El discurso de Alberto de ayer fue como cuando Pinocho afirma que le crecerá la nariz o como un cretense afirma que todos los cretenses son mentirosos. Estas son dos de las tantas versiones de la paradoja del mentiroso, la cual primero fue atribuida a Eubulides de Mileto quien en el siglo IV A.C habría pensado algo similar a esto “Un hombre dice que miente. Si es verdadero, entonces no miente y si miente entonces es falso que mienta”.
En cualquiera de las posibilidades, la oración no puede ser verdadera pero tampoco falsa. Esto sucede porque quien dice esto es calificado de mentiroso, pero a la vez afirma que lo que dice es una mentira.
En realidad, la paradoja de Alberto es la del mentiroso no porque afirme que lo que dice es falso sino porque su palabra está devaluada y, como el viejo cuento folklórico de Juan y el Lobo, todos toman lo que dice como mentiras y promesas vacías. Entonces cuando un político argentino, como cualquiera de los miles de intendentes, gobernadores y etc. que inauguraron su propio año político el mismo primero de marzo, afirman algo, la gente ya presupone que lo que dicen es mentira. Pero este es solamente el principio del problema.
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En una localidad en la que los habitantes esperan hace años que asfalten una calle, arreglen un pozo, pongan luminarias o hagan un cordón-cuneta, escuchan a un dirigente que promete obras grandilocuentes. Como saben que no hará nada no le creen, pero también saben (porque les pasó) que de pronto en esas calles sin asfalto ni arreglos, hay dirigentes capaces de inaugurar una obra faraónica para hacer el más grande centro de sky municipal en el desierto o un jardín de cactus en la nieve. Acá surge la paradoja, ya no saben si creer que las promesas ridículas son fulbito para la tribuna o un nuevo chiste de mal gusto disfrazado de obra de gobierno.
Alberto promete que este será un año brillante para la Argentina porque por fin podremos superar la pandemia. Pero también afirma que, pese a esa misma pandemia que dice que no usa como excusa, la Argentina bajo su mandato tuvo una recuperación histórica. También afirma que ordenará las cuentas tal como el FMI pretende porque ya era su plan y este no implica ningún tipo de ajuste. A la vez, dice que el ajuste de tarifas lo harán solamente en los sectores de mayor poder adquisitivo pero que a los restantes se les aplicará un ajuste atado a la inflación.
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Nada de esto es creíble porque es contradictorio, pero cualquier cosa es posible dentro de la contradicción. Alberto afirma, sostenido en su falta de credibilidad una serie de medidas contradictorias que abarcan todas las posibilidades de acción. Aunque el discurso no fuera contradictorio, la palabra del presidente está devaluada; en primer lugar, por las marchas y contramarchas siempre enmarcadas en discursos grandilocuentes y silencios atronadores, el ejemplo más claro e inolvidable de esto fue el caso Vicentin. Pero esto no fue lo único, también tuvimos otras muchas ocasiones en que tras ser descubierto en alguna actitud reprobable salió a pedir disculpas como quien empuja a alguien sin querer en el colectivo. Ejemplos de esto fueron las fotos de la fiesta en Olivos o el Vacunatorio VIP.
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Hoy en día se suma un nuevo hecho que hace que los ciudadanos no sepamos para donde irá finalmente el Gobierno y es el hecho cada día más evidente de que el presidente está más preocupado por la interna en el frente de gobierno, cuya fractura ya nadie intenta ocultar con seriedad. Mientras tanto, lejos de arreglar la gobernabilidad en la interna, se dedicó en su discurso a romper los posibles puentes que podría trazar con la oposición porque prefiere echar culpas al gobierno anterior antes que preocuparse por gobernar en el presente.
Lo que queda claro con los números de las cámaras es que este año va a ser más complejo porque no va a ser una escribanía. Esto que en cualquier otro país sería motivo de festejo porque ayudaría al balance de fuerzas y a la discusión madura, en la Argentina resulta en que se saquen unos pocos proyectos poco polémicos con los votos asegurados y después en el casi nulo funcionamiento del Congreso. Como no hay sesiones, los diputados aprovechan para ir a los programas de tv a declamar y exigir el diálogo que no quieren entablar ellos mismos en la Cámara para dejarnos en claro que todo es espectáculo y gritos sin sentido.
La gente está cansada de las cosas simples, quieren ser desafiados. Humberto Eco