Los últimos días de vida de Néstor Kirchner tuvieron ese talante que el ex presidente había sabido impregnar en su gestión. La política era el tema monolítico que abarcaba sus horas, pero también el tiempo en familia, las fotos con admiradores, la rosca, los diarios del domingo y los infaltables insultos a sus editorialistas y los interminables llamados telefónicos fueron los que prologaron sus horas finales, cuando a las 8 de la mañana su corazón se paró.
Viernes 22, el último acto.
Fue el Chivilcoy, ciudad natal del hombre al que K había elegido como su enemigo número uno, Héctor Magnetto. Después de acompañar a Cristina, a las 14.27, habló con los medios sobre el crimen de Mariano Ferreyra, el joven militante del Partido Obrero fusilado en las vías del Roca por una patota sindical. “Es terrible. No tengan ninguna duda que la Presidenta ha impulsado la investigación de los autores intelectuales y materiales del hecho. En el día de hoy van a ver importantes novedades. Más no puedo hacer”, sostuvo.
Sábado 23, la foto final.
Tras su promesa de volver a fijar domicilio en Río Gallegos, Kirchner volvió a caminar con su esposa por las calles de su ciudad. El matrimonio paró un momento para tomar un café en el hotel Santa Cruz pero el asedio de personas los obligó a partir. Antes posaron con una joven familia en la que se convirtió en la última foto pública con vida del ex presidente. Allí se ve a CFK con lentes negros a cara lavada y a Lupo, como lo conocían en su provincia, sonriente.
Domingo 24, los diarios y las encuestas.
El domingo a Néstor Kirchner se lo vio caminando por la costanera de El Calafate y luego por el centro de la villa turística. Gran parte de la mañana la paso leyendo los diarios, una obsesión que conservó hasta el último día. Lanzó críticas a los diarios que publicaron la foto de sus ministros con Cristian Favale, el barra acusado del asesinato de Mariano Ferreyra, y se le escapó algún que otro insulto a las plumas agoreras que desdeñaban el co-gobierno que ejercía con Cristina. Sin embargo, las encuestas que mostraban un crecimiento en la imagen positiva K -también reflejadas en los diarios- lo habían puesto de buen humor y conversó con algunos consultores sobre la remontada.
Lunes 25, de campaña.
Mientras CFK comenzaba a leer La gran epopeya, el combate de la Vuelta de Obligado, del hsitoria Pacho O’Donnell, y descansaba por al gripe que la había obligado a cancelar su viaje a Río Grande, Tierra del Fuego, Kirchner se la pasó haciendo llamados telefónicos. Habló con el Chino Navarro, diputado provincial del Frente para la Victoria, y con los ministros. La reunión del PJ del día siguiente era la papa caliente que quemaba las manos del ex presidente. ¿Qué hacer con Moyano?, la pregunta a responder.
Martes 26, la última cena.
En su último día con vida, Néstor Kirchner discutió fuerte con Hugo Moyano. Fue por la tarde-noche, cuando el líder de la CGT lo llamó a su celular para reprocharle los faltazos del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, el ministro del Interior, Florencio Randazzo, y el presidente provisional del Senado, José Pampuro a la reunión del PJ bonaerense. Hubo gritos y pases de factura y Kirchner quedó alterado. Después cenó en la residencia de Los Sauces con Cristina, su amigo, el empresario Lázaro Báez su señora. Se acostó a las 2 de la mañana.
Miércoles 27, muerte súbita.
Kirchner se levantó minutos antes de las 7 y aguardó impaciente la llegada de los diarios. En un momento, se sintió mareado y decidió volver a la cama con Cristina. A las 7.30 sufrió el primer paro cardiorespiratorio y comenzó a agonizar. Estalló la tensión en la casa de El Calafate y Kirchner fue trasladado de urgencia al hospital donde llegó casi muerto. A las 9.15 el ex presidente falleció como consecuencia de una “muerte súbita”. A su lado, Cristina lloraba desconsoladamente, destruida. La vida de su esposo y compañero de militancia política se había apagado para siempre.