COLUMNISTAS
PANORAMA / EPICA CAMBIEMOS

El devenir de una ilusión

El Gobierno se esfuerza en crear una nueva utopía, cuando parece esfumada la solución única de salir al mundo. Distintas magias.

1329_cangelis
MACRIAVELO MAURICIO MACRI | DIBUJO: PABLO TEMES

Si se piensa la política como un acto de ilusión colectiva, se puede también pensar que los líderes políticos son ilusionistas y prestidigitadores, los magos de nuestro tiempo. Para ser exitosos, los aspirantes a magos modernos deben generar una utopía entre sus votantes y seguidores. Esta debe basarse en elementos de lo real, pero también sumar el deseo, las emociones y las aspiraciones a futuro.

De magia somos. Habitualmente se califica al “pensamiento mágico” como primitivo, irracional y engañoso; sin embargo, convivimos con él. Qué otra cosa son las publicidades, los deseos de fin de año, los reportes económicos o las promesas electorales, sino un cúmulo de esperanzas depositadas para un futuro siempre incierto. Marcel Mauss (1872-1950), en su Esbozo de una teoría general de la magia, plantea que los magos (al igual que los políticos) saben que la magia es el arte de los cambios, del movimiento, y sus logros se evidencian en su eficacia. “El alma vuelve y la fiebre se va”, dice Mauss. El autor francés también señalaba que la magia suele contener el sacrificio, que sin embargo debe experimentar preferentemente otro, excepto por un corto lapso. Siempre se debe ver la luz al final del túnel.

El peronismo construyó su propia estructura mágica en torno a un cambio en la condición social a futuro: la movilidad ascendente. La certeza de que los hijos iban a vivir mejor que los padres ha sido una narrativa excepcional, y de allí su persistencia en el tiempo. Pero eran momentos en los que se podía esperar al futuro.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

El kirchnerismo buscó recrear esta perspectiva pero con otra temporalidad; la movilidad debe ser inmediata: aquí y ahora. La velocidad es una característica cardinal de estos tiempos, por eso los gradualismos fracasan en estos días; los agentes quieren ver resultados instantáneos, fruto de la ansiedad propia de la condición posmoderna.

Cambiemos también construyó su narrativa mágica, buscando desmontar la anterior y generando la aspiración de la construcción de un país moderno, integrado al mundo, prometiendo eliminar la perturbadora (y culposa) disonancia de un país tan rico con tantos pobres. Ser como las naciones exitosas, una oferta imposible de rechazar. Esta fue una diferencia fundamental con las derechas conservadoras del siglo XX, que solo podían implementar sus programas a caballo de los golpes militares.

El futuro pasó hace rato. El gobierno nacional transita un agotamiento de la ilusión del futuro próximo; el derrumbe de la economía hace que la narrativa y la marca Cambiemos estén en crisis. El relato de atarnos al mundo, tan caro para el Presidente, no está funcionando. Ese mundo se ha vuelto proteccionista y dio la espalda a la Argentina en abril con la crisis cambiaria, generando una “tormenta” que hace al país más pobre y que ha arrasado en solo dos meses la lenta y sacrificada recuperación de la economía desde 2017. En este contexto, es muy difícil convocar a una épica del acuerdo con el Fondo Monetario, se conoce este truco del pasado que terminó mal.

Esta vez va a ser distinto, se insiste, frente a la incredulidad de propios y ajenos. Incluso madame Christine Lagarde dejó una frase enfática tras su paso por Buenos Aires, en un país donde los objetivos son un blanco móvil: “Hay que cumplir las metas de inflación”.

Un problema para Cambiemos es cómo llegar a las elecciones de 2019 evitando ser el “partido del ajuste”, esto es, una propuesta política que solo puede prometer sacrificios y austeridad. Sortear ese mote es una tarea casi imposible cuando el gobierno traza una ruta ¿inevitable? hacia el mega-ajuste frente a las dificultades de pago de las obligaciones externas. Una alternativa posible para “no quedar en soledad” es sumar a un acuerdo político a los gobernadores y al peronismo “racional”, mientras se esfuman los sueños de una nueva era de liberalismo con rostro humano.

Pero cuando la magia se termina, se clausuran las ilusiones y los procesos políticos se agotan. El desaliento se observa en ese encantamiento moderno que son las encuestas y que se presentan bajo el rótulo científico de evidencia empírica.
Aquí truena el desplome de la imagen del Gobierno, y del Presidente. Un problema es que pocos piensan que el año que viene va a ser mejor. Incluso en el núcleo duro de Cambiemos se vivencia la zozobra actual y se propone una salida que preocupa en la Casa Rosada: el ascenso de María Eugenia Vidal a maga principal.

Aquí, el discurso del optimismo a ultranza se ha vuelto un boomerang, como lo experimentó Marcos Peña, cuyo rol está cuestionado internamente. La ausencia de crítica es parte del core del PRO, como lo confirmó esta semana Alejandro Rozitchner en la entrevista con Alejandro Fantino.

Si bien el jefe de Gabinete no vincula su propia actuación con la crisis, no le quedó más alternativa que cambiar su discurso: “Los próximos meses van a ser un poco más fríos, un poco más tormentosos”, comentó, tomando al pie de la letra las metáforas meteorológicas creadas por el grupo de redacción de conjuros del corazón del macrismo.
 
Nuevo escenario
. Por esto el Gobierno necesita una nueva narrativa para transitar hasta marzo o abril pasando los duros meses en los que se espera lo peor en términos económicos y sociales. Esto implica iniciar nuevas líneas de conversación, como les gusta decir a los expertos en comunicación política. Se puede probar con viejas fórmulas exitosas del pasado, como impulsar al centro de la escena a la sacerdotisa mayor Cristina Kirchner. Pero responde con un truco de magia inesperado: el silencio. El acto tiene un efecto contraindicado, algunas encuestas comienzan a mostrar una paridad en ballottage, pero al mismo tiempo crece el número de los agnósticos, que se suelen presentar en la categoría “No sabe/No contesta”. También pareció una buena idea impulsar el desafío a otro mago de menor calado, pero que supo cautivar en sus días: Hugo Moyano. Allí fue mejor; “éste es un gobierno de facto”, dijo el líder camionero, para regocijo de las audiencias y los comunicadores sociales afines al macrismo.

La distracción es un concepto básico de los prestidigitadores; decía el protagonista de la película Los ilusionistas: “Nada es lo que parece”. Mostrar una cosa mientras se hace otra. Algunas distra-cciones se ofrecen en forma voluntaria, como el doctor Abel Albino ante el Senado en el marco del debate sobre la ley de aborto. El problema es que estos fuegos artificiales se extinguen rápido, y a veces el remedio puede ser mayor que la enfermedad.

*Sociólogo (@cfdeangelis).