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Cannabis medicinal

Argentina, entre los cuatro latinoamericanos que avalan el autocultivo

Colombia y Chile autorizaron la producción personal con fines terapéuticos. También Uruguay, aunque fue un paso más allá en 2013. La ONU tiene pendiente una decisión clave en diciembre.

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Paraguay, Colombia y Chile autorizaron la producción personal con fines terapéuticos. También Uruguay, aunque fue un paso más allá en 2013. La ONU tiene pendiente una decisión clave en diciembre. | Bloomberg

Con el decreto que amplió el acceso al cannabis con fines medicinales bajo la opción del autocultivo, la Argentina se consolidó como parte del reducido club de cinco países que habilitaron esta práctica, a nivel latinoamericano, con diversos márgenes de limitación.

Más allá de las trabas políticas que los gobiernos conservadores imponen a los proyectos que se mueven en esta dirección, el próximo mes podría ser uno clave para la comunidad internacional ya que las Naciones Unidas podrían definir el demorado retiro de este cultivo del listado más restrictivo de drogas, eliminando una de las mayores trabas burocráticas para quienes todavía no aceptan las propiedades terapéuticas de esta planta.

Tras el primer impulso de Uruguay, como un caso único en 2013, la mayor parte de la región avanzó en la despenalización y legalización del cannabis a lo largo de los últimos cinco años con modalidades dispares —licitaciones, provisión del Estado, autocultivo y clubes— y limitaciones —número permitido de plantas por persona o productos en farmacias o dispensarios, por caso–.

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Colombia, Chile y Uruguay permiten el autocultivo, tal como lo hace la Argentina, mientras que Ecuador, México, Perú y Puerto Rico avalaron el uso terapéutico pero no contemplan la posibilidad de las cosechas personales. Con el decreto publicado, la Argentina corrigió aquella falencia de la ley 27.350 aprobada en marzo de 2017. Paraguay es un caso aparte ya que el Congreso lo había autorizado y luego el presidente Mario Abdo Benítez vetó la ley en septiembre pasado.

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México amagó con avanzar hacia el autocultivo con fines recreativos en marzo de 2020 cuando la pandemia detuvo el impulso que había adquirido un dictamen favorable en el Senado para la Ley para la Regulación del Cannabis. Un fallo de 2015 de la Suprema Corte de Justicia de aquel país había dado luz verde en este sentido, si bien nunca se generalizó más allá de los cuatro demandantes implicados.

Para quienes militan una mayor liberalización, el dictamen aprobado no es tan flexible como se presenta. Lo cuestionan porque favorece a los grandes productores por sobre los cultivos domésticos. Así y todo, lo votaron como la mejor opción disponible en las instancias previas del Senado. Luego, la emergencia pausó la media sanción del pleno prevista para el 30 de abril y podría tener lugar recién en diciembre.

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El caso de Uruguay es, sin dudas, el que representó todo un quiebre de paradigma para la región y el mundo desde que, en 2013, aprobó el uso del cannabis con fines terapéuticos y recreativos con la posibilidad del autocultivo. Acorde a la última actualización por parte del Instituto de Regulación y Control del Cannabis, correspondiente al 20 de octubre de 2020, hay 42.614 inscriptos para la compra en las 14 farmacias autorizadas.

Mientras que son 9.106 quienes se registraron para cultivar en sus casas y 4.939 los que lo hicieron como miembros de clubes de cultivo. El nuevo decreto en Argentina también apunta a estimular la investigación, tal como ocurre en aquel país, donde el Estado otorgó 19 licencias de este tipo a la par de otras 15 con fines industriales. 

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A nivel continental, Canadá es el otro ejemplo de un país que adoptó el uso recreativo en 2018, a imagen de Uruguay, y el único miembro del G7 en permitirlo tras concebir el fin terapéutico desde 17 años antes. Hubo un boom mediático que auguraba inversiones millonarias que convertirían al país en poco más que un enorme campo cannábico. Hasta el rapero Snoop Dogg se mostró interesado en desembarcar con su conocida marca Leafs by Snoop. Y lo hizo. A nivel gubernamental, entienden que el control que ejercen sobre el mercado limita las posibilidades de lucro de las organizaciones criminales a la vez que garantizan la calidad del producto.

Estados Unidos no se queda atrás en la vecindad. En las últimas elecciones, hace diez días, no hubo el mismo final cabeza a cabeza de Donald Trump y Joe Biden respecto a la pregunta sobre legalizar o no el cannabis: Arizona, Nueva Jersey, Montana y Dakota del Sur se pronunciaron por el "Sí" en sus respectivos referéndums en paralelo a los comicios presidenciales y legislativos. De este modo, se sumaron a la capital del país, DC, y los once estados –Illinois, Vermont,  California, Alaska, Colorado, Washington, Maine, Massachusetts, Michigan, Nevada y Oregón– que ya comprendían esta posibilidad con distintos márgenes. Los especialistas creen que Nueva York y Pensilvania podrían seguir la misma dirección.

Al 20 de octubre de 2020, en Uruguay se registraban 42.614 inscriptos para la compra en las 14 farmacias autorizadas. Mientras que son 9.106 quienes se registraron para cultivar en sus casas.

A nivel mundial, la lista es aún más amplia y ronda los 30 estados. Difieren respecto a los mecanismos aunque, en esencia, priorizan el fin medicinal. Alemania, Dinamarca, Francia, Australia, Italia, Luxemburgo, Nueva Zelanda, los Países Bajos, República Checa, Reino Unido, Sudáfrica, Tailandia y Sri Lanka se ubican dentro de este conjunto de países con una mirada más liberal sobre el cannabis. En el resto de los estados, subsisten trabas políticas y, donde no, burocráticas, relacionadas con la clasificación de este cultivo a nivel internacional como parte de las drogas más peligrosas.

Por caso, nueve países latinoamericanos no permiten el cannabis bajo ningún concepto, ni siquiera el medicinal: Bolivia, Brasil –siendo su principal mercado, según el reporte Cannabis in Latin America: The Regulations and Opportunities–, Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Dominicana y Venezuela. Sigue siendo ilegal pese a que, en muchos de ellos, hay iniciativas, campañas y hasta proyectos de ley con grado diverso de maduración para modificar la prohibición. Panamá y Costa Rica son los que más se acercan a cambiar su concepción.

Hoy, el cannabis figura en dos de las Listas de estupefacientes acorde a la clasificación de las Naciones Unidas. En la I, donde se reconoce el poder terapéutico de las drogas listadas, y en la IV, consideradas las más restrictivas. Allí convive con, por ejemplo, la heroína. En marzo, y siguiendo una recomendación de la Organización Mundial de la Salud a través de su Comité de Expertos en Drogodependencias, la ONU iba a eliminar el cannabis de la Lista IV. Al final, la decisión, a cargo de la Comisión de Estupefacientes, se aplazó hasta el último mes del año. Los ojos ahora están puestos en diciembre. 

MB / DS