“Sin una señal política del FMI no tiene sentido perder mil palos más”. Esa frase, de alguien muy cercano a la mesa de negociación con el FMI, sintetiza el clima que gobernó esta semana de vértigo hasta la nochecita del jueves.
No haber pagado el vencimiento de ayer hubiera costado muchísimo más que los 700 millones de dólares que, finalmente, se desembolsaron. El mensaje llegó a Washignton esa tarde. “Los mensajes de buena voluntad solo vienen de un solo lado”, transmitieron desde Buenos Aires ante el estupor de los interlocutores, con pocas horas de vuelo en el “caso Argentina”.
El gobierno del presidente Alberto Fernández necesitaba un anuncio político para la tribuna doméstica. Lo obtuvo; también alejar el fantasma del default. Sin embargo, de ninguna manera logró dejar atrás ni las dificultades que se avecinan en las próximas discusiones con el board del organismo internacional de crédito ni tampoco aplacar las tensiones que subyacen entre Economía y el BCRA.
Ahora las conversaciones continuarán, habrá que firmar un acuerdo de entendimiento para efectivamente concretar la firma de un acuerdo que asomaría en marzo y, probablemente, una misión del FMI visitará Buenos Aires.
El comunicado del FMI llegó pero dijo mucho más con lo que no dijo. Por ejemplo, no quedó fuera del radar el ajuste de tarifas que, seguramente, no estará escrito en la letra chica, que aún se desconoce pero que golpeará en el corazón del acuerdo. Tiene que ver con la posibilidad real de reducir el rojo fiscal. Por ejemplo, solo este año se necesitarán 14 mil millones de dólares para sostener los subsidios energéticos y, además, comprar energía. Es casi un 4% del PBI y mucho más que los vencimientos de 2020.
Los equipos de Hacienda negociaron día, tarde y noche contra reloj y este viernes se sentían como si hubieran dado la vuelta olímpica.
Hubo fuertes tensiones entre los integrantes para definir el tema. El propio ministro de la Producción, Matías Kulfas, salió una vez más a dejar en claro que no se podía entrar en default; es decir a “bancar” al tándem que forma con Guzmán muchas veces cuando cierran el cerco frente a algunas diferencias que asoman desde el BCRA, que conduce Miguel Pesce.
Allí también habría habido malestar por estos días (todo junto, la misma semana) por los trascendidos en torno a un posible nuevo swap con China. El Presidente viajará el martes próximo a Rusia y China en una gira cuyo contenido económico enciende luces naranjas en el círculo rojo por las difusas fronteras entre lo público y lo privado.
Otra inquietud de esta misma semana fue que volvieron a encenderse rumores en torno a llamados desde la Casa Rosada al economista Martín Redrado, quien suena como eventual reemplazo en Economía y de quien se dice que continúa siendo consultado, en temas cruciales como la negociación con el FMI, por la vicepresidenta Cristina Kirchner.
En el empresariado el respaldo al anuncio político, aún cuando falta la letra chica de absolutamente todo, fue inmediato. Es que siempre se tomó la firma de un acuerdo (que aún no se concretó) como la brújula para los próximos dos años de gobierno. Los principales refrentes del mundo de negocios consideran que siempre habría tiempo para corregir el rumbo, sin escenario de default y con acuerdo.
Lo cierto es que por ahora falta mucho, no solamente por los pasos técnicos que hay que seguir sino porque nada garantiza hasta ahora que se solucionarán los problemas de fondo; inflación, pobreza, dólar. Es más, es muy posible que sea el próximo gobierno el que desarme el ovillo del cepo cambiario, por ejemplo.
En el mientras tanto, habrá que seguir orejeando cartas con el FMI y apaciguando encendidas discusiones en el seno del equipo económico que, con o sin este anuncio, sigue teniendo diferentes criterios económicos para definir cómo encorsetar una inflación anual de dos dígitos y un dólar blue que sigue por encima de los $ 200.