Galo Soler Illia es otro candidato más que se suma al fenómeno Facundo Manes que desembarca al mundo de la política desde la ciencia. Aunque parece llevarlo en la sangre: es nieto del expresidente radical Arturo Illia.
Es químico, investigador del CONICET y profesor de la Universidad de San Martin y de la UBA. En diálogo con PERFIL habló de su candidatura, de por qué decidió meterse en la política, de la relación con su abuelo y de cómo vivió la familia el golpe de 1966.
-Es tu primera candidatura ¿Qué te llevó a tomar la decisión de presentarte en estas elecciones?
Aunque nunca tuve un cargo político y en mi época estudiantil no milité, siempre en mi familia se habló de política y me interesó. Lo que finalmente me decidió fue que maltrataron a mi hija en el secundario de una manera parecida a lo que ocurrió en el colegio de La Matanza. La profesora de historia le dijo a la clase, que había cometido un error, que lo que habían hecho estaba mal y era como votar a Mauricio Macri. Eso me produjo mucha indignación porque es un episodio que muestra la impunidad para adoctrinar a la gente y para transferirle su ideología como única válida. Hay que plantarse contra esto.
-¿Por qué en la lista con Adolfo Rubinstein?
La lista de Rubinstein representa al radicalismo y el emergente de demandas de la sociedad. Es una lista que lo que representa es gente común, profesional, que trabaja porque está preocupada por su país, que es experta en determinadas cosas. No es una lista impuesta por un pequeño grupo de gente que tacha o pone nombres. Es una lista que respeto y con la que laburo.
-¿En algún momento "chapeaste" con tu apellido?
Nunca me gustó "chapear" con el apellido. Sé que tuve muchas oportunidades por mi apellido. Digamos, no es lo mismo llamarse Illia que no llamarse. También el apellido te da obligaciones, te exige un comportamiento. Tenés que mantenerlo limpio. No lo use nunca para una ventaja. A veces, al que está en frente le da un poco de cosa o algo de miedo.
-Y por fuera del ámbito político, ¿te pesó en algún momento de tu vida el apellido Illia?
Cuando era chico iba a un colegio privado de mi barrio muy cheto que no se sabía nada de Illia. Y no estudiábamos Illia porque era reciente, no teníamos historia contemporánea argentina, se estudiaba hasta Hipólito Yrigoyen. Pasé de ese colegio cheto al Nacional Buenos Aires en el año 1983, el 18 de enero de ese mismo año murió mi abuelo. El entierro fue el primer acto real de la democracia. Se juntó un cortejo fúnebre que llevó el cajón desde el Congreso hasta el Cementerio de la Recoleta. Estuvieron todas las figuras políticas, Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa estaban allí. Fue como una ola de la democracia. Y ahí me di cuenta de lo que era Illia. Recuerdo de chico ver cómo la gente lo abrazaba y él se quedaba hablando. Pero hasta ese momento, no entendía mucho. Cuando entré al Nacional Buenos Aires me empecé a dar cuenta de la importancia y volumen histórico que tenía.
-¿Cómo creés que ven desde el resto de los espacios políticos a la figura de tu abuelo?
Tengo amigos peronistas, kirchneristas, comunistas, socialistas, de derecha y ninguno pudo decir nada malo. Illia es una figura pública que debe ser equivalente a Belgrano. Lo más que le pueden decir los peronistas es que proscribieron al peronismo y ganó. Si, pero lo primero que hizo fue levantar la proscripción. Pero tuvo pocos votos te dicen alguno, sacó más del 50% del Colegio Electoral. Es más, electoralmente sacó más votos que (Néstor) Kirchner. Pero nunca tuvo un inconveniente con ninguna persona en esos términos, sino al revés, lo respetan mucho a Illia y sobre todo, lo respetan los adversarios.
-¿Te acordás de un momento que compartiste con él en política, de acompañarlo a algún acto?
No tanto, de vez en cuando iba a alguna comida radical. Cuando era chico estaban los militares y no salía mucho de casa. Él estaba muy activo porque defendía presos políticos y hacía toda una labor política subterránea muy fuerte.
-¿Y cómo era Arturo Illia como abuelo?
El Illia abuelo era una persona muy calma. Los pocos momentos que pasamos juntos, él agarraba un libro de la biblioteca y me leía fragmentos del Martin Fierro, me contaba alguna fábula o pequeños cuentos. Lo veía generalmente en reuniones con mis padres o con sus amigos. Me acuerdo que siempre estaba entusiasmado cuando él se iba de viaje porque me traía un regalo. Yo era ahijado de él y me tenía buena estima. No era un abuelo que te llevaba al parque, él estaba para otras cosas. Pero era una persona que los momentos que compartías con él tenías cierta común unión. Era una persona de pocas palabras, pero de palabras muy justas.
-¿Y cómo vivió tu familia el golpe de Estado de 1966?
El golpe que sufrió mi abuelo, mi mamá quería ir a matar a los militares. Estaba en la Casa de Gobierno y tenía algunas armas ahí dando vueltas. Le pide el revólver a un amigo de ella, Horacio Costa, para matar a Julio Alsogaray. Obviamente no se lo dieron. También está el caso del oficial de granaderos, Aliberto Rodrigañez Riccheri, que tenía 30 soldados que solicitó desplegar para que no entren los militares y mi abuelo le dijo que no, que no se va a derramar la sangre de ningún granadero. Hoy lo sigo viendo a Aliberto, el granadero que defendió a mi abuelo. Y mi abuelo siempre lo dijo, a él lo voltearon los intereses de las veinte manzanas que rodean Plaza de Mayo, los laboratorios de medicamentos, los petroleros, los sindicatos y los gremios.