismos marinos y así la contaminación entra en la red trófica y llega hasta las personas. De hecho, investigaciones recientes mostraron que la sangre, los pulmones, el colon, la placenta, la materia fecal y hasta la leche materna contienen microplásticos.
Justamente para intentar prevenir este problema se armó un equipo de expertos que suma profesionales de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep) y Prefectura Naval. “Es un proyecto auspiciado por la Agencia Espacial Europea que busca comprobar si es posible detectar plásticos flotando, a partir del análisis de imágenes satelitales”, le explicó a PERFIL Sebastián Heredia, responsable del Área de Desarrollos Avanzados en la Gerencia de Vinculación Tecnológica de la Conae. Y agregó: “En esta primera campaña hicimos mediciones en tierra de cajones de pescado y de botellas (algunos de los residuos más característicos que se observan en las playas y aguas) para obtener la firma espectral de estos elementos”. Luego embarcaron, y en puntos precisos del océano, a unos cinco kilómetros de la costa de Mar del Plata, los científicos hicieron flotar cajones plásticos como los que usa la industria pesquera y que fueron agrupados formando una especie de “isla de plástico” que remolcaron mientras los satélites tomaban imágenes.
Actualmente esas tomas están siendo analizadas para comprobar si es posible poner a punto un algoritmo capaz de “repasar” las imágenes en forma automatizada y detectar la presencia de plásticos flotando en mar abierto. “Por ahora no existen herramientas específicas para esta tarea”, explicó Heredia. “Si logramos ponerla a punto, sería realmente útil para monitorear estas “islas de plástico” que se forman de manera espontánea y se desplazan por agua”.
Las pruebas científicas se hicieron con tomas satelitales hechas dentro del espectro óptico, a partir de las pasadas realizadas por el satélite Sentinel 2 perteneciente a la Agencia Espacial Europea. También emplean imágenes tomadas por los satélites SPOT, especializados en teledetección de usos civiles.
Además, de ser necesario, estas localizaciones de basura observadas desde los satélites se podrían complementar con fotografías de drones que servirían, incluso, para identificar el tipo de basura flotante. Con su presencia, tamaño relativo y composición detectada es posible seguir su derrotero y –eventualmente– planificar alguna acción preventiva para recoger la basura y disponerla en forma realmente sustentable.