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Los nombres de Kafka

Franz Kafka Foto: CEDOC

La delirante política argentina se explica, entre otros factores, por una crisis de identidad. Nadie sabe quién es quién, a quién representa, qué imagen de pueblo enarbola. Así, resulta que las dos alianzas más importantes están partidas porque interiormente cada fracción se parece más a una parte de la otra alianza que a sus propios compañeros de sufrimiento electoral. 

El nombramiento de Jorge García Cuerva como arzobispo de Buenos Aires desató una persecución identitaria: es un cura villero, no es un cura villero; es amigo de Massa, se lleva mejor con Carolina Stanley; es pro LGBT (y “toda esa porquería”); es conservador, es comunista.

El mismo sacerdote impugnó el “vicio de encasillar a alguien de un lado o de otro”. Ese encasillamiento es índice de una angustia identitaria (¿quién soy? ¿quién es aquél?).

El “ser” es escurridizo, lo que importa es el “estoy aquí”. Con eso basta para empezar a hacer

Resumo una clase sobre el tema. Franz Kafka escribe en su Diario el 11 de febrero de 1913: “Soy un pájaro imposible, un cuervo. Estoy perdido y así revoloteo entre los hombres. Ellos me miran con desconfianza y yo soy un ave peligrosa, un ladrón, un cuervo”. Pregunto de qué está hablando Kafka y sobreviene una catarata de interpretaciones (la paranoia de sentido).

Relaciono esas frases con el apólogo del cazador Gracchus, en el mismo Diario. Llega un barco transportando a un muerto vivo: un hombre que ha muerto en un accidente pero que sigue vivo porque cuando el barco lo llevaba a su descanso definitivo se desvió por un viento súbito y entonces quedó condenado a navegar entre ambas aguas. El alcalde de la ciudad le pregunta: “¿Y ahora piensa usted quedarse en Riva?” y Gracchus contesta: “No tengo intenciones” y después: “Estoy aquí, es lo  único que sé, es lo único que puedo hacer”.

Tres mujeres

Sintetizo el juego pedagógico: Gracchus viene de graculus que quiere decir grajo, cuervo. Y Kavka, pero escrito con v y no con f (sin embargo, suenan igual) quiere decir...“cuerva”. Todo lo que se dice son variantes del propio nombre.

De modo que no habría que desesperarse demasiado por las identificaciones imaginarias (de uno o de los otros) y atribuir intenciones y sentidos (“ave peligrosa”) fundados en prejuicios. El “ser” es escurridizo, lo que importa es el “estoy aquí”. Con eso basta para empezar a hacer.