Ingrid Betancourt era candidata presidencial por el Partido Ecologista cuando fue secuestrada por las FARC el 23 de febrero de 2002, junto a Clara Rojas, que por entonces era su jefa de campaña. Hoy no se hablan.
Durante sus seis años y medio de cautiverio, Ingrid Betancourt fue la moneda de oro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Egresada del prestigioso Institut d'Études Politiques de Paris o Sciences Po, como se lo llama informalmente, Ingrid Betancourt se formó en política internacional y comercio exterior en la misma selecta casa de estudios de París por donde pasó la más compacta elite de diplomáticos franceses, varios presidentes (Georges Pompidou, François Mitterand, Jacques Chirac, François Hollande, Emmanuel Macron, etc), 18 primeros ministros, un premio Nobel de la Paz (Sir Austen Chamberlain), ceos, banqueros, 20 líderes internacionales, el escritor Marcel Proust y el diseñador Christian Dior, sólo por mencionar algunos líderes de Occidente.
Su madre, Yolanda Pulecio, había sido una Reina de Belleza, y su padre, Gabriel Betancourt, un político conservador que llegó al Ministerio de Educación con un presidente de facto, Gustavo Rojas Pinilla.
Los buenos contactos, sin embargo, lo llevaron a Francia y la familia se radicó en París, cuando Monsieur Betancourt fue nombrado embajador ante UNESCO.
Allí, Ingrid adoptó un francés fluido, conoció a su primer marido, el francés Fabrice Delloye, con quien tuvo sus dos únicos hijos, Mélanie y Lorenzo, antes de divorciarse, tras siete años de matrimonio.
La familia regresó a Colombia cuando su amigo, el candidato presidencial Luis Galán había sido asesinado. La madre de Ingrid, Yolanda Pulecio, ingresó al senado y le allanó el camino para llegar al Parlamento, por el partido liberal.
Ya en su patria, Ingrid Betancourt mostró su carácter. El caballito de batalla de su ascenso político se alimentó de sus constantes denuncias de corrupción (a su amigo Ernesto Samper, por ejemplo, le dijo públicamente que había llegado a la presidencia financiando su campaña con dinero del Cartel de Cali). El blanco de su lengua filosa sería siempre el Partido Liberal, en el que ella militaba.
Ingrid Betancourt: mujer de carácter
Sus campañas políticas fueron siempre estruendosas: hizo una huelga de hambre para que el narcotráfico cesara de sostener a los políticos; caminó por las calles de Bogotá repartiendo preservativos a los transeúntes mientras decía "la corrupción es el sida de la política en Colombia"; otra vez, en cambio, repartió Viagra para "parar a los corruptos".
En 1996, comenzó a recibir amenazas de muerte. Resguardó a sus hijos enviándolos a Francia, para que vivieran con su padre y, un año más tarde, fue abucheada por sus colegas parlamentarios cuando gritó, dentro del recinto: “Desde hace muchos años el Partido Liberal viene teniendo unas relaciones vergonzosas con los delincuentes del país". Y le pidieron retirarse.
En 1998, dejó a los liberales, sin cesar de denunciar sus negociados, y fundó una pata colombiana del partido europeo de los ecologistas, el Partido Verde Oxígeno. Los colombianos confiaban en ella y respaldaron con votos su presencia en el Parlamento, con los Verdes: fue la más votada.
Ingrid Betancourt contra los secuestros de las FARC
Apoyó la candidatura de Andrés Pastrana a cambio de que él impulsara su propio proyecto de Reforma Política anticlientelista; sin embargo, una vez que Pastrana llegó al Palacio de Nariño, en Bogotá, perdió la memoria.
Mientras tanto le quedó tiempo de conocer a su segundo marido, el publicista Juan Carlos Lecompte, quien la alentó a escribir en francés La Rage au cœur, (La rabia en el corazón), un texto que fue best seller en Francia y obviamente hiper-criticado por los liberales colombianos, ya que dedicó el volumen a sacar todos los trapitos al sol.
El ex presidente Samper inició un reclamo judicial para que el libro dejara de venderse, pero el Tribunal de Francia le dio la razón a la autora y siguió publicando La Rage au cœur sumándole una carta de descargo de Samper.
En 2002 renunció a su banca en el senado porque “era un nido de ratas” y lanzó su candidatura a la presidencia con su propio partido, el Verde Oxígeno.
Siempre original, Ingrid Betancourt inició su campaña proselitista en una chiva (un camioncito con terraza, que puede transitar por caminos angostos) y se detuvo a besar tres besos a la estatua de Simón Bolívar en la plaza homónima del centro de la capital.
Y dijo de sus contrincantes: “Álvaro Uribe tolera los asesinatos en Colombia”; “Noemí Sanín quiere ser candidata independiente mientras hace alianzas con políticos tradicionales”; “¿cómo una persona [Horacio Serpa] que estuvo alcahueteando lo que estaba sucediendo en el gobierno de Samper puede hoy en día decir que quiere luchar contra la corrupción?”.
Ingrid Betancourt cara a cara con las FARC
Como candidata y junto a los otros, el presidente Pastrana la convocó a una reunión con los jefes guerrilleros de las FARC, en un encuentro especial en la zona de distensión. Y mirando a los ojos de quienes luego la secuestrarían, les pidió que terminaran definitivamente con los secuestros, porque “sin ese paso, la paz y la reconciliación entre los colombianos no sería posible”.
Fue como firmar su sentencia de muerte. Pocos días después, en febrero, las FARC secuestraron al presidente de la comisión de paz. El gobierno mandó al ejército a la Zona de Distensión y fue hasta San Vicente del Caguán, la puerta de entrada a la amazonia colombiana y el lugar donde se negociaba con la guerrilla.
Sin medir peligros, Ingrid Betancourt se sumó a la comitiva, el 22 de febrero pero viajó por tierra, desde Florencia, junto a Clara Rojas, su jefa de campaña. Inexplicablemente, el presidente Pastrana no le había permitido llegar en avión y le había retirado la custodia de seguridad.
Un grupo de elite de las FARC, la Columna Móvil Teófilo Forero, las secuestró apenas pasaron el primer retén (que ya había cruzado la Cruz Roja Internacional).
Por entonces, las FARC montaban dos tipos de secuestro: para pedir dinero o bien para canjear a sus rehenes por los guerrilleros detenidos en cárceles colombianas. Veinte policías, catorce militares, nueve políticos y tres ciudadanos estadounidenses integraban por entonces el primer grupo; otras 1.100 personas aguardaban entre la maraña selvática del Amazonas colombiano que alguien pagara para devolverlos a la civilización.
No hubo noticias de las dos mujeres durante cinco meses, hasta que el programa Noticias Uno difundió un video enviado por las FARC en el que se veía a Ingrid y Clara, en cautiverio. Enfundadas en un overall oscuro y, con el pelo recogido en la nuca, daban una prueba de vida hablando sobre los ruidos que brotaban de la selva. Clara Rojas, ya muy delgada, no dijo palabra. “Llevo 82 días en una tremenda soledad”, deslizó Betancourt. Acusó directamente al gobierno de Pastrana de haber facilitado las extorsiones de la guerrilla y pidió que se inicie una investigación sobre las circunstancias en las que se produjo su secuestro.
Fue lo único que se supo de ellas en cuatro años. Algunos decían que Ingrid había sido víctima del “sindróme de Estocolomo” y que se había unido a la guerrilla; otros, que había muerto.
Ingrid Betancourt, perdida en la selva colombiana
En 2006, el periodista colombiano Jorge Botero publicó su libro Últimas noticias de la guerra. Allí aseguró que un comandante de las FARC, Raúl Reyes, le había revelado que Clara Rojas había tenido un varón con uno de los guerrilleros. Nadie lo creyó, pero era verdad y Clara Rojas lo confirmaría a su turno en su propia versión de los hechos, el libro Cautiva, en donde dejaba en claro que “la frialdad” de Ingrid Betancourt la había desencantado.
En febrero del año 2007, el presidente Alvaro Uribe dijo a periodistas franceses que, según un rumor, Ingrid Betancourt ya no estaba en Colombia y pidió ayuda tecnológica al gobierno de Francia para rastrear la ubicación de la secuestrada.
El 17 de mayo de ese año, un policía colombiano, John Frank Pinchao le devolvió la esperanza a todos. Apareció en Bogotá tras haberse fugado de un campamento de las FARC, en Vaupés. Dijo que había compartido dos años de su cautiverio con Ingrid Betancourt.
Tras ponerse en contacto con él, Juan Carlos Lecompte, esposo de Ingrid, dijo a la prensa: "Ingrid se encuentra bien de salud, hace ejercicios físicos a diario y duerme encadenada del cuello sobre una cama hecha de ramas. La tratan como un animal”.
Pinchao agregó luego que había visto por última vez a la ex candidata el 28 de abril, que ella había intentado fugarse cinco veces, que una vez lo había logrado, pero la recapturaron cinco días más tarde, en la selva, porque habia perdido el sentido de la orientación.
Desde entonces le sacaron la radio y le encadenaron el cuello, pero no podían encadenarle la lengua para que abandonara sus rosarios de maldiciones contra los guerrilleros. Había tenido hepatitis, pero su estado de salud no era malo; escribía, leía los periódicos que llegaban a ella, los recortaba y pensaba, mirando el vacío. Un día se enteró que su padre había fallecido.
También correspondió a Pinchao confirmar que Clara Rojas que ya estaba en otro campamento diferente, tenía un amorío con un guerrillero raso, que había tenido un hijo, Emmanuel, pero que lo criaban los secuestradores y no la dejaban verlo.
Yolanda Pulecio, la mamá de Ingrid Betancourt tomó un avión y viajó a Buenos Aires. Se entrevistó con la primera dama Cristina Kirchner en la residencia de Olivos y luego le “pidió conocer a al presidente”. Ya en la Casa Rosada, le pidió al santacruceño que apoyara al presidente Uribe en la negociación que tenía que dar para recuperar a su hija. Eso significaba excarcelar guerrilleros y poner dinero en la mesa de las FARC.
En noviembre, la guerrilla grabó sin sonido la imagen de Ingrid Betancourt sentada en una silla en un claro de la maleza colombiana. Siempre mirando hacia el suelo, la ex candidata presidencial no renunciaba a la dignidad: erguida, casi altiva, apoyó las manos sobre las piernas cruzadas mientras el pelo atado le caía interminable al costado del torso.
Antes de Navidad, el presidente Nicolas Sarkozy le escribió una carta a su par argentino y formalizó el mismo pedido que había hecho Yolanda Pulecio: 45 guerrilleros quedarían en libertad a cambio de la liberación de Ingrid Betancourt y otros 13 secuestrados. “Para alcanzar mi objetivo tengo el apoyo de todos los franceses. Necesito también su apoyo”, le dijo, y Kirchner viajó a Bogotá junto con Hugo Chávez y Luiz Lula da Silva.
Mientras Cristina Kirchner asumía la presidencia, Sarkozy aparecía en la televisión francesa haciendo un pedido “solemne al líder histórico de las FARC, Manuel Marulanda” para que liberara a Ingrid Betancourt antes de Navidad, para evitar la intervención armada.
El 2 de julio de 2008 la Operación Jaque, a cargo de Mario Montoya, Comandante del Ejército Nacional de Colombia, devolvió a la civilización a Ingrid Betancourt, tres estadounidenses y siete militares y cuatro policías colombianos en el departamento del Guaviare.
Esa misma noche, Ingrid Betancourt participó de una conferencia de prensa organizada por el presidente Uribe, en la que estuvieron todos los secuestrados colombianos, el poder ejecutivo en pleno y las Fuerzas Militares de Colombia. Contaron detalles de su cautiverio y exhortaron a las FARC a negociar la paz.
Una emisora suiza, Radio Suisse Romande divulgó que se habrían pagado US$ 20 millones al alias "César" de las FARC para que la liberación fuera posible. Tanto la cancillería francesa como las milicias colombianas lo negaron.
Con su familia se radicó primero en Francia y luego en Gran Bretaña para trabajar por la liberación de todos los que aún estaban secuestrados por las FARC y aseguró que no se cortaría el cabello hasta lograrlo. Fue más fácil volver a la peluquería.
Anunció que se retiraría de la sucia política porque “contamina y rebaja las aspiraciones de servir a los demás”.
Desde entonces recibió innumerables premios. Un 14 de julio, Francia la distinción de la Legión de Honor en el grado de caballero, y España con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia; la BBC de Londres la incluyó entre las 100 mujeres más influyentes del 2013.
Ser presidente de Colombia
En el año 2010 se supo que, desde Francia, reclamó al gobierno de Colombia una indemnización de alrededor de US$ 8,4 millones acusando a la administración del ex presidente Pastrana de impericia por haber favorecido el viaje que terminó en su secuestro.
En el año 2021 viajó a Colombia para recuperar la personería jurídica de la fuerza que conducía cuando fue secuestrada, el Partido Verde Oxígeno. Hace un mes anunció que quiere competir en las elecciones presidenciales del 29 de mayo de este año.
“Voy a participar en la consulta del 13 de marzo, voy a ser parte de la Coalición Centro Esperanza como candidata a la Presidencia y yo voy a trabajar, desde este instante, sin descanso, de sol a sol para ser su presidente”, afirmó Ingrid Betancourt.
MM/JFG