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Argentina busca revivir la identidad sudamericana en 2021 frente a EE.UU. y China

El Gobierno entiende que es imprescindible sumar a los moderados como Luis Lacalle Pou en un armado regional aprovechando el quiebre del eje Washington-Brasilia. Los otros líderes a los que busca atraer.

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Los presidentes Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou se reunieron en la estancia Anchorena, en Colonia. | Presidencia Uruguay

Hay un intento, por parte del Gobierno de Alberto Fernández, de estimular un armado regional que ingrese al mundo de la pos pandemia, en 2021, con una identidad sudamericana sólida, capaz de mostrar diferencias ideológicas sin grietas como alguna vez lo hizo la Unasur, sea frente al próximo presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, como la enérgica proyección de China sobre esta parte del mundo. Si bien se cuidan con las etiquetas para evitar que los prejuicios se impongan sobre el interés común, el objetivo es reconciliar a la región en el centro a través de los moderados, como Luis Lacalle Pou, y aislar los extremos que insisten con el discurso de confrontación. En el Ejecutivo, están convencidos que hay mucho para ganar en términos geopolíticos desde el centro a partir del quiebre del eje Washington-Brasilia y la emergencia del polo asiático si sabe jugar sus cartas.  

De eso, y de otros temas que hacen a la agenda bilateral entre Argentina y Uruguay, conversaron los presidentes Alberto Fernández y Lacalle Pou en su almuerzo en la residencia presidencial de Parque Anchorena, en la ciudad de Colonia. “Los dos sentimos que debemos hacer mucho más profundo el vínculo y la relación de nuestros pueblos. También creemos que hay que trabajar juntos para que la región vuelva a unirse, respetando la diversidad ideológica y haciéndonos fuertes en un mundo que se globaliza. Estamos convencidos que juntos podemos aportar mucho a este objetivo”, expresó el mandatario argentino al término de la cita.

Del lado uruguayo, quien dio cuenta del clima del encuentro fue el canciller Francisco Bustillo Bonasso. Lo describió como "un asado de camaradería" más que una cita de trabajo. "La sintonía es excelente", celebró. Y explicó que se abordaron diversas cuestiones relacionadas con lo bilateral, el Mercosur y la región. Mencionó, por caso, los acuerdos comerciales con la Unión Europea –resta su ratificación legislativa– y la posibilidad de avanzar con China y Estados Unidos. También ciertos aspectos que hacen al interés compartido y que son una apuesta propia de Montevideo como la hidrovía de los ríos Uruguay y Paraná-Paraguay.

"Hay que trabajar juntos para que la región vuelva a unirse, respetando la diversidad ideológica y haciéndonos fuertes en un mundo que se globaliza. Juntos podemos aportar mucho a este objetivo"

El mapa sobre el que el Gobierno mueve las fichas muestra una región en movimiento en la que Argentina apenas aparece acompañada por Bolivia si bien 2021 podría cambiar las cosas. En febrero, Ecuador votará para presidente y el correísta Andrés Arauz compite con chances de mudar de signo político al país. También habrá elecciones en abril, en Perú  —la preferida del Gobierno, la frenteamplista Verónika Mendoza no pareciera tener muchas posibilidades hoy aunque todo es una incógnita allí a la luz de la reciente crisis— y en Chile, donde las fuerzas de centroizquierda ensayan una incipiente alianza, envalentonados con la victoria del SI en el referéndum constitucional, pero que todavía no se consuma. Dentro de ese armado aparece uno de los coordinadores de Puebla, cercano a Fernández, el dirigente Marco Enríquez-Ominami. 

Las expectativas de recrear un frente de países políticamente más amigables están intactas en el Frente de Todos aunque admiten que 2019, con el golpe de Estado en Bolivia y la derrota del Frente Amplio en Uruguay, les enseñó a diferenciar la épica de realidad. Los más pragmáticos insisten en que la región debe reconstruirse como tal desde el centro, como alguna vez fue la Unasur, atrayendo a los moderados de ambos espectros y condicionando a los actores más extremos a bajar los decibeles y abandonar el juego unilateral. Lacalle Pou representa esa ala en las antípodas ideológicas con la que se puede conversar, razonan desde la Rosada. Lo mismo que el paraguayo Mario Abdo Benítez o el propio Piñera, mientras siga al frente de Chile, con quien también hay una excelente relación.

El interés por encontrarse en un punto intermedio proviene también del otro lado. En Bolivia, en ocasión de la coincidencia por la asunción de Luis Arce, fue el presidente colombiano Iván Duque quien solicitó a Fernández una bilateral. Uribista acérrimo, con una postura mucho más dogmática que la de su predecesor, Juan Manuel Santos —otra de las figuras conservadoras con las que el kirchnerismo tuvo diálogo así no pensaran igual—, desde la Rosada lo interpretaron como efecto de la incertidumbre que enfrenta el eje más duro del continente sin un Donald Trump que los apadrine. Nadie espera que Biden renuncie a los intereses de Estados Unidos y es precisamente por eso que Latinoamérica, y Sudamérica en particular, deben reconciliarse bajo una misma identidad como región.

Ivan duque alberto fernandez reunion Bolivia 20201119

Pese a que la visita de Fernández a su vecino rioplatense estaba pendiente desde el pasado 1 de marzo, el viaje tomó a algunos funcionarios por sorpresa. Poco después de las 9 de la mañana, los voceros de Presidencia difundieron el parte que liberaba al mandatario del aislamiento preventivo al pasar diez días sin síntomas de Covid-19 y con un segundo hisopado negativo.  Luego el jefe de Estado voló rumbo a Uruguay con su secretario de Prensa, Juan Pablo Biondi. Allí lo esperaba el actual embajador argentino, Alberto Iribarne.

Junto a Lacalle Pou se encontraba un hombre clave para cerrar el encuentro entre ambos mandatarios, el canciller uruguayo Francisco Bustillo Bonasso. Más allá de ser un funcionario de carrera diplomática, vinculado al Partido Blanco y muy cercano al actual presidente uruguayo, mantiene con Fernández una relación personal al punto que el presidente argentino solía alojarse en su residencia cuando visitaba España y él oficiaba como embajador en aquel lugar. Lo hizo, sin ir más lejos, en su gira como presidente en febrero pasado. Bustillo viajó en el avión de Fernández rumbo a Bolivia para la asunción de Luis Arce, hace dos semanas. En esas horas se habría terminado de cerrar este almuerzo que luego quedó sujeto al positivo del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, y la cuarentena obligada para el presidente argentino.

Junto a Lacalle Pou se encontraba un hombre clave para cerrar el encuentro, el canciller uruguayo Francisco Bustillo Bonasso, quien viajó en el avión de Fernández a Bolivia hace dos semanas.

Cuando asumió Lacalle Pou en Montevideo, Fernández no pudo estar presente —como sí lo había hecho el uruguayo acompañando al entonces presidente Tabaré Vázquez en diciembre— debido a la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso. En su lugar, viajaron Béliz, y el canciller Felipe Solá. Ninguno de los dos formó parte de la comitiva reducida en Anchorena. Tampoco otros miembros del Frente de Todos que suelen participar de la agenda internacional.

La pandemia congeló los planes de una reunión aunque nunca se descartaron. Al contrario, en estos meses, Fernández y Lacalle Pou dialogaron telefónicamente para reforzar los vínculos cuando Argentina y Uruguay quedaban enfrentados. Sucedió, por caso, durante la negociación de los acuerdos comerciales en el marco del Mercosur, puntualmente, respecto al tratado con Corea del Sur. Montevideo había respaldado a Brasilia a la hora de acelerar el proyecto y eso lo enfrentó con Buenos Aires. Luego quitó el pie del acelerador sin dejar nunca de desear ese acuerdo con la potencia tecnológica asiática pero consensuando los movimientos. Tal es el espíritu del armado que pretenden desde el Gobierno.

 AF con Lacalle Pou 20201119