De Marburgo, una ciudad de 80.000 habitantes, que tuvo la primera universidad protestante del mundo -aun en funcionamiento- salieron 9 premios Nobel, entre ellos el bacteriólogo Emil von Behring, ex ayudante de Robert Koch y el primer Nobel de Medicina (1901, por haber descubierto la antitoxina del Tétanos). Con lo que le pagaron los suecos, el visionario Behring creó una empresa de bioterapéutica que sería una de las primeras start-ups del mundo. Hoy se dedican a producir y almacenar plasma.
Allí hoy, en Marburgo, Alemania, se fabrica la vacuna de Pfizer. Su socio, BioNTech, compró la vieja empresa de Behring –ya para entonces propiedad de la competencia suiza Novartis- para multiplicar su capacidad de producción de su vacuna contra el coronavirus BNT162 hasta alcanzar los 1.500 millones de dosis en 2021.
Marburgo, la revolución del conocimiento
Gracias al ranking que esta gema alemana ocupa en calidad universitaria mundial, el 24% de su población son jóvenes de otros países que vienen aquí a protagonizar su propia revolución del conocimiento, a 96 kilómetros de Frankfurt. La Universidad de Marburg tuvo la primera cátedra de Química del mundo, en 1609.
Es que claro, antes sólo los alemanes visitaban Marburgo, una ciudad encantada atravesada por las rutas que unían Italia y el Mar del Norte y Colonia con Praga. En el castillo del siglo X que aún roba primeros planos, el mismísimo Lutero se reunía con otros líderes para redondear su famosa reforma religiosa. Una postal de Marburgo que la pandemia del 2020 cambió por completo.
Imaginémonos esta otra escena: en pleno valle del río Lahn, en el corazón de Alemania, una diminuta ciudad pedregosa envuelta en un bosque verde, pero con potente fuerza juvenil, altísimo poder adquisitivo, muchas empresas y un nivel académico a la par de Heidelberg. ¿A quién no le gustaría comenzar con nivel 1 de alemán?
Si a eso le agregamos que aquí funciona un laboratorio que produce cada semana 8 millones de dosis de vacunas contra el coronavirus, sabremos que hoy, ésta, una de las varias fábricas europeas de BioNTech es uno de los edificios más custodiados del mundo.
Aquí, donde el primer prócer que tuvo la ciudad moderna fabricaba ya a escala mundial su suero contra el tétanos, todo cobró una dimensión inimaginable. Ese edificio en medio del bosque emplea a 6000 personas y aporta al Ayuntamiento entre 80 y 90 millones de euros en impuestos.
"¡No estamos acostumbrados a tanta atención! Somos una pequeña ciudad de 76.000 habitantes, así que estamos muy contentos", dijo el alcalde Thomas Spied a RFI. “Pero cuando me enteré de que BioNTech venía a Marburgo, quise asegurarme de que todo lo que necesitaban funcionaba: agua, electricidad, gas...” y se comprende, porque este laboratorio maneja un volumen de 100 millones de euros semanales.
Marburgo, de ciudad santa a polo universitario
Mucho antes que Pfizer, BioNTech y Behring, otro personaje hizo famosa a la ciudad y también en relación con las enfermedades. En Marburgo vivió Santa Isabel de Hungría, que no era sino una jovencita de 24 años cuando enviudó y dedicó fortuna y vida entera a cuidar enfermos, hasta que ella misma falleció. Fue canonizada en 1235 e hizo del idílico enclave alemán un centro de peregrinación cristiana. Desde luego, Felipe I de Hesse, uno de los mentores del protestantismo, se encargaría de llevar sus restos a otra parte para sacarse de encima a los adoradores católicos.
Otro vestigio de su eterno esplendor son dos jardines Botánicos, el Viejo y el Nuevo, 24 hectáreas verdes que hoy administra la Universidad, que cuenta con varios edificios, pero sin campus. Para que quede claro quien manda.