Como si se tratara del protagonista de una película de ciencia ficción. Eso fue lo que sintió Miguel Sette, empleado de Editorial Perfil, cuando ingresó el lunes pasado al Hospital Militar Central de la ciudad de Buenos Aires como voluntario para recibir la primera dosis de la vacuna contra el coronavirus que es fabricada en la Argentina por el laboratorio Pfizer, y desarrollada en Alemania por BionTech.
“Parecía una de las clásicas películas de ciencia ficción en la que el personaje pasa por varios controles y requisitorias antes de llegar al laboratorio de pruebas. Todo el personal militar llevaba puesto sus uniformes verdes camuflados (de combate), mientras que los médicos y enfermeros del lugar vestían con ambos, camisolines, barbijos y mascarillas de protección”, destacó Miguel, en su charla con PERFIL.
Sette es uno de los 4.500 voluntarios argentinos que respondieron a la convocatoria del laboratorio argentino de sumarse a las pruebas que se realizan en el Hospital Militar Central desde el pasado 10 de agosto, cuando comenzaron los testeos para encontrar el antídoto contra el coronavirus. Además de Argentina, en el estudio también participan 4.500 voluntarios en Brasil, y 25 mil en Estados Unidos.
Respecto a su decisión de participar en las pruebas, Sette aseguró que “fue una manera de colaborar” en la lucha contra la pandemia de coronavirus. “Mi familia estuvo de acuerdo”, enfatizó el vecino de la localidad bonaerense de Lanús, de 42 años.
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Contrato. En su relato, Sette explicó que antes de vacunarse, una investigadora científica le explicó paso a paso cómo iba a ser el testeo al que se sometía. “Firmé un contrato de 29 páginas en el que me contaron cada uno de los pasos del estudio, y me preguntaron si estaba de acuerdo en donar sangre para otros estudios en Estados Unidos”.
Con el contrato en mano, y una carpeta con varios formularios que se iban completando a medida que se desarrollaba la prueba, Miguel comenzó a vivir “su experiencia”, de voluntario.
Luego del hisopado y de la extracción de sangre de rigor, llegó el momento de la verdad: la inyección de la vacuna. “Me llevaron a un box donde esperé al enfermero para la aplicación.
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En realidad fue como si me vacunaran contra la gripe. No sentí nada y todo duró unos pocos segundos. Igual tuve que esperar allí media hora más, ya que cada diez minutos entraba un doctor para controlarme la temperatura y si tenía algún tipo de reacción o síntoma”, contó Miguel, sobre su experiencia Acto seguido, le entregaron un set con un termómetro y alcohol en gel. Pero también le dieron un celular en el que a partir de mañana tiene que registrar cómo se siente pasada una semana de la inoculación.
Molestias. “Recién al otro día –el martes– sentí un poco de cansancio corporal y mucha somnoliencia. Fueron los únicos síntomas que sentí fuera de lo normal. Después continué con mi vida normal sin problemas, como si nada hubiera pasado”, aseguró Miguel.
El próximo paso de la prueba será el 7 de septiembre, cuando deba darse la segunda dosis de la vacuna. “Ya tengo el turno asignado para ir. Después tengo controles a los seis, doce y veinticuatro meses de la primera dosis”, explicó.
La vacuna
- Hay 4.500 voluntarios que respondieron a una convocatoria para hacer los testeos.
- En Brasil participan otrios 4.500 voluntarios y 25 mil en los Estados Unidos.
- La vacuna es fabricada por el laboratorio Pfizer con un desarrollo alemán de Biontech.
- Quienes participan recibieron un hisopado y recieron un set con un térmómetro, alcohol en gel y un celular para ir registrando la evolución.
MC