Superar la grieta

Construir una unidad de verdad

El valor del diálogo del presidente y de su gobierno. Un debate con diferencias pero sin odios, con una conversación auténtica y respetuosa ayuda a funcionar como país.

Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner Foto: cedoc

El tiempo no es siempre un mismo tiempo, no hay un solo transcurrir: los minutos de felicidad nos parecen apenas instantes, mientras que los segundos de dolor suelen parecernos horas que pasan lentas, implacables, infinitas.

Más de un año de gobierno se escurrió en medio de una pandemia global. Vivimos en un país desconocido, en un mundo dado vuelta. Un hecho extraordinario y terrible arrasó con nuestras vidas y parece que pasó un siglo, lento e implacable, desde aquel primer contagio en marzo de 2020. Sin embargo, sólo pasó un año.

¿Después de todo lo que pasamos, del dolor que vivimos, seguiremos tan divididos como siempre?

Pocos presidentes en nuestra historia tuvieron la voluntad de Alberto de construir unidad

Cuando era chica me contaban las peleas en la casa de mi abuela paterna. Sus hermanos eran peronistas y mi abuelo antiperonista. Todos se querían mucho, pero se armaban terribles peleas. Finalmente, mi abuelo murió peronista. Todos eran buena gente, laburantes, de clase media. Sólo les había tocado un lugar diferente en esta Argentina dividida.

Siempre pensé que no hay una sola grieta. Hay dos divisiones diferentes que nos atraviesan. Una, profunda e histórica, pero que se ha ido vaciando de contenido, de ideas, hasta transformarse en un puñado de hombres y mujeres, sin proyecto de país, sin rumbo, ni destino, que buscan el poder por el poder mismo. La otra, la de mis tíos y abuelos, la que nos hace discutir en las mesas familiares mientras compartimos la vida, los valores, los sueños y las esperanzas.

Esa grieta inexplicable fue generada -impiadosamente- por quienes viven y se alimentan de nuestras divisiones.

Alberto, desde el primer día, tendió los puentes necesarios para construir la unidad. Y sigue haciéndolo. Para ello, nuestro Gobierno abre un debate franco con todos, incluso con aquellos que bombardean la unidad. Esos pocos que hacen mucho daño, que operan sin límites ni tapujos, que mienten y gritan, rompiendo esos lazos invisibles que, pese a todo, nos unen como argentinos. Frente a ello, es imprescindible explicitar, poner todo sobre la mesa y, principalmente, instaurar un diálogo sincero hacia la sociedad. Con diferencias pero sin odios, con una conversación auténtica y respetuosa que nos ayude a funcionar como país.

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Pocos presidentes en nuestra historia tuvieron la voluntad de Alberto de construir unidad. Sus formas son una novedad política. Habla con todos, todo. Aún con quienes rompen puentes y abren grietas. Apuesta siempre al debate de ideas, con franqueza, con firmeza. Algunos dicen que es demasiado. Creo que la historia le reconocerá esa perseverancia y esa honestidad, la misma que hace que, ni sus peores detractores, puedan siquiera atribuirle una sola sospecha de corrupción.

En estos días donde se vuelve a hablar de unidad y divisiones, es necesario entender que, como en cualquier plano de la vida, las diferencias no se saldan en silencio, no se pueden esconder debajo de la alfombra. La novedad de este gobierno no es callar, no es el silencio: es el diálogo. La unidad puede y debe construirse en la diferencia, debe contener los desacuerdos, incluso los que no se logren saldar. La unidad debe ser un fin y una estrategia y por sobre todas las cosas, una práctica sostenida en el diálogo permanente, especialmente, con los millones de argentinos y argentinas para quienes la grieta es un invento sin sentido. La unidad, para ser duradera, debe ser de verdad.

 

* Legisladora Porteña (Frente de Todos)