Opinión

Sexo, droga y democracia

La campaña por las PASO generó debates sobre el goce sexual y el humo de la marihuana. Foto: Pablo Temes

Las encuestas que se proponen anticipar el resultado de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) reflejan muchos interrogantes y una sola certeza: el próximo domingo Victoria Tolosa Paz y María Eugenia Vidal serán las candidatas más votadas de los dos principales distritos del país. Curiosamente, o no tanto, son las mismas dirigentes que esta semana tropezaron con una fallida estrategia de caza al voto joven.

En medio de una incierta campaña, que despierta los mayores índices de apatía y rechazo desde el retorno de la democracia, las mujeres que encabezan las listas del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio en la Provincia y en la Ciudad de Buenos Aires demostraron distintos niveles de torpeza política y desaciertos argumentativos al referirse a la práctica del sexo y al consumo de drogas en clave electoral.

La frustrada seducción a las nuevas generaciones de votantes se explica en el caudal de sufragio que ostentan: los nacidos entre 1996 y 2005 constituyen un universo de siete millones de electores que, en su gran mayoría, se muestra indeciso. Se trata de un tesoro muy apetecible para hacer frente al ambiguo escrutinio que se avecina.

Además de Argentina, en América Latina hay cuatro países que permiten el voto desde los 16 años: Brasil, Cuba, Ecuador y Nicaragua. Mientras que, a nivel mundial, son solo veinte los Estados en los que se ha extendido el sufragio a los adolescentes. Pero, en algunos casos, con ciertas restricciones: Alemania lo permite en elecciones regionales, Escocia para campañas legislativas, mientras que Bosnia, Croacia y Eslovenia solamente autorizan a los jóvenes que tengan un trabajo registrado.

Desde la sanción en 2012 de la ley 26.774 de Ciudadanía Argentina, que estableció el derecho de los jóvenes de 16 y 17 años a elegir a sus representantes, la participación de los menores de 25 años ha aumentado en los comicios y hoy asciende al 20% del padrón.

Tolosa Paz y Vidal mostraron distintos niveles de torpeza política.

Según el informe “Voto joven”, elaborado por la Subsecretaría de Asuntos Políticos, se trata de un actor social que demostró en 2019 una participación efectiva del 63%, unos 20 puntos porcentuales menos que el promedio general de la última elección presidencial. No obstante, en el oficialismo y en la oposición descuentan para estas PASO una menor afluencia frente a las urnas de los menores habilitados a votar. En esa señal de alarma radica el deseo de las líderes de las principales alianzas de poder interpelar a los jóvenes.

Pero las precandidatas lo hicieron con intervenciones superficiales, más preocupadas por garantizar un alto impacto mediático que por promover un profundo debate sobre la responsabilidad del Estado para erradicar enfermedades de transmisión sexual, combatir el embarazo adolescente y condenar los abusos sexuales, o legalizar el consumo de marihuana, despenalizar el uso personal de drogas livianas y exterminar la connivencia entre fuerzas de seguridad y narcotraficantes. Ninguno de estos proyectos fue explorado seriamente ni por Tolosa Paz ni por Vidal.

La manipulación de los jóvenes en la agenda política no constituye un fenómeno reciente: la subestimación de la juventud en la elaboración de lineamientos gubernamentales representa una triste realidad de la democracia argentina. Se trata de un vacío que, de alguna manera, puede explicarse por la poca representación que ejercen en el Congreso. La Constitución Nacional establece que para ser diputado se necesita la edad mínima de 25 años y solo 3 de los 257 legisladores que conforman la Cámara Baja tiene menos de 30 años. Mientras que para ser senador se necesita ser mayor de 30 años y solamente 5 bancas de las 72 que integran la Cámara Alta es asumida por un menor de 40 años.

Los antecedentes del debate legislativo para este sector también muestran falencias. En La construcción de la juventud como problemática de política pública en la Argentina, el politólogo Alejandro Cozachcow analizó los proyectos de ley enfocados en esta temática que fueron presentados en el Parlamento desde el regreso de la democracia y demostró que la política argentina ha demorado mucho tiempo en asumir un verdadero compromiso con los jóvenes.

“En las décadas de los ochenta y fundamentalmente los noventa, las juventudes aparecen tematizadas a partir de sus problemas (adicciones, empleo y otras cuestiones planteadas en términos de carencias), ofreciendo una mirada más bien adultocéntrica. En el período actual, especialmente en los últimos años, las juventudes serían tematizadas en tanto sujetos de derechos, desde una noción ampliada de la ciudadanía”, sostiene en este interesante paper el doctor en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y docente de la Universidad de Buenos Aires.

El 55% de los menores de 25 años está por debajo de la línea de la pobreza.

En los últimos años, además, los jóvenes representan el sector más golpeado en términos sociales. Es un flagelo que se viene profundizando en la última década y que el Covid terminó de consolidar.

De acuerdo a un documento elaborado por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) sobre desempleo juvenil tras el estallido de la pandemia, la desocupación entre los 18 y los 30 años creció 6 puntos porcentuales, pasando de un 20% en el primer trimestre de 2020 a un 26% durante el segundo trimestre del año pasado, cuando se produjeron las mayores restricciones sanitarias. Mientras que la tasa de desocupación fue significativamente menor dentro de la población adulta, de entre 31 y 65 años, alcanzando un pico de 10% en el segundo trimestre de 2020.

La pérdida de puestos de trabajo también los castigó en mayor medida: de los 3,9 millones de empleos perdidos, 1,3 millones corresponden a los que tienen entre 18 y 30 años. Esto significa que un tercio de la destrucción de puestos laborales afectó a los jóvenes. Pero los que están trabajando también presentan problemas: sólo el 47% de los que están empleados recibe aportes al Sistema de Seguridad Social y el 51% se encuentra realizando tareas en rubros de alta rotación y poca vinculación con el mercado formal.

Pero el dato más alarmante se relaciona con los escandalosos niveles de vulnerabilidad en los que se encuentran. Según el informe “Incidencia de la pobreza y la indigencia” elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) la mitad de los que tienen entre 15 y 29 años está sufriendo condiciones críticas en la Argentina: hay un 12,5% de indigentes y un 36,7% de pobres no indigentes, por lo que la pobreza alcanza un dramático 49,2% entre los jóvenes de todo el país. El estudio confirma que las condiciones de precariedad estaban creciendo en los últimos diez años pero la pandemia potenció la emergencia habitacional, alimentaria y educativa, afectando en mayor medida a los que tienen menos de 30 años.

Se trata, hay que decirlo, de un panorama muy desalentador para un sector de la población que solo ha presenciado constantes, reiterados y cíclicos deterioros de la economía desde que inició su vida adulta. En los últimos años, han sido testigos de altísimos índices de pobreza, desempleo, inflación y devaluación: más cerca de las plagas de Egipto que de la Argentina potencia que leyeron en los libros de Historia.

Es difícil de asumir, pero está claro que la democracia no parece estar brindando las respuestas adecuadas para que los jóvenes se sientan representados. Tamaña desesperanza fue graficada en un reciente estudio difundido por Taquión, en el que se advierte que el 86% de los menores de 25 años quiere irse de la Argentina porque no encuentra oportunidades, mientras que el 84% tiene sentimientos negativos frente al futuro y sus principales emociones son “preocupación”, “miedo” y “desconfianza”.  

El 86% de los jóvenes quiere irse del país y su principal sentimiento es "miedo".

Pablo Vommaro es uno de los mayores especialistas en estudios sobre juventudes. Posdoctorado en Ciencias Sociales, investigador del Conicet y coordinador del Equipo de Estudios de Políticas y Juventudes del Instituto Gino Germani, en los últimos años ha investigado el devenir de las nuevas generaciones y su impacto social, político y económico en la Argentina.

En Juventudes e Infancias: políticas, culturas e instituciones sociales, Vommaro señaló que desde la finalización de la dictadura los jóvenes fueron protagonistas de las principales movilizaciones, impulsando organizaciones y formas de agrupamiento, dinamizando el conflicto social y expresando muchos de los elementos que conforman las agendas públicas de las sociedades contemporáneas.

Se trata, sin embargo, de un proceso virtuoso que ahora está en crisis. La solución exige un mayor esfuerzo de la dirigencia política argentina. Con goce sexual y humo de marihuana no alcanza.