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Sara Pérez: “La discusión en torno al uso de la ‘e’ explica un fenómeno más político que lingüístico”

Doctora en Lingüística por el Colegio de México, licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), directora de la Unidad de Investigación y Extensión “Discursos, género y sociedad” de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y del Diploma de Extensión Universitaria “Prevención y abordaje de la Violencia de Género” de la UNQ, Sara Pérez es especialista en análisis del discurso y estudios de género y en esta entrevista analiza los usos sociales y políticos del lenguaje.

SARA PEREZ
Sara Pérez es especialista en análisis del discurso y estudios de género y lenguaje. | Nestor Grassi

Doctora en Lingüística por el Colegio de México, licenciada en Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), directora de la Unidad de Investigación y Extensión “Discursos, género y sociedad” de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y del Diploma de Extensión Universitaria “Prevención y abordaje de la Violencia de Género” de UNQ, Sara Pérez es especialista en análisis del discurso y estudios de género y lenguaje participó esta semana de la Agenda Académica de Perfil Educación. “Hay un extendido conocimiento social de que el uso de la lengua española, tal como ha sido utilizado y respaldado por distintas instituciones era un uso que reproducía el sexismo y la discriminación y en eso hemos hecho grandes avances. Porque cada vez más hay estrategias que apuntan a mitigar el sexismo. Las estrategias utilizadas para que el lenguaje las prácticas discursivas no sean sexistas ni discriminatorias no se limitan a la ‘e’ famosa. Sin embargo, por distintos motivos vinculados con la coyuntura y la discusión política se ha puesto el foco en eso”, sostuvo.

Docente de Discurso y Género en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, de Análisis del Discurso y de Fundamentos de Semiótica y Lingüística en la UNQ, Pérez es autora de una gran producción académica como Lenguaje inclusivo: malestares y resistencias en el discurso conservador; Lenguaje inclusivo: malestares y resistencias en el discurso conservador y Análisis del discurso político. “En este momento tengo colegas, estudiantes de la licenciatura y grupos de investigación que están trabajando en profundidad y en sistematización los discursos de Javier Milei. Y yo trabajo nuevas derechas y aunque no me he abocado a su estudio puntual, si puedo decir que tiene algunos rasgos muy consistentes con estos discursos de las nuevas derechas que estudia la investigadora austríaca Ruth Wodak con un aspecto que ella llama el shameless, algo así como el desparpajo que tienen, la descortesía en términos del discurso político, la escandalización para imponer temas en agenda, generar escándalos en cuestiones que no estaban previstas, el correr las fronteras de lo decible”, aclaró.

Lenguaje inclusivo: malestares y resistencias en el discurso conservador, artículo que usted escribió junto a Florencia Moragas, finaliza con esta definición: “La mera posibilidad de la existencia de un género ‘-e’ en la lengua desestabiliza y desnaturaliza el binarismo estructural de la lengua y del discurso hegemónico sobre las identidades genéricas. De allí que la batalla discursiva por el lenguaje inclusivo sea tan importante para el discurso conservador. Y para nosotres”. ¿Qué sectores están ganando esta batalla discursiva y por qué?

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—No sé si hoy volvería a utilizar la palabra batalla. Porque una de las características del discurso de las nuevas de las nuevas derechas y de los discursos antigénero es proponernos como escenario para la esfera pública la guerra. Entonces, no sé si hoy aceptaría de nuevo como cuando escribimos con Florencia ese artículo ese marco discursivo, porque sería caer en la trampa. Hablaría de ‘disputa’, por ejemplo. Aún así, puesto esto en cuestión, creo que la simple desestabilización y cuestionamiento a un orden hegemónico sexista y masculinista ya es un gran avance para quienes creemos en la igualdad de género y para quienes consideramos que las prácticas lingüísticas y discursivas tienen que dar cuenta de la diversidad de lo que acontece en términos sociales. Como investigadora lo que puedo decir, como nuevo, al día de hoy es que es notable de qué manera en distintos países de América Latina partidos políticos de ultraderecha, diría Mudd, han presentado iniciativas legislativas para prohibir como ellos dicen el así denominado lenguaje inclusivo. Es el caso de Perú, es el caso de Chile, es el caso de Argentina y es el caso de Uruguay, por ejemplo, que son los que tenemos documentados e investigados. Es decir, hay parlamentarios y parlamentarias que han decidido que este tema es lo suficientemente relevante como para proponer su prohibición o la regulación de las condiciones de su uso. Este tema aparece en la agenda y los sectores más conservadores desarrollan proyectos legislativos con la intención de que haya políticas públicas de regulación y prohibición. Esto da cuenta de que el fenómeno es más complejo de lo que parecía. ¿Es complejo porque hay una cantidad masiva demandante de hablantes que recurren a la expresión de la “e” como morfema de género inclusivo? No. Lo que existe es una mirada sobre qué implica esto que decíamos en el artículo, esa desestabilización del sistema y también lo que hay es una agenda respecto del género por parte de estos grupos. Hay un extendido conocimiento social de que el uso de la lengua española, tal como ha sido utilizado y respaldado por distintas instituciones era un uso que reproducía el sexismo y la discriminación y en eso hemos hecho grandes avances. Porque cada vez más hay estrategias que apuntan a mitigar el sexismo. Las estrategias utilizadas para que el uso del lenguaje, las prácticas discursivas no sean sexistas ni discriminatorias no se limitan a la “e”. Sin embargo, por distintos motivos vinculados con la coyuntura y la discusión política se ha puesto el foco en eso. Es interesante es observar que, por un lado, es un fenómeno que concentró la atención de los medios, que concentró la atención de la academia, que concentró la atención de las de los representantes políticos y políticas, y que al respecto ha habido distintas manifestaciones políticas. Yo veo como positivo, por ejemplo, que la gran parte de las universidades nacionales habiliten su uso en instancias académicas de producción y veo como algo interesante a analizar, que es lo que de hecho estoy trabajando ahora, , por el tipo de dato y de evidencia que implica, que haya dirigencia política que presenta iniciativas legislativas para prohibir su uso y que inclusive en Uruguay por ejemplo en el sistema de educación pública, como en la ciudad de Buenos Aires se busque regular e incluso prohibir su utilización por parte de profesores y profesoras en los ámbitos educativos. La discusión en torno al uso de la “e” explica un fenómeno más político que lingüístico y esto no lo digo solamente yo, sino que también es algo que ha dicho sobre lo que ocurre en Europa Ruth Wodak, una investigadora austríaca en el Congreso de la Sociedad de Estudios Lingüísticos que se acaba de realizar en General Roca. Si La Libertad Avanza propone ese proyecto sobre el uso de la “e” en la provincia de Buenos Aires o si Jorge Enriquez o Cristian Ritondo proponen ese proyecto en el Congreso Nacional, no sé si ellos están buscando ganar o imponer esa prohibición. Lo que me parece que están haciendo es poner el tema en agenda y no solamente están poniendo el tema del lenguaje inclusivo en agenda, sino que por ejemplo en la fundamentación están llevando a la esfera pública, un conjunto de discursos de representaciones y de valoraciones que no necesariamente son ciertos, respecto de lenguaje y género. Por ejemplo, manifiestan en sucesivas oportunidades su preocupación por la imposición del lenguaje inclusivo. Pero, a nivel nacional e inclusive a nivel regional en lo que es América Latina, no hay ninguna disposición ni iniciativa que obligue a nadie a utilizar el lenguaje inclusivo entendido como la el recurso a la “e”. Sí hay infinidad de recomendaciones de Naciones Unidas, Unesco o muchísimos organismos nacionales respecto de buscar producir comunicaciones mediante el uso de lenguaje no sexista. Pero en nuestro país nadie nunca elaboró un proyecto legislativo que quisiera obligar a ese uso. No obstante eso, el discurso de estas nuevas derechas lo que dice es: “Frenemos la imposición ideológica del lenguaje inclusivo”. Eso le sirve para actualizar un conjunto de fantasmas del miedo, como llama Wodak, que es el miedo a que nos restrinjan nuestras libertades, que es el miedo a que nos impongan cuestiones en torno al género que no estamos dispuestos a ceder sobre la sexualización, y una infinidad discursos en torno a los géneros, la identidad de género y las diversidades este que estos grupos promueven en las redes sociales y en otros espacios. Pero al pasar a hacer la implementación de una política pública en ámbitos educativos, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, entonces sí ya ponen juego esas restricciones. Colegas de Uruguay me decían que no se entiende por qué regulan algo que no se utiliza. Hay una sutil insistencia en que las y los docentes estarían avanzando sobre la libertad de las y los estudiantes con sus decisiones ideológicas. Y esto me parece que tiene que ver con seguir construyendo una representación de las y los docentes como un sujeto político malvado que busca hacer una manipulación o, lo que los grupos de ultraderecha llaman el adoctrinamiento ideológico. Por lo tanto, el tema no es solamente que política se promueven, sino como contribuyen a un discurso público en torno al género, en torno a la educación, en torno a las y los docentes y en torno a un tema que para mí es central, que es el discurso en torno a la libertad.

Lenguaje inclusivo
Pérez advierte que el lenguaje inclusivo alteró a algunos sectores conservadores pero no existe obligatoriedad para su uso.

—En Lenguaje inclusivo: malestares y resistencias en el discurso conservador usted sostiene que el feminismo ha puesto en tela de juicio el lenguaje desde hace décadas, en la medida en que éste se concibe como un instrumento de producción y reproducción de discriminación y subordinación. ¿Este poder que el lenguaje tiene como instrumento de reproductor de la subordinación social explicaría por qué el lenguaje inclusivo ha generado tanto malestar en algunos sectores conservadores, superando incluso la protesta causada frente a otras reivindicaciones feministas de las últimas décadas, como el cupo femenino para cargos electivos o la interrupción voluntaria del embarazo?

—Posiblemente. La verdad es que no tengo evidencia suficiente para responder a eso. Pero sí puedo asegurar que pone el foco en un punto muy sensible. Una reacción importante aparece cuando se empezó a utilizar de manera más o menos pública el todos y todas,  como una forma de interpelación que ponía de manifiesto que antes había un todos que agrupaba. Este recurso está recomendado por Naciones Unidas, está recomendado por Unesco, pero en este momento ese fenómeno que se conoce como el desdoblamiento está siendo debatido en el Parlamento del Perú, porque sostienen que como la Real Academia Española dice que el masculino genérico ya es de por sí inclusivo no es necesario ese desdoblamiento. Yo creo que realmente esto da cuenta de algo muy sensible para la sociedad, para las mujeres y para las diversidades que es esta idea de invisibilización. Hace un par de años ya era muy difícil decir los pibes. Se empieza a hablar de las pibas y los pibes, o les pibes. Hay ciertos sujetos sociales a los que nos empezamos a referir con respeto a su identidad genérica y a cómo se integran los grupos colectivos. Ahí hay un tema que desestabiliza y manifiesta que detrás de la discusión sobre el lenguaje hay un cierto temor al desorden social. Hablando del lenguaje inclusivo, la lengua española tiene en la “e” una expresión de género que no estaba prevista en el repertorio actual de las categorías del español. Porque la lengua española es una lengua que tiene expresión de género obligatoria. Se dice “el diputado” o “la diputada”. No puedes decir “l diputad”. O se dice el diputado o se dice la diputada. Eso se corresponde tanto en el sistema de los sustantivos, como luego en los adjetivos y en los determinantes, lo que conocíamos en otra época como los artículos. Hay que usar una de las dos expresiones. Y en el plural tenemos el masculino genérico de los estudiantes. Es muy perturbador que exista la opción de la “e”, porque la opción de la “e” implica que hay gente que elige decir les estudiantes para hacer un uso no discriminatorio ni masculinista. Y el problema es que quienes quieren seguir diciendo los estudiantes quedan en evidencia. Si yo pongo tres opciones para que haya una opción no discriminatoria que incluye un colectivo de varones, mujeres y personas no binarias, y si hay una persona que no usa esa opción, esa persona puede sentirse intimidada. O voy a quedar como alguien que discrimina o se va a notar que a mí no me gusta ese tipo de uso. La mera existencia de esa opción abre un juego que efectivamente es perturbador. Porque hay pocas cosas más subjetivas, cotidianas y personalísimas, que el lenguaje. Empezamos a hablar desde pequeñitos, seguimos hablando por siempre y para socializar entre nosotres tenemos que aprenderlo. Yo uso un ejemplo interesante en los talleres que dictamos. Se trata de una oportunidad en la que hubo una manifestación de enfermeras y enfermeros en la puerta de la Legislatura y hubo un poco de disturbios. El problema era ver qué elección había hecho cada periódico para dar la noticia. Algunos diarios decían reprimen a enfermeras. Otros habían puesto reprimen a enfermeros. Y otros habían puesto reprimen a enfermeros y enfermeras. Y es interesante pensar en ese ejemplo, porque en el caso de las enfermeras el género no marcado para referirnos a ese grupo en plural, va por la feminización del término. Y es algo que va en contra de todo lo que señala la Real Academia. Pero es solo en el caso de las enfermeras por la historia social de esa profesión. Ahí aparecen estos intersticios que nos llevan a pensar sobre el uso del lenguaje.

SARA PEREZ
Pérez es autora de una gran producción académica sobre análisis del discurso y uso político y social del lenguaje.

—En Tecnologías digitales, análisis del discurso y multimodalidad: de la lingüística crítica a la semiótica social usted advierte que las tecnologías digitales y su rápida expansión han actuado como un factor condicionante en las prácticas y procesos comunicacionales en distintos ámbitos de la esfera pública y la vida social, y advierte que esto ha llevado a distintos investigadores a preguntarse por los cambios sociales y discursivos que implican la aparición de redes sociales. Ese artículo se publicó hace ya una década, ¿cuáles son los cambios sociales y discursivos que hoy se observan en relación a la lingüística en el marco de las tecnologías digitales?

—Sería muy pretencioso de mi parte poder responder esa pregunta sin matizar un montón, porque no es precisamente una mirada macro la que yo he podido desarrollar. Por ejemplo, hay toda una discusión que a mí me parece crucial sobre si los, las, les adolescentes, niños, niñas y niñes leen más, escriben más o escriben menos. Sin duda, leen y escriben de forma diferente, no hay forma de comunicarse por medio de las redes que no implique en alguna dimensión algún tipo de práctica vinculada con la escritura. Es otra escritura, tiene otra dinámica y es una práctica discursiva que ha cambiado mucho. Pero eso no quiere decir que sea menos, quiere decir que tenemos que empezar a pensar cómo son esas prácticas. En los medios masivos de comunicación y en todo lo que tiene que ver con los procesos de información y la construcción de lo que podríamos llamar las esferas públicas, el impacto de las tecnologías digitales ha sido muy significativo. En una investigación que hicimos sobre el debate parlamentario en torno a la interrupción voluntaria del embarazo nos encontramos que lo más fidedigno para dar cuenta de lo que ocurría con la cobertura del debate era estudiar los portales digitales más leídos, porque hoy en día la cantidad de ejemplares que ven de cada periódico no es un dato. La verdad es que como dice Gunthder Kress, un semiólogo recientemente fallecido, la pantalla desplazó a la página. Entonces, lo que tenemos que empezar a estudiar quienes nos dedicamos a esto es qué pasa con esas prácticas discursivas y con esas prácticas lingüísticas en las que todo ocurre mediado por esa pantalla, que supone otra disposición semiótica, otra organización donde lo importante ocupa algo diferente a lo que estamos acostumbrados. Antes leíamos de arriba hacia abajo y de izquierda a derecha. Ahora no leemos más de esa manera; cuando abrimos la página cualquier portal digital, se despliegan distintos mecanismos de saliencia para decirnos qué es lo más importante. Recuerdo a otro querido profesor también fallecido muy recientemente, Noe Jitrik, que siempre nos decía que lo mejor de un libro es cuando nos lleva a otro libro. Y hoy con la lectura en pantalla estamos todo el tiempo yendo y viniendo de una materialidad discursiva a otra materialidad discursiva, posiblemente de una noticia a un artículo de investigación, una noticia en la red nos lleva a una nota periodística, o estamos viendo una serie y vamos a ver algo sobre un actor o sobre la locación en la que se firmó. Ese proceso de lectura se hizo realmente extenso y complejo. Y vuelvo a los a los y las jóvenes, hoy en día los y las jóvenes ante cualquier duda o inquietud agarran el teléfono buscan y se informan acerca de algo. Han cambiado las formas de lectura y no significa que sean mejores o peores, solo que han cambiado.

—En Análisis del discurso político, un paper editado para la Sociedad Argentina de Lingüística, usted explica que la lingüística, en sus diferentes vertientes teóricas, realiza un aporte significativo al conocimiento del discurso político argentino y también advierte que el discurso político, como materialidad verbal, y la política, como práctica social, brinda un acercamiento lingüístico a este tipo de objeto y de práctica. ¿Cuál es el análisis que se puede hacer hoy del discurso político que expresa Javier Milei?

En este momento tengo colegas, estudiantes de la licenciatura y grupos de investigación que están trabajando en profundidad los discursos de Javier Milei. Y yo trabajo nuevas derechas y aunque no me he abocado al estudio puntual de Milei, sí puedo decir que tiene algunos rasgos muy consistentes con estos discursos de las nuevas derechas que estudia Ruth Wodak, en un rasgo o un aspecto que ella llama el shameless, algo así como el desparpajo que tienen, desvergüenza, la descortesía en términos del discurso político; también el recurso, la escandalización para imponer temas en agenda, generar escándalos en cuestiones que no estaban previstas, el correr las fronteras de lo decible. Una vez dijo que no iba a pedir perdón por ser hombre y tener pene. Es algo que en otra coyuntura discursiva, pensado de un diputado nacional, hubiera sido impensado. Por otro lado, este diputado nacional habla de la venta de órganos, que es un tema absolutamente nuevo y preocupante en términos de derechos humanos y que transgrede todas las convenciones  democráticas de convivencia en la esfera pública argentina y eso genera un escándalo. Pero luego hay gente que se dedica a responderle entonces empieza este proceso que Wodak describe para los políticos europeos de extrema derecha, en el cual algunas personas le responden, se incorpora el tema al debate público, otras personas empiezan a hacer humor y aparecen los memes. Y eso se va volviendo un proceso de normalización no solo del de ese tópico en particular sino de esa estrategia discursiva que promueve este actor. Entonces, eso sí es un problema, porque se corren la frontera de lo que es posible decir. Ahí tenemos un problema importante en términos de la convivencia democrática y en términos de los discursos de odio. Porque él construye como enemigo a la casta política y él ha trabajado con la dirigencia política durante muchísimo tiempo. Él elige esta expresión lingüística, casta política, con todo lo que connota el término y con todo lo que invoca, y él se pone del otro lado del lado, del lado de un pueblo que ha sido traicionado, abandonado o descuidado. Y entonces profundiza el discurso de lo que conocíamos como la antipolítica y eso es muy preocupante para el discurso político democrático de nuestro país. Ver en la política no el espacio de la solución de los problemas entre la ciudadanía, sino el conjunto de prácticas que hacen unas personas que él califica como corruptas.

SARA PEREZ
Pérez sostiene que el discurso de las nuevas derechas remiten a la escandalización para imponer temas en la agenda.

—Esta sección se llama Agenda Académica porque pretende brindarle espacio en los medios masivos de comunicación a investigadores y docentes universitarios para que difundan sus trabajos. La última pregunta tiene que ver, precisamente, con el objeto de estudio: ¿por qué decidió especializarse en análisis del discurso y estudios de género y lenguaje?

—Decidí estudiar análisis del discurso desde los primeros años de mi carrera de grado porque entendía que cuando las personas se comunicaban, de alguna manera pasaba algo entre esas personas, se comunicaban ideas y esas ideas que una persona creía estar expresando, no necesariamente eran las ideas que interpretaba la persona que escuchaba esos discursos. Y también me di cuenta, con más lecturas durante la carrera, que esa forma de hablar y de expresarnos tenía que ver con las formas de representar el mundo y que el lenguaje es una forma de representar el mundo y de contar, cómo experimentamos el mundo, no es un “conjunto de etiquetas”. Y en ese contar cómo representamos el mundo también representamos las relaciones sociales y nuestras identidades. Me atrapó el análisis del discurso porque me interesan algunas cuestiones vinculadas con problemas sociales. Después empecé a leer, por intereses muy consistentes con estos otros, algunas cuestiones vinculadas al género y me di cuenta de que la construcción de las identidades de género también tienen mucho que ver con las prácticas lingüísticas, las personas hablamos y nos vamos construyendo como personas sexualizadas y generalizadas todo el tiempo. A esta altura no puedo pensar al lenguaje sin pensarlo como práctica social y creo que no podemos pensar la sociedad actual, si no la pensamos desde una perspectiva que involucre o que incluya la dimensión lingüística y discursiva.