El 30 de enero se cumplen 50 años de Bloody Sunday (Domingo sangriento), uno de los peores episodios que vivieron irlandeses y británicos en el conflicto que los enfrentó prácticamente durante todo el siglo XX (y el XXI).
El Bloody Sunday o Domingo sangriento de 1972 se cobró la vida de 14 personas en la ciudad de Londonderry, en Irlanda del Norte. Murieron cuando paracaidistas británicos intentaron sofocar uno de los tantos levantamientos de la población pro o antibritánica.
El conflicto irlandés comenzó a perfirlarse en la década del 20, cuando Irlanda (del Sur) se separó del Reino Unido de Gran Bretaña para ser un estado libre, con nuevo nombre, República de Irlanda (luego Irlanda "a secas").
Justo es decir que, cuando Irlanda (del Sur) manifestó su deseo independentista, el parlamento norirlandés, expresó / avisó a su turno que su pueblo deseaba seguir unido a la corona británica.
A la par, entre 1937 y 1998, Irlanda reclamó soberanía sobre Irlanda del Norte: la quería dentro de su territorio nacional. Los norirlandeses, el “jamón del sándwich”, tenían de un lado del ring a una población filo-británica de mayoría protestante, bautizados “unionistas”. Enfrente de ellos se posicionaban los católicos que, aunque minoritarios y pro-republicanos, se hacían oír.
Durante todos esos años, los irlandeses (del Sur) no cesaron de manifestar su libertad de criterio. En 1930 dejaron de pertenecer a la Commonwealth y durante la Segunda Guerra Mundial se declararon neutrales, a diferencia de su ex madre patria.
Domingo sangriento
Hasta 1968, unionistas y republicanos parecían poder convivir aun con sus diferencias. Sin embargo, cuando la policía reprimió una manifestación pacífica en Londonderry, una ciudad norirlandesa de mayoría católica, todo se desmadró.
No sólo Londonderry sino también Belfast, ambas en Irlanda del Norte, fueron escenarios de varios enfrentamientos y protestas entre las fuerzas policiales y las comunidades religiosas predominantes. Ver al ejército patrullando las calles terminó siendo habitual, incluso hoy día.
Aunque para los distraídos Bloody Sunday o Domingo sangriento pudiera sonar a nombre de trago largo de verano, sólo fue un trago amargo que dejó helado al mundo entero, despertó bandos y llenó de tristezas tanto a británicos como irlandeses; a católicos y protestantes por igual.
Los titulares a sangre fría que llegaban desde el Reino Unido eran escalofriantes, al menos entre 1968 y 1998, cuando el conflicto armado pareció resolverse con la firma, en 1998, del “Acuerdo del Viernes Santo”, la pipa de la paz que sentó las bases de una coalición gubernamental entre católicos y protestantes, que permitía que ambos compartieran el poder.
Para empeorar aún más las cosas, en 1970 apareció en escena el Ejército Provisional Republicano Irlandés (IRA), un grupo paramilitar armado, que lanzó una seguidilla de atentados dentro y fuera de Irlanda, contra civiles y militares, contra políticos y obreros, hasta cerrar el círculo y hacer puntería en Downing Street 10 y en el Palacio de Buckingham.
En esos 30 años que desembocaron en 1998, el conflicto había subido tanto de temperatura que se lo llamó "The Troubles", “Los Problemas”. Era "la piedra en el zapato" del Reino Unido. Esa historia de nunca acabar ya se había cobrado la vida de 3.500 personas.
Post Domingo sangriento llegó el IRA
- Con bombas en pubs de las ciudades inglesas de Guildford, Woolwich y Birmingham, en 1974, el enfrentamiento armado desembarcó en Inglaterra. Murieron 30 personas.
- También en 1974, el IRA atascó por sorpresa al ejército y mató a 18 soldados británicos.
- En 1979, el IRA hizo volar en pedazos el barco en donde Lord Louis Mountbatten, primo de la reina Isabel II, navegaba despreocupadamente.
- En 1983, el IRA detonó una bomba en el Grand Brighton Hotel, que hospedaba a la primera ministra Margaret Thatcher, mientras celebraba un congreso de su Partido Conservador. Murieron cinco personas. Un año antes, había asomado en escena el brazo político del IRA, Sinn Fein, ya con un pie dentro de la asamblea norirlandesa.
- Como si hubiera comprendido el mensaje, la Dama de Hierro, Margaret Thatcher firmó en 1985 un acuerdo anglo-irlandés que le bajaba la bandera a la Irlanda católica: dijo que debía tener voz en los asuntos norirandeses.
- En 1992 y 1993, el centro financiero de la ciudad de Londres, la City, sufrió otros dos atentados que dejaron cuatro muertos y cuantiosos daños.
- Cuatro meses después del acuerdo de 1998, el IRA Auténtico, otro grupo paramilitar y disidente del IRA, hizo estallar una bomba en un mercado popular de la ciudad de Omagh, en Irlanda del Norte. Murieron 29 personas; entre ellos, mujeres, chicos y extranjeros.
El atractivo turístico de los domingos sangrientos
Pese a la paz de los acuerdos escritos, quienes recorren las afueras de Belfast hoy en día -sobre todo los barrios obreros, los más olvidados-, sostienen que la paz está “atada con alambres”.
The Troubles (Los Problemas) se terminó convirtiendo en una atracción turística. Micros de diversos orígenes llegan hasta la calle Shankill Road, de mayoría protestante y bastante venido a menos, para ver de cerca los murales que recuerdan los bandos en conflicto.
Allí está, la inmensa y señorial pintura ecuestre de Guillermo III de Inglaterra celebrando en 1690 su victoria sobre el rey católico Jacobo II. Más adelante, las tropas paramilitares disparando a mansalva y sembrando el terror en Belfast.
Del otro lado del muro de Shankill Road, corre la zona occidental y católica de Belfast. Allí, Falls Road es la calle principal y una inmensa virgencita de casi 7 metros de altura indica que es el bastión de los católicos. Desconciertan un tanto, es verdad, los murales de Fidel Castro y Yasser Arafat.
De uno y otro lado, en muros y viviendas asoman alambres de púa y cámaras de seguridad. Amurallar barrios y plantar dispositivos de seguridad fue la primera reacción de apuro de las autoridades británicas, tras el Domingo sangriento. Quisieron evitar el contacto de las comunidades enfrentadas.
¿Podríamos pensar que cuando se firmó el Acuerdo del Viernes Santo, en 1998, esos muros y recursos defensivos disminuyeron? No, fue exactamente lo contrario. Todavía hoy, aunque muchos sueñan con la paz, todos sospechan de todos y se miran con desconfianza. Miremos un caso: Belfast.
El muro de Belfast
Como sucedía en las puertas del Muro de Berlín, a las 18 hs se cierran las que conectan el este y el oeste de Belfast, las zonas protestante y católica, respectivamente. La segregación barrial también se replica en otras áreas: las escuelas, los centros de salud, los clubes.
Para mitigar ese estado de cosas, en 1995 apareció una iniciativa barrial, Belfast Interface Project que nuclea a 45 comunidades diversas y a 20 otras asociaciones más pequeñas (incluso a personas solas) para tratar de acercar en vez de enfrentar. Trabajan por ejemplo para abrir más escuelas “integradas”, con población educativa mixta.
Podría decirse que las nuevas generaciones buscan un futuro que los acerque. Los jóvenes de familia protestante de Belfast, por ejemplo, son habitués de los pubs que ofrecen Guinness, la cerveza católica.
El gobierno propuso que en 2023 los muros dejaran de existir. Sin embargo, no estaría sucediendo. Fue Belfast Interface Project quien verbalizó que un centenar de murales desparramados por la ciudad siguen expresando sentimientos sectoriales; es decir, en Belfast no hay espíritu de comunidad y eso es lo que más les preocupa. Todos o casi todos están a la defensiva. Los muros que recuerdan sus diferencias los siguen separando. La paz no será duradera hasta que caigan los muros.
Para dar una imagen de unidad, en el centro de Belfast, nada haría pensar que en el conurbano, apenas a 15 minutos de los shoppings con marcas internacionales, hay heridas abiertas.
Muchos quisieran que Belfast abandonara el grupo de “las 4 B”, las cuatro ciudades más peligrosas del mundo: Beirut, Bagdad, Bosnia y Belfast.
Tal vez por eso, las seis plantas del Museo del Titanic, inaugurado en 2012, son una mirada cargada de futuro. Irlanda del Norte quiere reescribir la historia y este Titanic recuerda que Ulster fue palabra mayor en la industria naviera y que esta vez, ese barco debe llegar a buen puerto.