Según ONU Mujeres, las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola. Son quienes garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades, resisten el cambio climático y fortalecen las economías locales.
Estas mujeres no solo aportan valor en la generación de productos agrícolas y en el desarrollo de emprendimientos rurales, sino que también encabezan prácticas que buscan proteger el medioambiente. En un contexto donde los métodos tradicionales de agricultura erosionan los suelos, contaminan las aguas y degradan los ecosistemas, surgen con fuerza los modelos regenerativos como una respuesta urgente, transformadora y profundamente necesaria.
A diferencia de las estrategias convencionales, la agricultura regenerativa no solo apunta a sostener los recursos existentes, sino a restaurar los ecosistemas, integrar saberes ancestrales, y fomentar tecnologías sostenibles y prácticas inclusivas. Su enfoque contempla tanto la salud de la tierra como la de las comunidades que la habitan, generando sistemas productivos resilientes, socialmente justos y en equilibrio con el entorno.
Pero para que este paradigma avance de forma real y sostenible, es imprescindible reconocer el rol protagónico de las mujeres indígenas y rurales. Ellas lideran silenciosamente estas transformaciones en sus territorios, transmiten conocimientos intergeneracionales, cuidan la biodiversidad y garantizan la continuidad de prácticas agrícolas que respetan los ciclos naturales. Su vínculo con la tierra no es únicamente económico: es cultural, espiritual y político.
Paradójicamente, son también las más afectadas por los efectos del cambio climático. ONU Mujeres, advierte que, a nivel global, el calentamiento global podría empujar a 158 millones más de mujeres y niñas a la pobreza, y exponer a otros 236 millones al riesgo de inseguridad alimentaria para el año 2050.
Radiografía argentina
En Argentina, las cifras revelan la profundidad de la desigualdad estructural. Según el censo agropecuario de 2018, de cada 20 personas asalariadas en explotaciones agropecuarias, sólo tres son mujeres. Entre los asalariados permanentes, la proporción baja aún más: apenas una mujer por cada 20 varones.
El acceso a la tierra es otra deuda histórica. En América Latina, menos del 30% de la propiedad rural está en manos de mujeres. En Argentina, apenas el 20% de los establecimientos agropecuarios están dirigidos por mujeres, y de ellas, el 91% tiene título de propiedad. Sin embargo, ni siquiera el 20% son realmente dueñas de la tierra que trabajan. La mayoría de estas productoras se concentra en explotaciones pequeñas: el 22% administra campos de hasta cinco hectáreas. Sólo el 0,5% está al frente de establecimientos que superan las 10.000 hectáreas.
El perfil etario también plantea desafíos: el 83% de las mujeres productoras supera los 40 años. El 29,6% realiza tareas generales, el 12,7% ocupa cargos de encargada, y apenas el 1% opera maquinaria, lo que refleja una escasa participación en áreas más tecnificadas del sector. Además, la tasa de participación laboral de las mujeres rurales es 18,4 puntos menor que la de los varones, y su salario promedio es un 28,1% inferior. La precariedad laboral es otra constante: apenas el 14% de las trabajadoras agrícolas están formalmente registradas.
Superar las brechas estructurales
A pesar de este escenario adverso, las mujeres rurales siguen desempeñando un papel clave en el cambio de paradigma productivo. Canalizar recursos hacia iniciativas lideradas por mujeres indígenas o rurales —como la producción agroecológica, la gestión territorial o los emprendimientos sostenibles— representa una oportunidad concreta para fortalecer sus economías, aumentar la resiliencia comunitaria y conservar la biodiversidad en territorios críticos.
El fortalecimiento de estos liderazgos requiere reconocer sus derechos, escuchar sus voces y garantizar condiciones equitativas en el acceso a los mercados y a la toma de decisiones. Estos desafíos estarán en el centro del debate durante el GLI Forum Latam 2025, que se celebra del 10 al 12 de junio en la Ciudad de México. El GLI es un evento que busca ser una ruta concreta para construir economías más sostenibles, inclusivas y resilientes, con mujeres liderando la transformación.