Filósofo, profesor universitario y ensayista. También secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional de Argentina durante la segunda gestión de Cristina Fernández de Kirchner y uno de los intelectuales fundadores del Espacio Carta Abierta. Ahora, Ricardo Forster oficia como asesor del Presidente Alberto Fernández y lo acompaña en su gira de tres días a México, donde le organizó al mandatario un encuentro con un selecto grupo de intelectuales en la embajada argentina.
Desde allí atiende el llamado de PERFIL. Afirma que el recibimiento fue "excepcional". Y pasa revista de la intensa agenda de trabajo: empresarios, con quienes entablaron "un diálogo muy franco, muy directo, con mucha empatía"; reuniones políticas al más alto nivel, con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO); su canciller, Marcelo Ebrard, y la alcaldesa de la capital, Claudia Sheinbaum, dos posibles sucesores; una visita a las instalaciones de Liomont, donde se fabrica la esperanza de una vacuna latinoamericana contra la Covid-19.
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"Un laboratorio de primerísimo nivel y alta tecnología, donde quedó muy clara la relación de colaboración entre México y la Argentina", resalta el académico.
—¿Qué tan consistente es el sentimiento de alianza que manifiestan ambos gobiernos?
—Hay mucha empatía entre los presidentes y eso es muy interesante en lo que hace a la construcción de un vínculo muy sólido con México. Ayer (por el lunes) llegó el avión desde Rusia con la primera remesa de vacunas Sputnik V para México y el Presidente López Obrador públicamente mencionó y agradeció el papel del Presidente Fernández para establecer el vínculo con Rusia. Lo que queda claro es que se abre un camino de colaboración para un eje progresista en América latina.
—El día del arribo a México, el Presidente López Obrador fue muy enfático en su conferencia matutina al cuestionar a los países donde se distribuyen vacunas de modo irregular entre los círculos de poder. ¿Lo leyeron como una crítica velada a lo trascendido días antes en Argentina?
—No, no, yo diría que López Obrador tiene en eso una posición muy clara como la tiene en temas como la corrupción. Y hace mención a la injusticia brutal que se expresa a nivel global donde unos pocos países se apropian de la mayor parte de las vacunas. Por ejemplo, para terminar la producción de la vacuna entre México y la Argentina, la de Oxford-AstraZeneca, hizo falta un componente clave que lo tenía que entregar Estados Unidos...
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—¿Se resolvió ese faltante?
—Se avanzó muchísimo. Aquí hicieron un acuerdo con el estado de Nueva México y eso va a acelerar la etapa final para que se termine la producción de la vacuna y se empiece a distribuir. No se habló de plazos estrictos (Fernández mencionaría abril) pero creo se va a anticipar a lo que se había dicho últimamente.
—El diputado Eduardo Valdés dijo en su momento que le recomendaron aplicarse la vacuna para viajar a México, ¿usted se la aplicó o alguien le recomendó que lo haga?
—Era una preocupación que se tenía y estoy convencido de que hubiera sido necesario que, quienes tienen responsabilidades como las de representar al país en el extranjero, puedan recibirla. Yo no me vacuné ni se me ofreció hacerlo. Todo el tema vacunas es extremadamente complicado, complejo, geopolítico, de intereses económicos cruzados, con laboratorios que expresan el papel muy oscuro de la industria farmacéutica a nivel global con niveles de rentabilidad gigantescos y la desigualdad tremenda entre países ricos y pobres. Es importante que los medios valoren el esfuerzo enorme que hacen países como la Argentina para que las vacunas lleguen.
"Era una preocupación que se tenía y estoy convencido de que hubiera sido necesario que, quienes tienen responsabilidades como las de representar al país en el extranjero, puedan recibirla."
—¿La Sputnik V fue una apuesta estratégica contra todas las críticas que recibía en sus inicios?
—Hoy está (la asesora presidencial) Cecilia Nicolini negociando en Rusia para que se regularice la entrega de la Sputnik V que ha demostrado ser una vacuna que ahora gran parte del mundo está requiriendo por su calidad. Y esto luego de haber escuchado opiniones lamentables en nuestro país, cargadas de prejuicio, macartismo y casi imbecibilidad histórica. Es un tiempo delicado y complejo pero atravesado por el esfuerzo enorme que se está haciendo.
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—Argentina y México coinciden en un discurso político en común a nivel internacional respecto al acceso a las vacunas. ¿Hay una intención de construir un liderazgo moral o es mero pragmatismo?
—Por primera vez, un gobierno mexicano está mirando hacia el Sur cuando siempre Estados Unidos ha sido su lugar de referencia, el imán, para bien o para mal, en lo que refiere a su vida económica, social, política, migratoria y cultural. Y a eso se añade la sintonía entre Alberto Fernández y López Obrador, la recuperación de la vida democrática en Bolivia y las fichas que ahora se ponen en Ecuador, donde preocupan ciertos manejos para impedir que se lleven a cabo elecciones transparentes que quizás permitan el triunfo de Andrés Arauz. La intención de México y Argentina de recuperar el liderazgo en la región hacen a esa perspectiva: a contribuir a una mayor democratización de la región. Y a mí me parece muy bien porque los dos países, junto con Brasil, forman parte de los tres grandes que han marcado la historia de América latina.
—Es sabido que a López Obrador lo apasionan más los asuntos domésticos que la política exterior. ¿Sería entonces Fernández quien dirija esa construcción regional?
—Creo que hay un gran respeto del campo democrático progresista en América latina hacia la figura y el papel de Alberto Fernández y él se mueve muy cómodo en estos intercambios, en esta mirada geopolítica hacia América latina. Así y todo, en los últimos tiempos, también ha profundizado el vínculo con (la canciller alemana) Angela Merkel, con (el presidente francés Emmanuel) Macron...
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—Por encima de las grietas regionales...
—Argentina puede encontrar un lugar muy interesante en lo que debería ser una profunda revisión del orden político mundial en la pos pandemia. Y Alberto siempre ha planteado que en ciertos terrenos hay que desideologizarse. Así como hay que desideologizar la vacuna, nadie habla de la vacuna norteamericana, cuando se habla de Pfizer y, en cambio, desde un comienzo se habló de la vacuna rusa, casi colocando una mirada, entre peyorativa y discriminatoria, sobre una vacuna producida en uno de los laboratorios de mayor tradición en el ámbito científico.
—¿Lo interpreta como ignorancia o hay un cálculo específico en la descalificación a Rusia en este plano?
—Por supuesto que hay una cuestión de disputa geopolítica con Estados Unidos, su relación con la Unión Europea, obviamente hay historias que vienen de lejos y que tienen relación con esa estructura tan compleja y conflictiva que son las relaciones internacionales. Pero yo lo pienso desde lo que le cabe a la Argentina, que mira un poco desde afuera todo este conflicto geopolítico y, sin embargo, lo reproduce a nivel ideológico en nuestro país. Constituye un desprecio por la enorme cultura rusa, una ignorancia que es casi neo barbarie más allá de las discusiones que puedan tenerse sobre su historia política.
mb / ds