¿Hacer silencio y escuchar? Discrepo. No creo que ese sea el único rol que le puede caber a los hombres. En el día de la mujer y en cualquier otro día. Escuchar sin dudas que es necesario, pero hablar también lo es. Siempre y cuando tengamos algo para decir.
En los últimos días se repite la pregunta: ¿qué debemos hacer los hombres el Día de la Mujer? Los “días de” ayudan a pensar más en profundidad sobre determinados temas. Ese día, los anteriores y los siguientes. El Paro Internacional de las Mujeres, en este caso, debería servir para escuchar, leer, reflexionar, pensar, aprender y compartir. Pero de ninguna manera considero que el hombre debería tener un rol pasivo.
Es un error pensar que el feminismo es una cosa de mujeres. Nunca vamos a poder entender como ellas los apremios de un mundo machista, pero somos igual de responsables en el mundo que queremos para nosotros y nuestros hijos.
Hace unas semanas un amigo preguntó en un grupo de whatsapp de varones y mujeres qué es el feminismo. Las respuestas fueron diversas, y está bien que así sea. Un movimiento tan intenso no puede resumirse ni debatirse en unos pocos caracteres. Ni tampoco puede tener una definición determinada en el tiempo. Me cuesta mucho imaginar que las mujeres de principios de siglo XX que luchaban por el voto femenino en Estados Unidos tuvieran la misma filosofía que el feminismo de hoy en día.
Yo prefiero definir al feminismo como una lucha para cambiar cuestiones que fueron impuestas culturalmente por la sociedad. Para lograr la igualdad de derechos, la igualdad de oportunidades, entendiendo siempre que no somos iguales. Hombres y mujeres no somos iguales. Así como tampoco dos hombres o dos mujeres son iguales entre sí. Pero todos merecemos que nos traten de la misma manera. Tener las mismas libertades y oportunidades.
Por eso este 8M, y el día anterior, y el siguiente, los hombres tenemos que escuchar, pero también hablar. Porque hay muchos que siguen pensando en estereotipos que fuimos mamando desde la cuna, desde la escuela, el club o la tele. De una mujer maternal, ama de casa, protectora, todo color de rosa, linda, flaca, y si es simpática e inteligente, bingo. Muchos que todavía hoy creen que para determinados puestos las mujeres no sirven. O que está bien que cobren menos. O que si van a comprar un regalo, que sea ropa sin son grandes o muñecas si son chicas.
Me gusta pensar que somos la última generación que va a crecer con los chistes de que el hábitat natural de la mujer es la cocina (¿nos reíamos de eso?), o las obvias referencias a las suegras, o los “piropos” desafortunados a cuanta mina pasa cerca de nuestro radar. Cacho Castaña nos demostró que todavía hay quienes repiten los “relájate y goza”. Y qué decir de la típica frase “estás opinando como una señora con ruleros” (porque los hombres siempre somos re profundos, ¿no?).
Me gusta pensar que somos la última generación que va a permitir que una mujer no sea contratada por temor a que quede embarazada. O que gane menos que un hombre por igual trabajo. O que sea manoseada en un boliche o un transporte público. O que no pueda disponer de su cuerpo para decidir abortar. Porque ya lo dijeron otros antes que yo: si el aborto fuese un tema masculino ya se hubiese legalizado hace siglos.
Me gusta pensar muchas cosas de mi generación, pero se que para eso hace falta que los cambios sean profundos. Y por eso escucho siempre, para entender y para aprender. Pero también quiero hablar. No quiero dejar que las mujeres hablen solas, quiero acompañarlas y sumar mi voz para que las cosas cambien, para que se rompa el techo de cristal. Para que tantos hombres sordos (y algunas mujeres también) escuchen que no son unas locas histéricas las que gritan.
¿Qué tienen que hacer los hombres? Lo que a cada uno le plazca, porque de eso se trata la libertad. Pero si estás convencido de que hay algo mal en nuestra sociedad, hacer silencio y escuchar es el principio. Pero hablar y sumarse es el camino que sigue, para que podamos decir que fuimos la generación que le puso un freno al patriarcado.