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actualizaciones educativas

Los nuevos desafíos formativos de la educación superior en la era digital

Las casas de altos estudios tienen que actualizarse a los tiempos del mundo del trabajo; por ello es fundamental motivar a los alumnos con las nuevas tecnologías y en habilidades de programación y gestión de datos.

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En clases. La mayoría de los trabajos profesionales son crecientemente “híbridos”, y requieren interactuar con programas informáticos y con tecnología de alguna manera. | gza. ucema

La transformación digital de la economía está reescribiendo las reglas de los negocios en mayor o menor medida en todas las industrias y sectores, y ha impuesto un ritmo de cambio e innovación vertiginoso, que hace difícil proyectar el futuro.La educación universitaria no escapa a este fenómeno. Está claro que el mundo de la educación cambió, y que este cambio apenas comienza. Como en tantos otros sectores, se trata de un proceso de cambio donde abundan las preguntas y son pocas las certezas. Sin embargo, hay algunas conclusiones y aprendizajes que pueden empezar a extraerse con cierto grado de certidumbre.

Cambios. Como el tema es enorme, me voy a enfocar en un aspecto más específico: los objetivos de aprendizaje, las competencias y habilidades que tiene sentido priorizar en la enseñanza universitaria. No cabe duda que la nueva economía requiere definir objetivos de aprendizaje diferentes respecto de aquello que tuvo sentido impulsar en otros tiempos. Para empezar, está claro que la acumulación y memorización de información fáctica ha perdido enorme relevancia, en un mundo donde cualquier dato puede “googlearse” y tornarse disponible en un instante. Se ha achicado muchísimo la ventaja de los “memoriosos”. En contraste, cuando el 49% de los pedidos de empleo en EE.UU. en el cuartil de posiciones mejor pagas indica como requisito excluyente habilidades de programación, el mundo del “coding” no puede quedar acotado al escaso puñado de ingenieros informáticos y científicos computacionales que logran egresar de estas carreras cada año. Hay cantidades de competencias que son esenciales en el mundo del trabajo de la nueva economía, y que apenas registraban hace cinco años. Por ejemplo, el manejo de herramientas de visualización de datos como requisito solicitado en una búsqueda laboral creció +2.574% en los últimos cinco años. Podemos identificar una secuencia de cambios concatenados en el mundo del trabajo que están reescribiendo las reglas en materia de preparación universitaria requerida: (1). Muchas tareas predecibles y relativamente lineales que antes realizaban las personas se están automatizando de la mano de la tecnología; (2). Esto amenaza con hacer desaparecer por completo algunos puestos, pero principalmente está reemplazando algunas tareas en casi todos los puestos; (3). En consecuencia, la mayor parte de los trabajos profesionales son crecientemente “híbridos”, y requieren interactuar con programas informáticos y con tecnología de alguna u otra manera; (4). La era digital es la era de los datos: las nuevas tecnologías generan cantidades crecientes de información, la cual se utiliza, de la mano del data mining y la inteligencia artificial, para construir ventaja competitiva en todos los sectores y en la mayoría de las profesiones. Esto explica por qué, habilidades de programación y de gestión de datos se “cuelan” en una cantidad creciente de puestos. Si la educación superior pretende servir los requerimientos del mundo del trabajo, está claro que este tipo de competencias deberán permear un número creciente de programas académicos, como en otros tiempos ocurrió con las habilidades de escritura, el manejo de planillas de cálculo tipo Excel, o el manejo de idiomas. Pero la historia no termina aquí, hay un factor adicional que es aún más disruptivo que la secuencia anteriormente señalada: en un mundo donde todo cambia, las habilidades de innovación, y la capacidad de aggiornar competencias y seguir aprendiendo a lo largo de la vida resultan fundamentales. Casi todos vamos a trabajar de una forma significativamente diferente en diez años respecto de cómo lo hacemos hoy. Y si vamos a mantenernos profesionalmente vigentes, no queda otra que seguir aprendiendo.

Nuevas formas. El desafío más profundo y estructural de la formación universitaria actual es enseñar a aprender. Una parte de este desafío pasa por alimentar la curiosidad, generar experiencias de aprendizaje que sean desafiantes y a la vez placenteras, en las que se generen muchas preguntas y se obtengan limitadas respuestas, pero también donde se vivencie cómo las limitadas respuestas que tenemos nos permiten operar sobre la realidad y tener un impacto transformador. Otra parte igualmente importante de enseñar a aprender es romper con el esquema en el cual el profesor lleva de la mano a los alumnos en cada paso del proceso de aprendizaje: los alumnos tienen que aprender a investigar, a nutrirse de diversas fuentes, saltar al vacío y toparse con el mar de información que existe, aprender a identificar lo esencial, lo relevante, a distinguir qué fuentes de información son confiables. Y cuando hablamos de fuentes, esto involucra tanto libros y publicaciones científicas como sitios online, tanto los autores reconocidos como el testimonio vivo de los profesionales ya egresados que ponen todo ese capital intelectual en uso todos los días en el mundo del trabajo. Aprender con otros y aprender de otros, saber nutrirse de pares, del equipo, y también de mentores.

Finalmente, una dimensión crítica para aprender a aprender que debemos desarrollar en la Universidad es el método y la disciplina. La paciencia para dedicar a un tema muchas horas por día durante un período sostenido de tiempo. La atención y el foco. La práctica de entrenar lo aprendido hasta hacerlo carne. En esto no hay atajos.

En algún sentido, podría decirse que aprender nunca fue tan fácil, ni estuvo a disposición de tanta gente. Hay cantidades enormes de cursos gratuitos online disponibles, en plataformas de muy buena calidad como EdEx o Coursera por nombrar algunas. Sin embargo, el 95% de los enrolados en cursos online de nivel universitario han recibido alguna formación universitaria presencial previamente. Y aun así la tasa de deserción de los cursos online ronda el 90%: muchos los inician, pero casi nadie los completa.  

Las personas que más beneficio obtienen de estos nuevos recursos educativos digitales son mayormente quienes ya se educaron. Los previamente entrenados en el arte de aprender.

*Directora de las Licenciaturas en Negocios Digitales y en Administración de Empresas de la Universidad del CEMA).