Entre mares y dunas, el Viejo Hotel Ostende, el punto turístico más icónico del balneario homónimo de la Costa Atlántica, no quiero romper su récord centenario y, a punto de cumplir sus 108 años de vida, se apresta a rencontrarse con los turistas.
A 355 kilómetros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el hospedaje que tuvo entre sus huéspedes ilustres a Antoine de Saint-Exupery, autor de "El Principito", y a los escritores Adolfo Bioy Casares y su esposa Silvina Ocampo, supo llamarse Hotel Termas, en sus comienzos.
El viento marino y las dunas revueltas siempre fueron su marca de fragua. Los lugareños recuerdan aún que, cuando el pionero Carlos Gesell visitó Ostende, por primera vez en 1931, tuvo que ingresar al primer piso del edificio por una pasarela de tablones, porque la arena tapaba por completo la planta baja. Aún así, el hotel funcionaba a pleno y entrar por ventanas era una aventura cotidiana y habitual.
La ciudad recibió su nombre del belga Ferdinand Robette y el italiano Agustín Poli que compraron una fracción de 14 kilómetros cuadrados de dunas a la familia Guerrero, propietaria de una larga extensión de terrenos en la zona. Llamaron Ostende al lugar, porque dijeron que les recordaba al balneario del Mar del Norte. Se propusieron entonces desarrollar un proyecto urbanístico sencillo, pero similar a los balnearios europeos. Montaron una fábrica y dieron empleo a trabajadores japoneses y quisieron trazar una avenida central de 50 m de ancho y una rambla con pilares, que no se terminó.
Ostende y el mar
Tenía 80 cuartos frente al mar, con amplios salones, espacios de lectura, salón de juegos, práctica de esgrima, un restaurante, jardines de invierno e incluso una fábrica de pastas y de delicias dulces.
Entre los años 1928 y 1930 varias veces se alojó en Viejo Hotel Ostende el francés Antoine de Saint-Exupery. Su cuarto nunca más fue utilizado por los huéspedes y todo está como era entonces, incluso la cama de latón verde, con su respaldar de cisnes.
El hotel exhibe reproducciones de los bocetos que el aviador incluyó en su obra "El Principito".
Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo conocieron el Viejo Hotel Ostende en la década de 1940, y se inspiraron en él para escribir su novela policial "Los que aman, odian", la única que escribieron juntos.
Tras tantos años de vida, el hotel también ha sido parte de muchas de las historias de vida de sus huéspedes. Cartas, recuerdos y agradecimientos testimonian momentos inolvidables. Un hombre, por ejemplo, contó en una carta que había nacido en el Hotel el mismo día en que una ballena quedó varada en la playa (la quijada del animal está expuesta en una galería del primer piso).
El hijo de uno de los albañiles que levantaron el hotel, en 1913, relató que su hermana Rosa fue la primera mujer que nació en el hotel y que estuvieron a punto de llamarla Ostendina. Varios recuerdan a un matrimonio de veraneantes que, en los años 30, exigían al personal que a la hora de almorzar, le sirvieran a su perro su comida, pero en la vajilla del hotel, como a cualquier otro comensal.
A pesar de que la arena lo taponó varias veces y el viento hostil le hizo jugar algunas malas pasadas, el Viejo Hotel Ostende nunca dejó de funcionar.
Incluso en pandemia, la próxima será su segunda temporada desafiando al COVID-19. Ahora cuenta con cincuenta habitaciones, algunas en el sector antiguo, otras en un sector remodelado, además de una zona de departamentos más modernos, pero con detalles de época. Los responsables aseguran que tomarán todas las medidas sanitarias vigentes para garantizar una estadía memorable, y sin riesgos.
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