La confianza del agro toca máximos y crece la intención de invertir
Según el consultor investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, Dante Romano: “El sector está pasando por un momento de mucho optimismo”.
La aprobación de la Ley de Inocencia Fiscal aparece con fuerza en el agro en un contexto productivo que, según el consultor investigador del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, Dante Romano, combina buena cosecha, mejores precios relativos y señales institucionales que empujan la decisión de invertir.
Consultado sobre si esos fondos podrían canalizarse hacia el campo, Romano respondió sin rodeos: “Sí, yo creo que sí”. Explicó que la decisión de entrar a un negocio no suele depender de un único factor coyuntural, pero que cuando el momento acompaña “te envalentona” y funciona como apoyo. Y describió el clima actual con una frase concreta: “El sector está pasando por un momento de mucho optimismo”.
Confianza en máximos y oportunidad en tierra: por qué el agro mira los dólares “del colchón”
Para fundamentar ese diagnóstico, Romano citó un indicador que siguen de cerca productores y empresas: el Ag Barometer de la Universidad Austral. Según explicó, el último relevamiento —cerrado un mes antes de la entrevista y recientemente publicado— muestra los niveles de confianza más altos y una intención de inversión entre las mayores de los últimos cuatro años. En su lectura, esta mejora se apoya en tres pilares: una cosecha de trigo excelente, precios de la hacienda muy buenos y un marco fiscal e institucional “bastante favorable” para decisiones de largo plazo.
En ese marco, el consultor vinculó la inocencia fiscal con una posible reasignación de ahorro hacia activos productivos. Señaló que la tierra todavía se ubica “un poquito abajo” de picos históricos medidos en dólares, lo que podría transformarse en una oportunidad para quienes evalúan comprar. “Parece una oportunidad muy interesante para que estos dólares puedan fluir hacia tierra”, indicó.
Romano también puso números al atractivo de esa inversión: explicó que la tasa interna de retorno del agro en el largo plazo puede ubicarse en torno al 5% o 6% anual, un rendimiento que puede parecer “bajo” frente a alternativas financieras, pero que se vuelve relevante por su estabilidad: “Es prácticamente una perpetuidad”, dijo, y agregó el componente de revalorización del precio de la tierra como parte de la ecuación.
Retenciones y bandas cambiarias: más renta agrícola, costos y el impacto en granos
Uno de los ejes que apareció en la conversación fue la trayectoria de los derechos de exportación y su relación con la inversión. Romano recordó que el sector se sorprendió a comienzos de mes con una reducción adicional: dos puntos para soja y trigo y un punto para maíz. Admitió que parte del agro esperaba un recorte mayor, pero destacó el mensaje político que acompañó la medida: “Está marcando que se va por ese camino”, señaló, aludiendo a los considerandos del decreto y a la idea de continuar con bajas “en la medida en que la situación fiscal lo permita”.
Para el consultor, el efecto no es menor incluso cuando el recorte parece pequeño. Puso un ejemplo concreto: “En soja son ocho dólares por tonelada, no es menor”, dijo, y agregó que fue “bien recibido”. En la práctica, sostuvo, un escenario de menor carga impositiva mejora la renta agrícola y vuelve más atractivo al “factor tierra”, lo que puede impulsar compras y también un proceso de revalorización de campos.
Romano también analizó el nuevo esquema de bandas cambiarias y su impacto sobre el mercado de granos. Explicó que el negocio agropecuario se mueve en dólares tanto por el lado de insumos como por el de ventas, pero tiene costos locales relevantes —fletes, estructura y mano de obra— que se vuelven más pesados cuando el tipo de cambio se atrasa.
Soja, maíz y trigo: producción en buen ritmo, precios con presión y un problema de proteína en trigo
En el plano productivo, Romano describió un cierre de año con buen ritmo de labores. Señaló que el maíz de primera ya sembrado transita una etapa clave —cuando “se definen los rindes”— con lluvias favorables. Dijo que la soja se siembra “a muy buen ritmo” y con nacimientos que vienen bien, y agregó que las lluvias en el norte ayudan a la siembra de maíz tardío. Reconoció, de todos modos, un tramo de “una semana de calor muy alto” que podría generar estrés, aunque afirmó que la base es buena y se esperan lluvias, por lo que no lo ve como un problema mayor.
En precios, el consultor indicó que hay presión bajista, pero con niveles que todavía permiten rentabilidad. En soja, mencionó un valor de referencia: “320 dólares por tonelada, es un valor rentable”. Sobre la tendencia, apuntó a factores externos: “hay mucha cantidad de soja”, Brasil muestra intención de siembra mayor y el mercado “se viene desinflando” tras un rally previo. En maíz, habló de “cantidad muy grande en el mundo” y, junto con el trigo, destacó una señal: los precios bajaron lo suficiente como para incentivar a compradores, lo que termina generando un “piso” que mejora la ecuación del productor.
En trigo, el eje pasó por la calidad. Romano explicó que la contracara de rindes muy altos (mencionó casos de 70 quintales frente a un normal de 35–40) es que la planta diluye nutrientes y puede bajar la proteína del grano. Dijo que Argentina suele tener 10,5% a 11% de proteína, pero que este año se observan valores en torno a 9% a 9,5%, lo que constituye un problema. Aun así, señaló que el mercado está encontrando salida a ese trigo de menor proteína, con compradores que antes no participaban, y que pese a descuentos por calidad, la ecuación “termina siendo positiva” cuando se mira rendimiento por volumen cosechado.
De cara a 2026, Romano aseguró que el agro mantiene expectativas favorables. Habló de un proceso de reducción de carga impositiva, simplificación regulatoria y avances en cuestiones institucionales (como semillas y patentes) que podrían habilitar tecnologías que hoy se usan en otros países. “La expectativa es positiva”, afirmó, y resumió el clima del sector: intención de invertir, de incrementar producción, superficie y tecnología. Incluso describió los principales desafíos como “problemas buenos”: grandes volúmenes y la búsqueda de campos disponibles para alquilar o comprar en un escenario de expansión.
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