el mensaje de un catálogo

Murió Daniel Divinsky, el editor argentino que creó una tradición

Figura clave del mercado editorial argentino, falleció ayer a los 83 años. Estaba alejado de la edición propiamente dicha, pero en realidad nunca dejó de estar involucrado, indirectamente, en cualquier proyecto que le resultara atractivo, dando consejos y recomendaciones. En medio de la crisis que ataca al sector, su ausencia, más que una falta, es un síntoma: sin Divinsky, el panorama del libro argentino se parece más que nunca a una tierra baldía.

Divinsky. Arriba: el editor argentino. A la der.: el joven futuro editor estudiando Abogacía a los 15 años. Abajo: junto a Augusto Roa Bastos y Emilia Nassi, su hijo Emilio y su esposa, Kuki Miller. Foto: cedoc

Murió Daniel Divinsky, editor argentino que fundó Ediciones de la Flor en 1967. Y en realidad la noticia es que el golpeado ecosistema editorial de este país ya no cuenta con él, falta un Editor de libros, como corresponde, con mayúsculas. ¿Y qué es un Editor? Sencillo: el que hace que un libro ocurra. Definición que coloca en el extremo distal a quienes hacen imposible dicha tarea, como ocurre hoy.

“No tiene argumento, carece de tema u objetivo, no hay protagonista, tampoco tensión y ni siquiera se destaca por un estilo”. En estos términos, Ivonne, una lectora y crítica francesa de Ediciones de la Flor informó al editor acerca de un original que yo había presentado allá por los ochenta en el sello. Daniel Divinsky, responsable de la editorial y en ese entonces exiliado en Venezuela, al recibir y leer el informe –según me comentó tiempo después–, se dijo: “La novela no tiene argumento, no tiene personaje central, no tiene estilo, no tiene tensión y tampoco tiene objetivo: yo quiero leerla”. Fue así como la leyó, intrigado por el “nada de nada” que había logrado mi original. La novela se editó”.

“Es probable que en aquel entonces Ivonne tuviera algo de razón en lo que al texto refiere. Es más que probable, los números de ventas del libro al final se la dieron. De todos modos, los noes rotundos y consecuencias de su lectura –suma de signos menos, matemáticamente hablando– crearon o favorecieron las condiciones para su publicación”.

Los dos párrafos anteriores corresponden a Posted by, de Gabriel Báñez, publicado por La Comuna Ediciones, en 2009. Ahora bien, si Divinsky era un lector inquieto, un buscador de huellas en la oscuridad, también resultaba un gran motivador. Y ahora disculpe el lector que recurra a mi memoria con dos hechos también dignos de cita. 

Hacia 1988 trabajaba en una editorial de libros de texto e infantiles, la misma adhería a las líneas trazadas por Emilia Ferreiro (psicóloga y pedagoga argentina, fallecida en 2023), respecto a la lectoescritura y aprendizaje. Imperaba ilustrar los manuales con material gráfico, incluyendo viñetas de historietas. Me contacté con la editorial de Divinsky para reproducir algunas de Inodoro Pereyra en un manual: “Nosotros no cobramos por eso, depende de Roberto Fontanarrosa, está en Buenos Aires, ahí te paso el teléfono”.

Bar La Paz, cuando todavía era tal. Fontanarrosa firma la cesión de derechos de manera gratuita con una sonrisa mientras dice: “Si esto educa niños no me hagan responsable”. Hablamos de Best Seller, su novela publicada en 1981 por Divinsky. “Él es el culpable. Me persiguió para que cometa la expansión de un breve cuento. Dale, me dijo, dale que sale una novela. Yo me siento avergonzado, tanta gente que sabe escribir mucho mejor que yo, y ahí está. Ahora soy culpable de algo, un delito literario”. No era falsa modestia, recuerdo que reímos por la fina ironía de Mel Brooks, ídolo que nos era común.

Segunda anécdota. Buenos Aires, 2013, departamento de barrio norte atestado de personas comiendo y bebiendo. Una fracción de la cultura nativa festeja algo. Llego y saludo a muchos, por no decir a todos. En un extremo distal Beatriz Sarlo me llama con la mano. “Al fin alguien conocido, me siento en un iceberg. Uy, ahí está Divinsky perdido”. Le hace el mismo gesto y viene presuroso. Nos presenta. Daniel contempla la escena y dice: “Parecemos refugiados en un punto inaccesible para las fieras, pero lejos de la puerta. Las ventanas están cerradas, si hay un incendio estamos perdidos”. Luego agrega: “Una chica muy simpática me preguntó si editaba libros, le dije que no, que me dedicaba a los chacinados, los salamines son mi especialidad. Quedó encantada”. Sarlo, sin bajar la guardia, agregó: “Acá abundan los salames, pero no sirven para el clásico pebete”.

Más tarde, adentrados en un diálogo, Divinsky se explayó sobre la situación editorial, la forma en que las multinacionales del sector avanzaban cooptando autores a base de ofertas inverosímiles de dinero, anticipando lo que finalmente ocurre: “Muchos de ellos quedarán olvidados en un estante, sin interlocutor, como ropa vieja que ni vale la pena regalar. Eso es publicar sin editor”.

Más de mil títulos publicados avalan su buen humor y toma de posición. ¿Es esto un principio de autoridad? Exacto. Para él si un libro era un éxito de ventas, como la serie Mafalda de Quino, abría el grifo de combustible para editar otros libros. A los ya mencionados, su catálogo contó –entre cuentos, novelas y libros gráficos– con autores como Rodolfo Walsh, Rodolfo Fogwill, Adolfo Bioy Casares, Ray Bradbury, David Viñas, Juan Sasturain, John Berger, Silvina Ocampo, Ariel Dorfman, Clarice Lispector, Umberto Eco, Caloi, Rep, Crist, Liniers, Montt, Nik, Breccia, Maitena, Sendra.

En una entrevista publicada en el número 18 de Revista Teína (2008), Divinsky señalaba: “Se ha mercantilizado todo, porque el interés puramente literario es mucho menor. En la Feria de Frankfurt hay una especie de tertulias para tomar copas. Pocas, porque son carísimas. El bar se llena y hay gente parada en la barra… Hasta hace 10 o 15 años, esas eran reuniones de gente que hablaba de literatura. El promedio de edad era de unos 40 años. Ahora hay gente de 20 o 30 años y que está de marketing. Son funcionarios de grandes grupos, no dueños de una editorial. Yo ahí presencié una discusión entre Carlos Barral, el mítico editor, fundador de Seix Barral, con Umberto Eco, sobre unos escritores medievales que yo no conocía ni de nombre. Una discusión literaria intensísima, llena de imaginación. Ahora no se habla de eso…”.

Busquen el catálogo de Ediciones de la Flor, ahí existe otro mensaje, el más valioso.