El 25 de enero se celebra el Día del Café Irlandés. Esta bebida que mezcla el whisky irlandés con café caliente, azúcar y una corona generosa de crema de leche debe su fama mundial a un periodista estadounidense. Y no cualquiera de ellos.
El periodista de viajes Stanton “Stan” Delaplane, de él se trata, lo probó en el aeropuerto de Shannon, en Irlanda. Apenas llegó a su bar favorito de San Francisco, el Buena Vista Café, convenció al dueño, Jack Koeppler, de que eso era lo que necesitaba el bar para dar un carácter único a su carta de cocktails.
Por extraño que parezca el tema, la génesis del Café Irlandés y la vida de Stan Delaplane merecieron ríos de tinta. Stan Delaplane era un experto en tragos, su especialidad (¿o debilidad?) periodística.
Había nacido en Chicago, el 12 de octubre de 1907 y, aunque nunca había estudiado periodismo, su primer trabajo en el rubro fue en California, escribiendo para Oakland Tribune en la revista Apéritif magazine, que no sólo comentaba tragos- justo es decirlo- sino arte y estilos de la vida en sociedad.
El café que viajó de Irlanda a San Francisco
Cuando en el aeropuerto de Shannon, el Café Irlandés se fundió en el paladar de Stan Delaplane, el periodista bon vivant llevaba 16 años catando –escribiendo, perdón- una columna diaria sobre viajes en el San Francisco Chronicle (en una época en que sólo viajaban unos pocos ricos).
Para entonces, Stan Delaplane era archiconocido en su país, ya que diez años antes había ganado el prestigioso Premio Pulitzer al periodismo, por una crónica sobre el malestar de los residentes del estado de Jefferson, al norte de California.
Así, el 10 de noviembre de 1952, Koeppler, el dueño del Buena Vista Café tomó muy seriamente el consejo del periodista y juntos pasaron horas perfeccionando un método para que la crema flotara sobre el café sin sumergirse, como los buques que Delaplante había descripto cuando fue “corresponsal de guerra” en la Segunda Guerra Mundial, para escribir relatos que infundieran coraje a los aspirantes a la marina y a los soldados que debían ir al encuentro de los torpedos alemanes.
Se dice que el periodista Stan Delaplane le dedicó tantas horas al affaire “crema del irish coffee” que cuando dieron el tema por resuelto estuvo a punto de desmayarse de fatiga y estado etílico sobre las vías del teleférico de San Francisco.
El éxito de la versión americana del Café Irlandés fue inmediato y Delaplane se convertiría en un pionero del teletrabajo.
A partir de su lanzamiento del Café Irlandés, trabajó desde su casa de Telegraph Hill columnas de viaje, más ligeras e incluso humorísticas, a las que bautizó "Postcards".
Aunque su estilo fue muy criticado (lo acusaban de ser un torpe imitador de Ernest Hemingway, incapaz de escribir oraciones que sobrepasaran las seis palabras), apenas daba por concluidas sus columnas periodísticas, se iba con su hoja mecanografiada al Washington Square Bar & Grill, en el barrio North Beach de San Francisco, para darles una última lectura y corregirlas a mano, mientras fumaba como un escuerzo y se bajaba varios martinis junto al piano.
En defensa de sus Postcards, le respondió a sus detractores que el estilo breve y fragmentario de sus artículos estaba pensado “para los viajeros del tren y el tranvía de San Francisco” que leían sus columnas mientras se zarandeaban dentro de los vagones.
Café irlandés: verdadero origen
El Café Irlandés había nacido exactamente en el pueblo de Foynes, en el condado de Limerick, provincia de Munster, en los años 40. Luego de la Primera Guerra Mundial, Foynes, que tenía aeropuerto internacional, fue la puerta de ingreso a Europa de los viajeros estadounidenses que entraban a Irlanda y Europa.
Luego del esfuerzo de Stan Delaplane, sólo había dos lugares de fama mundial en donde probar el auténtico Café Irlandés: el Buena Vista Café de San Francisco y el aeropuerto Shannon, a donde muchos famosos estadounidenses iban ex profeso para degustar el original.
Así lo hizo Marilyn Monroe (foto de apertura de esta nota), en 1956, junto a su esposo Arthur Miller, en camino de regreso a casa luego del rodaje de El príncipe y la corista, en Londres, junto a Laurence Olivier. Así, el café tan caliente como reconfortante terminó de consagrarse.
El Café Irlandés de Foynes migró al aeropuerto de Shannon, en 1945, cuando el cocinero que lo había creado en 1943 se quedó sin trabajo y se llevó su fórmula secreta al aeropuerto de Shannon, su nuevo empleo.
Su invento fue tan exitoso que además de Marilyn, se dice que Douglas Fairbanks, Maureen O’Hara, Franklin Roosevelt y John Fitzgerald Kennedy no se fueron de Irlanda sin probarlo en el aeropuerto de Shannon.
Después del Café irlandés, Martini
El periodista Delaplane tuve tres matrimonios y cuatro hijos. Se dice que en los años 70 solía vérselo por México, catando las mejores Margaritas.
De todos modos, varios testigos dijeron a sus biógrafos que los Martinis fueron la debilidad de sus últimos años.
Siguiendo con su estilo de “poner el cuerpo” en cada uno de los temas que investigaba, popularizó el Martini en el bar Duke’s de Londres.
Una tarde de 1987, el periodista inquieto ingresó al bar Duke's del hotel homónimo de la capital inglesa y preguntó directamente por el barman italiano Salvatore Calabrese. “Cuando apareció me pidió un Martini muy frío y muy seco”, conto Calabrese.
“Pensé hacerlo más frío, revolviéndolo más tiempo que lo habitual, pero al probarlo sólo me dijo: ‘sí, es suficientemente frío, pero no suficientemente seco’. Y me pidió otro. Lo batí menos para hacerlo más seco, pero luego me señaló que no era del todo frío!”, contó tiempo después el mismo Calabrese a la prensa.
Conociendo los antecedentes del periodista Stan Delaplane podremos imaginarnos cómo terminó esta anécdota que lo convirtió, también, en el gran difusor de los Martini.
Stan Delaplane falleció el 18 de abril de 1988, en San Francisco, cuando dos tragos ya le debían su fama mundial. O viceversa. Su máquina de escribir se exhibe en el Washington Square Bar & Grill, en San Francisco.