La inestabilidad de las figuras
El cine, campo vital de Peña, aparece como trasfondo en tensión. Siempre más atado al realismo que a lo onírico, su lenguaje puede deformar la realidad, pero difícilmente capture la radicalidad informe del sueño.
Los sueños, de Fernando Martín Peña, me hace acordar a las epifanías de Joyce: si Joyce escuchaba a otros en la calle y de allí extraía revelaciones, Peña se escucha a sí mismo en el borde de la vigilia. Lo que transmite no son los sueños en sí, sino sus recuerdos: el contenido queda, la forma se pierde. Y es justamente la forma lo que caracteriza al sueño: su inasibilidad, su deformación perpetua, su maleabilidad radical. Algo que Kafka entendió con claridad y que en la escritura siempre deja la marca de lo inacabado.
Que Peña recuerde con tanta frecuencia lo que sueña es ya un gesto creativo. El libro recoge esos fragmentos sin domesticarlos, porque lo que importa es la chispa, el hallazgo, la interrupción de la lógica cotidiana. En ese sentido se inscribe en la tradición surrealista: Breton veía en el sueño la apertura del inconsciente; aquí lo que hay es un automatismo de la memoria, una fidelidad al instante en que el sueño se escapa y solo deja su huella.
El cine, campo vital de Peña, aparece como trasfondo en tensión. Siempre más atado al realismo que a lo onírico, su lenguaje puede deformar la realidad, pero difícilmente capture la radicalidad informe del sueño.
Incluso las películas más surrealistas, de Buñuel a Lynch, terminan condicionadas por el encuadre y el montaje. Sueños funciona como un desahogo paralelo: la escritura conserva lo borroso, lo absurdo, que en el cine, en general, tiende a fijarse en exceso.
En ese registro desfilan Mirta Legrand, Fritz Lang y Eva Perón, Hugo del Carril, Ivor Montagu, Klaus Kinski, vampiros, Buster Keaton, Sully Moreno, Orson Welles, Chaplin, Star Trek, la Metro Goldwyn-Mayer, Superman, Ringo Starr, Sean Connery o Luis Saslavsky. Una galería que combina lo popular, lo político, lo histórico y lo mitológico del cine, y que vuelve todavía más atractivas estas escenas oníricas.
Y hay algo más. La forma del sueño conecta con una parte central del trabajo de Peña: el rescate y la valorización del cine negro argentino y del noir en general. En ambos casos aparece la ambigüedad, esa zona gris donde lo moral no se organiza en categorías claras y lo turbio se vuelve motor de lectura.
Del mismo modo que el sueño nunca encaja del todo en la vigilia, el cine negro que Peña estudia se sostiene en la inestabilidad de sus figuras.
El resultado son apuntes breves, insólitos, muchas veces graciosos, otras inquietantes, que funcionan como destellos de una imaginación en estado puro. Su lectura devuelve la experiencia simple pero rara de encontrarse con lo inesperado.
En definitiva, Sueños es un libro lateral pero revelador: muestra cómo, más allá de la cinefilia, existe la necesidad de registrar aquello que se escapa. Y confirma que lo onírico sigue siendo, para el arte y la vida, una forma de abrirse a lo que nunca encaja del todo.
Sueños
Autor: Fernando Martín Pena
Género: crónicas
Otras obras del autor: Diario de la filmoteca; Cine maldito; Cine argentino 1896-2024
Editorial: Híbrida, $ 25.000
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