“Ella no quiere ser una heroína”
La actriz Milly Alcock y el director Craig Gillespie, junto a James Gunn, presentan el nuevo paso del universo DC en el cine: una versión radicalmente distinta del mito de la prima de Superman, una odisea espacial que promete ser un éxito del 2026.
Desde el primer tráiler, Supergirl deja en claro que no busca ocupar el lugar cómodo del heroísmo clásico. Ni menos que menos el de su primo, Superman (que acaba de volver a la pantalla grande con una película que fue uno de los grandes sucesos del 2025 y formateo el universo DC para el cine) La nueva película, Supergirl, dirigida por Craig Gillespie, que llegará a los cines y salas IMAX de Latinoamérica el 25 de junio de 2026, presenta a Kara Zor-El como una figura en conflicto permanente con su propio rol, una heroína que “está haciendo todo lo posible por no ser Supergirl”, como define el propio director. Lejos de la solemnidad luminosa asociada al linaje kryptoniano, esta versión se construye desde la fractura, la rabia y una incomodidad existencial que atraviesa cada decisión narrativa. Y la actriz elegida, musicalizada con Blondie en el trailer, no es otra que Milly Alcock, famosa por su rol en House of the Dragons y que pegará un salto de éxito en este nuevo lanzamiento de Warner (si Netflix lo permite, claro).
El nuevo enfoque en el clásico personaje se traduce, en primer lugar, en la actitud de Milly Alcock. Rock. Desparpajo. Comedia. Es más, durante el rodaje, buena parte del trabajo estuvo concentrado en escenas físicas de enorme complejidad. Un clásico del genero, pero que Gillespie recuerda que hubo “seis o siete semanas que fueron solo de stunts”, y destaca la resistencia de la actriz frente a un nivel de exigencia inusual: “Mi coordinador de stunts vino un día al set más grande de Leavesden y me dijo: ‘Tenemos ocho millas de cables ahora mismo en el escenario. Nunca tuve algo remotamente parecido’”. El despliegue técnico, sin embargo, no es gratuito. Cada secuencia de acción responde a un estado emocional preciso del personaje. “Dónde está ella emocionalmente en la historia dictaba mucho cómo se filmaban esas peleas”, explica el director. “Si está en un lugar de mucha ira, la cámara se vuelve más frenética, más agresiva. Si está en la zona, el movimiento es más fluido”.
KARA POR SIEMPRE. Alcock coincide en que ese recorrido físico está directamente ligado a la transformación interna de Kara. Cuando se le pregunta qué es lo mejor de ser Supergirl, su respuesta esquiva cualquier épica: “Creo que lo van a descubrir cuando terminen de ver la película, al final”. Gillespie refuerza esa idea con una definición contundente: “No creo que ella piense que hay una mejor parte”. Para la actriz, el núcleo del personaje no está en el poder sino en la resistencia a ejercerlo. “Ella no quiere ser una heroína, hasta el final de la película, cuando dice: ‘Tengo que ser esto’”. Antes de ese punto, Kara busca refugio en lugares donde sus habilidades desaparecen, y donde a diferencia de nuestra Tierra, puede emborracharse (al perder sus poderes): “Está tratando de encontrar cada planeta rojo que pueda”, señala Gillespie, en referencia a los mundos donde la radiación anula los poderes kryptonianos. “Ahí es donde se siente cómoda”.
Ese desplazamiento constante entre planetas rojos y amarillos no es solo un recurso visual, sino una metáfora narrativa. James Gunn lo resume con claridad: “Es divertido ver la película porque ella entra y sale de estos planetas, y en los planetas rojos Superman y Supergirl no tienen poderes. Son seres humanos comunes”. Esa humanidad forzada es el espacio donde la protagonista encuentra una forma de descanso, incluso cuando el relato la empuja inevitablemente hacia la confrontación.
LA MUJER DEL MAÑANA. La adaptación del material original, principalmente el cómic Supergirl: La mujer del mañana, también responde a esa lógica de extrañamiento. Gillespie cuenta que decidió leer primero el guion de Ana Nogueira antes de acercarse al cómic: “Quería ver cómo funcionaba por sí solo. Yo no sabía nada sobre esa historia, así que era la audiencia perfecta”. Para el director, el desafío estaba en lograr que la película funcionara tanto para quienes conocen el material como para quienes llegan sin referencias previas. “Ella hizo un trabajo increíble construyendo esa narrativa. Todo era claro para mí”, afirma, aunque aclara que la película “lleva la historia a otro lugar”. Gunn suma un matiz clave al reconocer la influencia visual del cómic: “El arte de Bilquis Evely es tan importante como el trabajo de Tom King en ese libro”.
Uno de los puntos donde Supergirl se distancia con mayor fuerza de entregas anteriores del universo DC es su tono. Ante la comparación inevitable con Superman, Alcock es tajante: “Es una película completamente diferente”. Gillespie coincide: “Es muy distinta en tono”. Esa diferencia fue una decisión consciente desde el inicio. “Cuando nos reunimos, le pregunté a James cuánto tenía que adherir al mundo de Superman, y él me dijo: ‘Estamos encarando esto como si cada película fuera su propia novela gráfica. Podés poner tu sello, tu estilo, tu visión’”. Esa libertad creativa fue, según el director, “absolutamente necesaria para el tono del guion”.
La distancia no es solo conceptual sino también espacial. “Toda la película transcurre en el espacio exterior”, revela Gillespie, una elección que Gunn confirma sin rodeos: “Sí, toda la película es en el espacio”. Esa decisión habilita un terreno nuevo dentro del universo DC: “Es una fantasía espacial”, define Gunn, mientras que Gillespie lo piensa como “un mundo completamente nuevo, una hoja en blanco”. En ese escenario aparece un elenco que refuerza la sensación de peligro e imprevisibilidad, con Matthias Schoenaerts, Eve Ridley, David Krumholtz y Emily Beecham acompañando el viaje de Kara, y Jason Momoa interpretando a Lobo, una figura desbordada que introduce un tono brutal y caótico en la travesía. Lobo es un personaje muy esperado, y el mismo Momoa ha dicho que nació para interpretar ese rol.
Incluso los momentos más ligeros funcionan como caracterización. Cuando surge la pregunta sobre quién ganaría un pulso entre Kara y Clark, Alcock responde sin dudar: “Creo que Kara ganaría, porque Clark la dejaría ganar y ella no haría eso”. Gillespie añade: “Ella lo engañaría”, y Gunn remata la idea imaginando una trampa con Krypto de por medio. El propio Krypto, de hecho, vuelve a aparecer en la película, aunque lejos de cualquier idealización. “No creo que sepa lo que es ser bueno”, dice Gillespie. Gunn es más directo: “No es un buen perro. Es un perro terrible”. Alcock, sin embargo, lo define desde el vínculo: “Ella ama que sea así”.
LOS DESAFÍOS. Cuando se le pregunta qué fue lo más desafiante de llevar a la pantalla a una superheroína tan icónica, Gillespie elige correrse del peso del mito. “Saco eso de la ecuación”, afirma. “Para mí se trata de la historia y de contar la versión más interesante de este viaje”. En ese sentido, el verdadero motor del film es observar “a este personaje increíblemente defectuoso y su lucha por apropiarse de ese rol”. Supergirl no propone una afirmación inmediata del heroísmo, sino el registro de una resistencia prolongada, casi dolorosa, frente a una identidad que parece inevitable.
El tráiler recién lanzado condensa esa promesa. No anticipa redención fácil ni celebración del poder. Lo que muestra es el recorrido de una joven que preferiría no ser símbolo de nada, pero que, empujada por las circunstancias, termina enfrentando aquello que más intenta evitar. En ese gesto incómodo, Supergirl encuentra su diferencia y su razón de ser.
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