adhesiones

Semanas y semanas

Semana Roja (1909) | Ramón Lorenzo Falcón Foto: CEDOC

¿Por qué no retrotraerse, por ejemplo, a Simón Radowitsky? Cuanto más historia, mejor; menos hueco se vuelve el presente. Simón Radowitsky ha suscitado numerosas adhesiones; puedo citar, personalmente, la forma intensa en que lo evocaba David Viñas (en sus clases, pero también en una antología como Anarquistas en América Latina). Otros hay que, por distintas razones, discreparon de alguna manera con él. Cabe examinar cuáles son esas distintas razones, cuáles fueron esas maneras.

Desde una izquierda liberal, por caso (porque no siempre ni necesariamente liberal supuso reaccionario, como tiende a suceder hoy), en la línea de un Juan B. Justo o un Palacios, por ejemplo, puede pensarse una disidencia de base con este recurso a la violencia, prefiriendo otras alternativas de lucha orientadas a transformar el estado de cosas en la sociedad.

En la suya

Desde otras perspectivas, admitiendo que sería imposible modificar radicalmente las relaciones de poder imperantes sin apelar a la violencia, pues quienes detentan ese poder recurrirán sin dudas a ella, se esgrimieron sin embargo discrepancias respecto de la modalidad adoptada. Discrepancia con las acciones aisladas, solitarias, del así llamado maximalismo. O discrepancia, ya en un sentido más amplio, con una violencia revolucionaria (la de toda revolución: la francesa, la de la independencia de los Estados Unidos, la de la independencia de las naciones sudamericanas, etc.) que quedase desligada de un necesario proceso de ascenso del movimiento de lucha de masas. Hay intervenciones más que interesantes al respecto (pienso en Lenin, pienso en Trotsky, discutiendo el terrorismo). El debate, como puede verse, ha sido y sigue siendo valioso, y es posible retomarlo y reinscribirlo en distintas coyunturas políticas a lo largo del tiempo. Acordar con Radowitsky, hasta la reivindicación; discordar pero admirarlo; disentir desde una postura o desde otra: el espectro es amplio y sustancioso.

Pero a gran distancia, en cualquier caso, respecto de quienes se pongan de parte de Ramón L. Falcón, el jefe de policía volado por la bomba del libertario. Plegarse a Ramón L. Falcón y luego pronunciarse desde ahí, no puede sino indicar una fuerte simpatía por el poder represivo del Estado. Porque Falcón, jefe de policía, fue el responsable principal de la matanza de anarquistas perpetrada en la así llamada “Semana Roja”, en torno del 1° de mayo de 1909 y sus manifestaciones contra la opresión y por la libertad.

Esa lucha contra la opresión, esa lucha por la libertad, admite caminos diversos y los ha tenido a lo largo de la historia. Pero una y otra vez ha chocado contra la maquinaria represiva del Estado, ciertamente recelada desde una tradición emancipatoria. Quienes en cambio le encuentran el gusto, quienes adhieren a ella, quienes se entusiasman o se solidarizan con ella, ¿qué clase de libertad pueden llegar a invocar? Solamente una versión ligera, superflua, vacía, estrecha, una versión amañada o limitada, si es que no lisa y llanamente hipócrita.