El dilema del mileísmo frente al baño de realidad de las urnas
El revés electoral desnuda los desequilibrios económicos del Gobierno, forzándolo a elegir entre una devaluación con más inflación o volver a los controles cambiarios.
En diciembre de 2023 el voto de la mayoría clamó por un cambio. Lamentablemente se eligió el camino del pensamiento mágico y la convalidación de un grupo extremo, que, a espaldas del sentir de la ciudadanía, creyó que gobernaba un imperio. El gobierno electo atentó contra la democracia intentando gobernar con decretos, violó la libertad de prensa, provocó ajuste irracional del gasto y como frutilla del postre, está acusado de múltiples casos de corrupción. Uno de ellos, el de las personas con discapacidad, de extrema sensibilidad.
Desde aquel triunfo, mucho ha pasado en la economía y quizás más en la política. Focalicemos el resultado de la elección en la vida del ciudadano de a pie.
En este sentido, urge preguntarnos sobre el rumbo del plan económico. En primer lugar, cabe destacar que la baja de la tasa de inflación, principal bandera de Javier Milei, tiene patas cortas. En otras palabras, ha bajado la inflación en forma transitoria con estrategias de corto plazo que determinan varios desequilibrios que hoy quedan expuestos: atraso cambiario, recesión, déficit de cuenta corriente, déficit fiscal escondido y varios excesos más.
Dichos errores y horrores de política económica han justificado el reemplazo de la discreción frente a las reglas de largo plazo. La seguridad jurídica sigue ausente en un gobierno que clama por la libertad de los mercados. Sin ella, no hay inversión ni planificación a largo plazo.
La intervención financiera mediante tasas, encajes, futuros, cambios de regulaciones, el financiamiento del equilibrio primario con licuación de jubilaciones y paralización de la obra pública no han sido una buena elección.
La duda es que pasará en los mercados el lunes. La respuesta es más sencilla de lo que creemos porque los mercados descuentan con la información disponible. Las inconsistencias del plan de Luis Caputo ya las estamos viviendo desde hace meses. Su síntoma es la tasa creciente, las presiones sobre el dólar y el aumento del coeficiente del riesgo país.
Erróneamente se adjudicaba en la campaña dicho riesgo a la elección. Sin embargo, dicho riesgo no es solo el de una facción política. Dicho riesgo es el riesgo de la Argentina. El reciente gobierno no ha mejorado en nada el pobre desempeño del pasado. Es más, ha intentado romper la pobre institucionalidad que nos quedaba.
Es probable, que, en términos prácticos, esta elección pueda acelerar la caída del plan económico que indefectiblemente iba a ocurrir, aún con el oficialismo ganando las elecciones. Es de esperar que el adelantamiento de la fecha de defunción del plan económico se sienta el lunes en el mercado de bonos, acciones y tipo de cambio. Sostener lo insostenible se hace imposible con el acortamiento del horizonte político.
Lo que podemos esperar no es para nada halagador y promisorio; las herramientas con las que contará el gobierno son pocas para enfrentar a un doble dilema: o libera el tipo de cambio y convalida más inflación, mas tipo de cambio y deterioro del salario o vuelve a controlar la cuenta de capitales mediante un cepo o algo parecido que trate de evitar el salto inflacionario, retornando a los viejos esquemas de tipos de cambio múltiples.
En caso de elegir esta segunda alternativa, el gobierno buscará, mediante una campaña de comunicación, atribuir sus propios errores al resultado de las urnas.
*@CalixtoLiber, Economista, Profesor de Economía Monetaria Internacional, Universidad del CEMA.
Los puntos de vista del autor no necesariamente representan la posición de la Universidad del CEMA