“Son ellos contra nosotros”. “Vamos a derrumbar el modelo defendido por esta casta política”. “¡Voy a sacar a los políticos con patadas en el culo!”. Cada vez que Javier Milei gritaba sus consignas en Plaza Holanda, un coro de miles de jóvenes lo ovacionaban. Llegó a los bosques de Palermo manejando un convertible, vestido con campera de cuero negra y ostentando una abundante cabellera, prolijamente desprolija. Se subió al escenario de un salto para dar inicio a un acto cargado de altas dosis de carisma e histrionismo.
El lanzamiento de la campaña electoral de Milei se asemejó esta semana a un efusivo concierto de rock. Es hora de prestar atención a la letra de sus canciones.
El precandidato a diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires propone una “revolución moral”. Y aunque lo niegue, parece querer liderarla: “Yo no vine acá a guiar corderos, yo vine acá a despertar leones”.
“¡Voy a sacar a los políticos con patadas en el culo!”, gritó Milei y recibió la ovación de miles de jóvenes.
Se trata, hay que decirlo, de una figura muy atractiva para ciertos medios. Porque con la misma naturalidad gestual, tono monocorde y rostro impávido, puede referirse a su pasión por la escuela austríaca, la liberación de las drogas o el sexo tántrico. Y así construye un combo explosivo de rating y clicks para una industria sedienta de audiencias.
Hace unos años, Mirtha Legrand, por caso, lo hizo participar de sus almuerzos y le preguntó si su alocada melena era, en verdad, una peluca. El economista dijo que no y reveló que el secreto es que no se peina. Más tarde, Juana Viale también lo sumó a su mesa y el curioso estilo capilar volvió a ser un tema de debate, demostrando que Milei es redituable para el minuto a minuto y confimando que a las divas de la televisión les importa más la presencia de este invitado, que las ideas que transmite.
En otro canal, pero con el mismo espíritu festivo, Milei también le contó a Andy Kusnetzoff que varias veces tuvo sexo con dos mujeres a la vez y que se especializa en evitar durante horas la eyaculación. La explicación detallada sobre el desempeño en tríos sexuales se extendió por varios bloques del programa, comprobando que se trata de un personaje muy apetecible para el siempre exigente auditorio audiovisual.
Pero Milei no es sólo un polémico mediático que rinde ante las cámaras. También es negacionista del cambio climático, que califica como una “mentira del socialismo” y una agenda creada por el “marxismo cultural”. Es, además, un impulsor de la eliminación de todo tipo de gasto social y de asistencialismo destinado los sectores más vulnerables. Y es un defensor de la liberación de las drogas, siempre que el sector público no tenga que destinar presupuesto para mantener centros de rehabilitación y recuperación de adictos.
También es alguien que, con mucha liviandad, puede frivolizar sobre el genocidio: para criticar la gestión de la pandemia en Argentina, utiliza la definición creada por las Naciones Unidas en 1948, que condena todos los crímenes sistemáticos contra la humanidad y fue instaurada tras el horror del Holocausto judío implementado por Adolf Hitler. “Este gobierno genocida, por no haber comprado las vacunas correctamente, terminó matando a más de cien mil personas en total”, suele repetir Milei.
También es negacionista del cambio climático y con liviandad frivoliza sobre la figura del genocidio.
Egresado de la Universidad de Belgrano y con posgrados en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES), es adepto a la teoría económica fundada en Viena a fines del siglo XIX. Se trata de una escuela que postula el individualismo a ultranza y constituye una de las corrientes más críticas del keynesianismo, precisamente, en momentos en los que el estímulo y la intervención estatal se expanden en todo el mundo para contrarrestar el exponencial crecimiento del desempleo y la pobreza producidos por el impacto de la crisis del coronavirus.
Pero el candidato de la coalición La Libertad Avanza, que disputa el espacio de las PASO a Luis Espert y es apoyado por Juan José Gómez Centurión, va más allá en su postura libertaria: se define como un “minarquista estático” y un “anarcocapitalista dinámico”. No quedan dudas: el Estado engendra todos los males para Milei.
Es que el minarquismo propone que el tamaño, papel e influencia del Estado debe ser mínimo, para proteger solo el espacio aeroterrestre de una nación y garantizar seguridad y justicia a los habitantes de ese país. Mientras que el anarcocapitalismo promueve una sociedad sin Estado, en la que únicamente se vele por la propiedad privada y el libre mercado.
La lista de Milei está secundada por Victoria Villareal, una abogada que fundó y preside el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (CELTYV), organización civil que niega el terrorismo de Estado y las violaciones a los derechos humanos cometidas por la última dictadura militar entre 1976 y 1983.
Mientras que la primera precandidata a la Legislatura porteña por la lista de Milei es Delfina Ezeiza, conocida entre los militantes mileístas como “la Ofelia Fernández libertaria”. Ezeiza está terminando la secundaria, quiere estudiar en la Universidad del Cema y esta semana le dijo a La Nación: “No me gusta la comparación, pero no me ofende porque yo sé que soy mucho mejor. Mis ideas son superiores moral y éticamente. Ofelia es mi versión contraria ideológicamente: ella es de izquierda y yo soy liberal”.
Se define “minarquista estático” y “anarcocapitalista dinámico”. El Estado engendra todos los males.
Cuando Donald Trump inició su carrera en la primaria del Partido Republicano, los editores del New York Times no le concedieron la entidad que merecía. Se decidió entonces que los actos del empresario estadounidense no fueran cubiertos por periodistas de la sección Política, sino por cronistas de Espectáculos que ya lo habían retratado en su paso como showman de los reality televisivos. El Times no daba crédito de la proyección de Trump.
Durante la campaña, las frases de Trump eran alocadas en sus definiciones políticas sobre cuestiones de Estado, pero resultaban tener alto impacto en la prensa. Y, luego de triunfar entre los republicanos, enfrentó a Hillary Clinton en debates memorables en los que demostró muchas veces incoherencias o llegó a plantear propuestas triviales para solucionar temas complejos. Pero nada detuvo su paso y llegó a la presidencia de los Estados Unidos. El día de su ingreso a la Casa Blanca, los editores del New York Times pidieron disculpas por haber menospreciado a Trump.
“Después de una elección tan errática e impredecible, surgen preguntas inevitables. ¿La absoluta falta de convencionalismos de Donald Trump nos llevó a nosotros y a otros medios de comunicación a subestimar su apoyo entre los votantes estadounidenses? ¿Qué fuerzas y tensiones en Estados Unidos impulsaron esta elección y resultado divisivos? Y, lo que es más importante, ¿cómo gobernará un presidente que sigue siendo una figura en gran medida enigmática cuando asuma el cargo?”, advirtieron Arthur Sulzberger y Dean Baquet en un histórico editorial.
Cuando Trump inició su campaña, el New York Times lo subestimó. El Times luego pidió disculpas.
Las encuestas que ya empezaron a publicarse en la Argentina muestran que Milei promedia el 10% de apoyo y que su respaldo más fuerte se encuentran entre los descreídos y los desilusionados de la dirigencia política. Mientras que un estudio reciente de Management and Fit señala que Milei cosecha un sorpresivo caudal de votos que trepa al 18% entre los más jóvenes.
Esta semana Milei desfiló por varios ciclos de radio y televisión. Y eso es positivo porque siempre es bienvenida la suma de todas las voces al debate público de un proceso electoral. Pero ese diálogo debe establecerse con seriedad: es necesario que los candidatos sean interpelados con preguntas (y repreguntas) del periodismo para poner en real dimensión cada una de sus propuestas y así permitir que los votantes puedan elegir con información y responsabilidad. De eso se trata la democracia.
La banalización, en cambio, puede ser muy peligrosa.