Crisis con impacto regional

Venezuela, con días contados, relatos parciales y augurios fatales

Bloqueado y bajo asedio, el país caribeño afronta la amenaza de una “intervención inminente”. Trump presiona para sacar del poder a Maduro y promete “restaurar” la democracia, aunque también admitió que la intención de una eventual invasión es recuperar el petróleo “robado” a las empresas de su país.

Centro militar Fuerte Tiuna en Caracas Venezuela Foto: AFP

Una veintena de ataques en aguas del Caribe y el Pacífico oriental que han causado ya más de 100 muertes, justificadas de modo unilateral por un gobierno que acusó a los destinatarios de sus misiles y drones de traficantes de droga o “narcoterroristas”, sin aportar aún prueba fehaciente alguna de su imputación.

Un petrolero abordado en una cinematográfica intercepción, horas después de un bloqueo total impuesto también unilateralmente, y cuya carga fue incautada en lo que el Ejecutivo del país sitiado calificó lisa y llanamente como un “robo”.

Un escenario regional que suma tensiones de la mano de un gobernante acostumbrado a dar golpes de efecto y con escaso apego a las formas y contenidos de un Derecho Internacional cuya validez desdeña, Donald Trump, quien hace semanas puso el reloj de la supervivencia política del archi cuestionado ocupante del Palacio de Miraflores, Nicolás Maduro, en cuenta regresiva.

La verborrágica ostentación de poder que el inquilino de la Casa Blanca repite en alusiones casi cotidianas sobre la situación en aquello que lo más conservador de Estados Unidos consideró siempre como su “patio trasero”, rebota en el espejo y alimenta acaso el devaluado apoyo de quien gobierna en Caracas.

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Venezuela es desde hace semanas y casi a diario noticia por lo que diferentes medios anuncian como una intervención, una guerra, un ataque o una invasión “inminente”. En medio de esta escalada que sube cotidianamente en torno a un país bloqueado y bajo asedio creciente, y ante un Caribe que asiste al mayor despliegue en esas aguas de la más poderosa potencia militar del planeta, hay hechos, acciones y frases que no pueden pasar inadvertidos.

Y la ganadora es….

La entrega del Nobel de la Paz a María Corina Machado estuvo rodeada de condimentos especiales, no sólo por la historia y dichos recientes de la galardonada líder opositora venezolana, quien pese a ser proscripta fue la artífice de la campaña de Edmundo González Urrutia, a quien en buena parte del mundo se ve como el legítimo ganador de los comicios presidenciales de julio de 2024, en los que Maduro se atribuyó la reelección en medio de denuncias de fraude.

Machado, cuya salida de la clandestinidad en la que vivía en Venezuela hacia Noruega merecería un capítulo aparte, no pudo estar presente en la noche de su premiación formal en Oslo, donde su hija la representó y recibió el Nobel en su nombre, rodeada por la realeza y las autoridades locales y un ramillete de presidentes latinoamericanos, entre los cuales estaba Javier Milei. Todos estos mandatarios esperaron un día más para la foto con María Corina, salvo el presidente argentino, quien emprendió el regreso al país y completó un periplo internacional, tanto o más insólito que el realizado tiempo atrás hacia la Florida, en busca de una fallida foto con Trump.

El Nobel de la Paz no quedó exento de las tensiones actuales. Lejos del calor caribeño, en el frío otoño escandinavo, hubo marchas en apoyo a Machado y repudio al régimen de Maduro, pero también manifestaciones que denunciaron un tinte político y sesgado en el galardón, concedido en medio de las amenazas norteamericanas de lanzar una acción armada de mayor envergadura en suelo venezolano.

La propia María Corina, quien años atrás había sugerido abiertamente una intervención de Estados Unidos para derrocar a Maduro, volvió a ser consultada al respecto en una entrevista. Le preguntaron si no había una contradicción entre recibir el Nobel y avalar una intervención armada o una invasión a territorio venezolano y Machado ratificó su apoyo a esa eventual intervención diciendo que su país ya estaba “invadido por China, Rusia, Irán o Cuba…”

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Un par de días después, el australiano Julian Assange, fundador del sitio de filtraciones WikiLeaks, presentó una denuncia contra la Fundación Nobel por la concesión del premio a Machado que, según alegó, contradice los propósitos de paz y concordia enarbolados en su momento por Alfred Nobel, y podría facilitar una operación de guerra liderada por Estados Unidos en Sudamérica.

Dictacracias y demoduras

Mientras Corina se reencontraba con familiares, amigos y otros líderes opositores de su país en suelo europeo, entre ellos el propio González Urrutia exiliado en España, un informe del Alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, denunciaba que la represión, las persecuciones políticas y el hostigamiento a opositores han recrudecido en Venezuela. Y todo en medio de los crecientes rumores de acciones norteamericanas, encubiertas o no, tendientes a desestabilizar o minar el apoyo al gobernante en determinados sectores.

En tanto, en el vecindario más cercano, el tema de Venezuela y su futuro inmediato siguieron siendo eje de debates y controversia, aunque algunos prefieren eludir pronunciarse.

No es el caso de la nueva pieza en el rompecabezas regional, el electo presidente ultraderechista de Chile, José Antonio Kast. Tras imponerse el domingo pasado por amplio margen en el balotaje a Jeannette Jara, y a la salida de un encuentro con Milei en la Casa Rosada, Kast dijo esta semana que apoya “cualquier situación que termine con una dictadura”.

Kast, defensor de la dictadura que encabezó en Chile por casi 17 años el general Augusto Pinochet Ugarte y “su legado”, y quien asumirá en La Moneda el próximo 11 de marzo, abandonó cierto tono de moderación evidenciado en la noche de su triunfo y opinó sobre una posible intervención en territorio venezolano para forzar la salida de Maduro. “Claramente no podemos intervenir porque somos un país pequeño”, dijo el flamante mandatario electo, y agregó sugestivamente: “Nos soluciona a nosotros y a toda Latinoamérica, a toda Sudamérica, un problema gigantesco”.

En el nuevo escenario continental, se presume que Kast se sumará a Milei, al paraguayo Peña y al ecuatoriano Noboa entre los gobernantes más alineados con las políticas e intereses de Washington.

Del otro lado, y aunque con voces críticas hacia Maduro -a quien exigieron en vano exhibir las actas de su alegada victoria en las últimas elecciones-, el presidente de Brasil, Luiz Inácio “Lula” da Silva; su par de Colombia, Gustavo Petro, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, han mostrado su completo rechazo a las amenazas, el despliegue y las acciones bélicas en una “tierra de paz”.

La mandataria mejicana y el gobernante colombiano, a cuyo país Trump llegó a ubicar como “el próximo” de una lista de eventuales intervenciones armadas, fueron más que enérgicos en condenar las acciones contra lanchas, la confiscación de un petrolero, o las órdenes dadas a la CIA para operaciones secretas.

Lula, a su vez, volvió a ofrecerse como mediador, rechazó cualquier intervención y dijo ayer que quizá reitere su propuesta al gobernante estadounidense a través de un llamado telefónico, antes de esta Navidad.

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Bajo presiones

Las luces de alarma se multiplicaron esta semana ante versiones periodísticas, sucesos y declaraciones de funcionarios que elevaron el tono. Al cierre del espacio aéreo y el bloqueo de puertos y costas de Venezuela, considerados como acciones de guerra, se sumaron movimientos y pedidos urgentes en el seno de la ONU.

Y aunque el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, definió al actual gobierno venezolano como “algo ya intolerable” para Estados Unidos, y Trump repitió que Maduro tenía los “días contados”, otros jugadores de fuste en el tablero internacional tuvieron pronunciamientos de apoyo hacia el régimen de Caracas.

China, país que disputa a Estados Unidos la influencia en la región y la hegemonía global y es el mayor comprador del crudo venezolano (con unos 600 mil barriles diarios), respaldó el miércoles el pedido de Venezuela de una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU. “Apoyamos a los países en la defensa de su soberanía y dignidad nacional”, dijo Wang Yi, ministro de Exteriores del gobierno de Xi Jinping, que calificó el accionar del Ejecutivo de Trump como una “intimidación unilateral”

A su vez, Vladimir Putin, quien la semana pasada había llamado por teléfono a Maduro, reafirmó el apoyo de Moscú a la política de Venezuela de defender sus intereses nacionales y su soberanía”.

Estos intereses y soberanía volvieron a ponerse sobre la mesa a partir de las “verdaderas intenciones” que uno de los recurrentes excesos verbales de Trump dejaron al descubierto, también esta semana. “Recuerden que nos quitaron todos nuestros derechos energéticos. Nos quitaron todo nuestro petróleo no hace tanto. Lo queremos de vuelta, nos lo quitaron ilegalmente”, sostuvo el mismísimo Trump en una base aérea de las afueras de Washington. Casi una confesión de parte.

Maduro no tardó en replicar que esa frase de su homólogo estadounidense confirma que “el petróleo, las tierras y las riquezas mineras de Venezuela son la prioridad para quien hoy viola el derecho internacional, el libre comercio y la libre navegación”. Sus cuestionadas y alicaídas arengas encontraron inesperado anclaje.

La mayor fuente de riqueza venezolana atraviesa otra vez fatalmente el destino de este país. La industria petrolera, nacionalizada en 1976, durante el primer mandato de Carlos Andrés Pérez, reabierta parcialmente en su segundo mandato y reformulada por Hugo Chávez tras la fallida intentona golpista de 2002 en su contra, es el más apetecible bocado de muchos que se escudan entre quienes enarbolan banderas de democracia y libertad, más que necesarias y urgentes, para ocultar sombríos intereses e intenciones.