Crítica

En los túneles de una guerra

La estructura que avanza con la lectura tiene algo de baraja repartida sin intención de juego, ya todo es pérdida, nada vuelve a ocurrir tras la verdad de la tragedia.

Foto: cedoc

Tres secuelas claras, por evidentes, conforman los vestigios en los que perdura el terror de una falsa guerra: la fría. La formación política personal en abismo, la desmovilización ideológica y la rebelión como espectáculo accidental, como tres aspectos básicos, presentan la arquitectura de esta novela histórica (o del intento de su historicidad). Porque ahí está lo que Semán advierte: cualquier plan de escritura conspira contra sí, porque interviene el dolor por las pérdidas, acaso conspira la imposibilidad de explicar y describir la brutalidad humana, su falta de sentido.

Bajo Buenos Aires ocurre un movimiento subterráneo, terrorismo topo, organización clandestina paralela derivada del fracasado atentado contra el avión de Videla en Aeroparque, por tan solo doce metros. Esta profunda vocación existencial de un tal Ernesto Sótano (que con Sartre compartía la primera sílaba), determina la ucronía: todos están ahí, en la superficie, incluso flotando con tiempos menos superpuestos que fallidos. De Carrió a Berni, de Tróccoli a De la Rúa, nombres de un entorno inevitable. Así la historia es una espina debajo de la uña que en cualquier paso, avance, es puro dolor, incluso vergonzante.

En Acá falta alguien ocurre un fenómeno literario: la organización no vence al tiempo. Porque la estructura que avanza con la lectura tiene algo de baraja repartida sin intención de juego, ya todo es pérdida, nada vuelve a ocurrir tras la verdad de la tragedia. Surge así Patalano, político peronista organizador de una Triple A oficial contra los subterráneos, dueño mediático de los excesos de un Plan Yakarta falsificado. Pero, también, los sucesos históricos traumáticos toman dimensión fantástica y no menos cruel que su resultado, como La Tablada.

Semán recurre a ese diálogo trunco entre jóvenes poetas y el vuelto del exilio creyéndose héroe de una guerra que no fue, así el desajuste ideológico, la fantasía manipuladora, la necedad, ronda el acto suicida de La Tablada. Pero el reclamo también tiene que ver con la historia del periodismo, su último gesto por fijar un horizonte antes de la debacle económica: del efectista sueldo de Caparrós a la decadencia física de Claudio Uriarte, de la ilusión del último Timerman a la creación de este mismo diario. Algo falló, hay abismo. Como ocurrió con el Partido Intransigente y las ilusiones de cualquier honestidad futura.

Rodolfo Walsh (y Vicky, su hija), Fogwill contra Gabriel García Marketing, plantean la debacle del tallercito literario como precarización cultural en el pase a planta permanente como autor. El mercado vino a coronar la farsa de su propia banalidad, en la escritura, en la política, en la intimidad del intelectual que añora ese clima de cambio que fue pura pérdida. Cada lector sabrá encontrar otras definiciones incómodas, es decir, esta novela reclama autocrítica, algo que parece olvidado según los resultados (y oferta de candidatos) en el plano político. La mía, apresurada por lo real: la revolución es un sueño enfermo.

 

Acá falta alguien

Autor: Ernesto Semán

Género: novela

Otras obras del autor: Está entre nosotros; Breve historia del antipopulismo; Todo lo sólido; Soy un bravo piloto de la nueva China; Educando a Fernando; Hecho burgués, país maldito

Editorial: Aurelia Rivera, $ 26.400