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Defensor de los Lectores

La prensa de hoy no es la de ayer

En un clima gélido en el aire e hirviente en la sociedad, con un notorio exceso de pronósticos apocalípticos en las redes y en un puñado de medios poco confiables, pero con alto poder de virulencia, es indudable que el país transita una crisis de las que ya conocemos antecedentes y que en anteriores oportunidades produjo dolor, tristeza, violencia y pérdida de vidas.

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2001, NUNCA MÁS. Los medios observan el hoy con más mesura. | cedoc

En un clima gélido en el aire e hirviente en la sociedad, con un notorio exceso de pronósticos apocalípticos en las redes y en un puñado de medios poco confiables, pero con alto poder  de virulencia, es indudable que el país transita una crisis de las que ya conocemos antecedentes y que en anteriores oportunidades produjo dolor, tristeza, violencia y pérdida de vidas. Esta columna pretende, hoy, acercarse a los lectores de PERFIL para acompañarlos en la administración de una angustia que tiene condimentos distintos a los casos anteriores, al menos desde el marco del periodismo.

Lo observado en los últimos días permite diferenciar las posturas de la mayoría de los medios respecto de crisis del pasado y de estados que jaquearon –por acción, omisión o complicidad– la estabilidad democrática. Aunque de gravedad indudable, la volatilidad del mercado cambiario y sus consecuencias directas sobre la vida cotidiana no dieron paso esta vez a titulares catastróficos, a textos incendiarios o sospechosos de connivencia con posturas cercanas a la desestabilización. Tal vez porque está aún vivo el recuerdo de las jornadas de 2001, esta vez hay mayor mesura en los tratamientos periodísticos, incluso de medios  opositores.

Veamos algunos momentos similares de las últimas décadas:

  • La constante mención, sin análisis crítico o de rechazo, de las presiones y planteos militares durante el gobierno  de Arturo Frondizi (1958/1962) solidificó en buena medida la posición de los sectores proclives al golpe. Frondizi cayó, y con él un gobierno que, si bien tenía una legitimidad limitada por la proscripción del peronismo, permitía imaginar un futuro de estabilidad democrática y una economía en crecimiento. No recuerda este ombudsman manifestaciones de arrepentimiento por parte de los promotores periodísticos del golpe.
  • La campaña contra la imagen y el gobierno de Arturo Illia (1963/1966), también legitimado por las urnas pero con el justicialismo aún proscripto, fue de una intensidad asombrosa: la industria farmacéutica (opuesta a la ley de medicamentos), el poderoso lobby petrolero internacional (afectado por la anulación de contratos), algunos sectores del peronismo, el propio Juan Domingo Perón (quien le dijo al periodista Tomás Eloy Martínez en Madrid: “Simpatizo con el gobierno militar porque puso coto a una situación catastrófica”), fogonearon en los medios (en particular revistas políticas influyentes) la creciente generación del clima golpista. Illia fue derrocado y solo algunos de los periodistas que contribuyeron a su caída abjuraron de aquel respaldo a la dictadura que inauguró Juan Carlos Onganía.
  • Los grandes medios fueron motores principales en la creación del clima previo al golpe de marzo de 1976. Isabel Perón gobernaba tras la muerte de su esposo, en 1974, y el estado de violencia provocaba muerte y amenazas, desapariciones, torturas, bombas. La economía estaba en declive y desde el periodismo (los grandes medios, incluidos) se echaba leña sobre un fuego que parecía incontrolable. Isabel cayó, llegó la más feroz dictadura de la historia argentina y buena parte del periodismo la acompañó activamente. Pocos actores de este oficio reconocieron luego su rol en esa tragedia argentina.
  • A fines de los 80, Raúl Alfonsín (1983/1989) sufría los embates de golpes y minigolpes de un mercado al que no lograba dominar. Los medios reflejaban el deterioro de una economía en crisis permanente y –salvo excepciones– parecían justificar una salida prematura del gobierno. Esto sucedió: el líder radical debió entregar el poder antes de tiempo, anticipar las elecciones y abrir el camino al retorno del peronismo a la Casa Rosada, de la mano de un Carlos Menem muy elogiado por gran parte del periodismo, que –salvo excepciones– no hizo luego mea culpa.
  • Fernando de la Rúa llegó a la presidencia integrando una alianza que despertó expectativas favorables y se fue deteriorando con creciente intensidad, hasta llegar a la debacle de fines de 2001. La gran prensa contribuyó en gran medida al fin abrupto de su mandato, con muchas vidas que se perdieron en esas jornadas. Casi no hay periodista que reconozca su aporte a la caída.

Hoy, el panorama es diferente. Hay  más mesura, aunque no se ahorran críticas a una política que muestra deterioros en todas las líneas, económicas y políticas. En su habitual columna para Infobae, el periodista Ernesto Tenenbaum sintetizó: “ningún factor es tan desestabilizador como la conducta del mundo financiero”. Es muy interesante leer ese texto completo (https://www.infobae.com/politica/2018/08/31/el-sistema-que-conspira-para-que-macri-no-termine-su-mandato/), porque refleja una actitud profesional que –salvo exabruptos en redes sociales y pocos medios menores– demanda soluciones pero no la interrupción institucional.