Las fake news, la desinformación, los trolls, las campañas sucias en comunicación política son parte hoy del paisaje de las redes sociales. Muchos sostienen que todas estas cosas nacieron a partir del auge de las redes. Recurrir a la historia nos permite valorizar frases evangélicas como la de “vinos nuevos en odres viejos” o la criolla, “casas más, casas menos, igualito que mi Santiago del Estero”.
Intentar controlar el discurso público por parte del poder político, económico o social es tan viejo como la sociedad misma. Que las personas se junten a cuestionar lo existente, también. Por lo tanto, identificar donde fluye el discurso crítico es clave para instrumentar dispositivos de control por los potenciales cuestionados.
El rey Carlos II de Inglaterra (1630-1685) fue el primer monarca en el país luego del breve período republicano cuando gobernó Oliver Cromwell. Si bien fue bastante liberal, tuvo sus conflictos con el Parlamento y también en materia religiosa. El rey intentaba anticiparse a las críticas que cuestionaban su autoridad. Razones no le faltaban. Su padre, Carlos I, había sido decapitado en 1649.
Como bien destaca Jürgen Habermas en su libro “Historia y crítica de la opinión pública” (“Strukturwandel der Öffentlichkeit”), los cafés se habían convertido en un lugar destacado de debate sobre la cosa pública en el Londres del siglo XVII. A principios del siglo XVIII había alrededor de 3000 de ellos. Entre sorbos de café, té, chocolate y otras infusiones elegantes, las elites londinenses debatían sobre la vida… y sobre el gobierno. La base del Iluminismo británico se encuentra en parte en estas tertulias que congregaban a la intelectualidad del momento. Dado el alto nivel de analfabetismo sólo la nobleza y los ricos sin título nobiliario (“snobs” burgueses) eran los participantes activos.
Carlos II creyó ver en los cafés (“coffee houses”) el lugar de potencial riesgo para su autoridad. El 12 de junio de 1672 el rey publicó una proclama titulada “Restrain the Spreading of False News, and Licentious Talking of Matters of State and Government” (“Restricción a la difusión de noticias falsas y charlas licenciosas sobre cuestiones de Estado y gobierno”). La proclama pretendía frenar los comentarios que afectaran la autoridad del gobierno en base a “noticias falsas”. El término ya suena bastante moderno para la época.
La medida no fue muy efectiva. El rey volvió a la carga y el 2 de mayo de 1674 publicó otra proclama casi con el mismo título (“A Proclamation to Restrain the Spreading of False News, and Licentious Talking of Matters of State and Government”). Aquí ya estaba la amenaza de castigos a quien distribuyera noticias o rumores con contenidos “inexactos”, “perniciosos” y “destructivos” para la acción de gobierno.
Las fake news existen porque nos gusta la mentira
Como tampoco esto fue efectivo, Carlos II optó por una decisión radical. El 29 de diciembre de 1675 en la puerta de la Royal Exchange, una versión previa de la Bolsa de Londres donde se comercializaban productos, se colgó una nueva proclama que prohibía directamente los cafés (“A Proclamation for the Suppression of Coffee Houses”). Asimismo, se suprimía la venta al público de café, chocolate, té o polvos azucarados frutales, cosa de impedir que la actividad “perturbadora de la paz y tranquilidad del reino” se expandiera hacia las casas.
Pareciera que la cafeína o el cacao hubieran sido estimuladores de la actitud crítica hacia la autoridad. El objetivo era limitar que circularan “noticias falsas, maliciosas y escandalosas” cuyo fin fuera difamar a Su Majestad.
¿Por qué no llegaron estas medidas a ser efectivas y los cafés volvieron a abrirse? Entre otras cosas porque eran lugares donde si bien había encuentros de quienes se oponían al gobierno, también eran sitios donde esa actitud crítica era controlable. Y podían ser identificados aquellos que lideraban el activismo antigubernamental. El gobierno enviaba agentes a los cafés que ingresaban en los debates, conocían quienes eran los opositores y al mismo tiempo podían quebrarlos fundamentos de la crítica con argumentos oficiales.
El periodismo y la desinformación en tiempos de cólera
Cualquier asociación que el lector encuentre con algún Carlos II del presente que promueva limitar las redes sociales por la circulación de fake news o que active el ciberpatrullaje oficial, corre por cuenta de cada uno.
* Christian Schwarz. Dr. en Sociología (UCA). Docente UCA, UCES, UNTREF.