Cuando terminó la clase de Ciudadanía, los alumnos de octavo grado de la escuela North Andover Middle School, en Massachusetts, pensaron que las cosas no podían terminar así y se convirtieron en activistas. El tema del día había sido “las brujas de Salem” y ahí se enteraron que, muy cerca de su escuela, el Salem Witch Trials Memorial, reúne las lápidas de 172 personas –la mayoría mujeres- que entre 1692 y 1693 fueron acusadas de brujería y condenadas a la hoguera o ahorcadas.
Prejuicios, superstición, inquisición puritana, caza de mujeres o tal vez xenofobia… los alumnos de 13 años pensaron de todo, pero lo que más los conmovió fue la historia de una mujer que vivía donde ellos mismos viven ahora, en North Andover, Massachusetts.
Cuando Elizabeth Johnson Jr. tenía 22 años fue declarada “bruja” junto con otros 28 familiares (varias tías, su madre, un abuelo que era ministro religioso, etc). Algunos fueron condenados, pero quienes confesaban dedicarse a la brujería eran exonerados. Así, el 35% de los acusados pudo salvar el pellejo; entre ellos, Elizabeth Johnson.
Una Bruja de Salem que ignoraban
Finalmente, parece que Elizabeth Johnson era mentalmente insana y nunca nadie solicitó que la incluyeran entre las 29 exoneraciones que hubo en Massachusetts. A los 77 años falleció soltera, sin hijos y con un estigma falso: para la comunidad seguía siendo una bruja.
Los alumnos le dijeron a su profesora, Carrie LaPierre que querían hacer algo para que eso cambiara. “Vale la pena moverse para corregir un error histórico”, les contestó la docente y los chicos contactaron a varios representantes locales hasta que dieron con la senadora estatal demócrata Diana DiZoglio.
Hablaron con DiZoglio, la convencieron. "Con su ayuda", la legisladora redactó un proyecto de ley para limpiar el nombre de Johnson. Lo presentaron en marzo en el Comité Mixto de la Magistratura y el expediente comenzó a rodar por el Congreso de los Estados Unidos.
“La aceptación es algo que les enseñamos a los chicos en las escuelas públicas de North Andover; es parte de su educación cívica”, dijo Carrie LaPierre al periódico The New York Times. “Es algo de lo que hablamos mucho: la identidad, los estereotipos y el respeto a las personas que son diferentes a ellos, añadió.
“Esto mostró cómo las supersticiones de las personas seguían vivas aún después de las cacerías”, opinó Artem Likhanov, de 14 años, uno de los chicos que participó en el proyecto escolar. “No fue que al final la gente no creyó más en las brujas. Seguían pensando que era una bruja y no la exonerarían”, aclaró.
"A la luz de los acontecimientos actuales, que han acaparado la atención de la mayoría durante este último año, este proyecto puede parecer insignificante. Pero los esfuerzos de los alumnos enderezaron un error histórico de larga data y quiero que estén orgullosos de ello", declaró la profesora LaPierre a The Washington Post.
En North Andover todos son optimistas y creen que la iniciativa de los adolescentes, que ya circula de cámara en cámara, pronto tendrá un final feliz.
CP